Mónica Vitti fue una las actrices más importantes del género cómico italiano del cine del siglo pasado. Autor: Joel del Río Publicado: 21/11/2022 | 09:08 pm
Tal vez a los jóvenes cubanos les resulten desconocidos, o lejanos, los nombres y las obras de Pier Paolo Pasolini, Mónica Vitti y Francesco Rosi, tres figuras magnas en el cine italiano de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Para recordarnos quiénes fueron y demostrar las razones que ameritan la remembranza, la Cinemateca de Cuba evoca sus respectivos periplos en la segunda mitad del mes de noviembre, y en el marco de la jornada de la cultura italiana.
Para iniciar este breve cuasi festival, que se remite a los 20 años en que el cine italiano resultaba tan influyente como el de Hollywood, o más, hubo un coloquio en la Casa del Festival, titulado genéricamente Pensar el cine, y que tuvo entre sus objetivos analizar la vida y obra del reconocido poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y realizador Pier Paolo Pasolini, nacido en marzo de 1922. Este año se celebra el centenario de un autor cuyo cine se tejía con los hilos de la sorpresa, la provocación y la ruptura, y nuestra cinemateca ha querido celebrarlo.
Con la participación de un grupo importante de críticos y estudiosos de sus filmes, el coloquio analizó la mayoría de sus películas, construidas todas, desde Accattone, en 1961, hasta Saló o los 120 días de Sodoma (1975) a partir de un sentido de la belleza que se apropia de lo inocente y lo sensual, para acercarse a ciertas esencias humanas también latentes en los mitos y clásicos literarios. Así, brillan en su filmografía las adaptaciones de El evangelio según San Mateo (1964), Edipo rey (1967), Medea (1969), El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), piedras angulares de la civilización occidental.
Pier Paolo Pasolini, escritor y director de cine italiano. Hombre polifacético y personaje controvertido, uno de los artistas más reconocidos de su generación.
En tanto todas estas películas han sido programadas hace poco por la Cinemateca, el evento teórico prefirió apoyarse en el estreno en Cuba de dos nuevos documentales: Pasolini: En el pueblo de las tormentas y las prímulas (2000) y El joven corsario-Pasolini en Bolonia (2022), que evocan con cálida nostalgia los años en que el poeta vivió en Friuli o en Bolonia a partir de las muchas facetas de una personalidad versátil, compleja y eminentemente creativa. Pasolini publicó sus primeros poemas con solo 19 años y se consagró luego con La mejor juventud o La religión de mi tiempo, y paralelamente disertó en ensayos trascendentales sobre poesía dialectal y popular, y también marcaba pautas con novelas como Muchachos de la calle y Mujeres de Roma. A los conocedores de sus ideas, los títulos de sus películas y obras literarias evocan sus polémicas con los practicantes del marxismo y el catolicismo ortodoxos, elitistas e inflexibles, a los que reprochaba la incomprensión de las genuinas culturas proletaria y campesina.
Los suaves matices del idioma de Dante y Boccaccio continúan escuchándose, en el cine 23 y 12, y en la aledaña sala Charlot, a partir del 23 de noviembre, con el ciclo dedicado a una de las más grandes actrices de todos los tiempos, si es que la versatilidad, la gracia, la sensibilidad y el temperamento importan a la hora de atribuir semejante distinción. Mónica Vitti fue, primero, el espejo idóneo del pesimista examen sobre la incomunicación humana, en filmes como La aventura, La noche, El eclipse y Desierto rojo, los cuatro incluidos en el ciclo. Y esta imagen de mujer trágica y evanescente cede el paso a la picardía sexy de comedias estilo Nini Tirabusciò, la mujer que inventó el meneo, y Ciertos pequeñísimos pecados, entre varias otras que la Cinemateca nos devuelve tan frescas y simpáticas como lo resultaban en la época en que se estrenaron, hace alrededor de 40 años.
Aunque la versátil actriz tuvo mucha suerte, al verse acompañada con frecuencia por los mejores actores del cine italiano, en Cuba, en los años 70, miles de espectadores corrían al cine solo por verla a ella, aunque la acompañaran verdaderos monstruos de la interpretación. Recuérdese que en La Tosca le hace la segunda nada menos que Vittorio Gassman; en Polvo de estrellas la dirige y acompaña Alberto Sordi; y en Pato a la naranja compite en buena lid con Ugo Tognazzi. Menciono solo estas tres para aludir solo a las que están incluidas en el referido ciclo.
Tan enorme resultaron los aportes de Mónica Vitti al teatro, la televisión y sobre todo al cine italiano, que en 1995, cuando llevaba cinco años retirada del cine, le confirieron un premio León de Oro especial del Festival de Venecia por el conjunto de toda su carrera. Conste que tampoco se trataba de tardía justicia ni mucho menos, porque a lo largo de su prolongada y exitosa carrera, la actriz ganó el premio David de Donatello que se entrega en Italia a la mejor actriz, por sus desempeños en La chica con la pistola (1969) en una actuación que también premió el Festival de San Sebastián; Nini Tirabuscio… (1971), Polvo de estrellas (1974), Pato a la naranja (1976) y Amori miei (1979). Sus resonantes éxitos valen el doble cuando se recuerda que correspondieron a una profesional empeñada en mantener su vida privada lejos de la explotación mediática y de los paparazis.
Como parte de este arrobamiento itálico de noviembre, la cinemateca también rinde homenaje al comprometido y realista Francesco Rosi, nacido en 1922, igual que Pasolini. La retrospectiva bastante completa de sus mejores creaciones ocurre solo en la sala Charlot, e incluyó, entre el 17 y el 20 de noviembre, la precisión realista y testimonial de El caso Mattei (1972) y Lucky Luciano (1973) dos paradigmas del cine histórico y biográfico muy diferentes, en forma y fondo, de los merengues comerciales a que nos tienen acostumbrados ahora.
Posteriormente, a razón de dos películas por día, se programan también Excelentísimos cadáveres (1975) y Cristo se detuvo en Éboli (1979), ambas consideradas las mejores producciones italianas de sus respectivos años, películas de una profundidad y un rigor típicos de Rosi. Tampoco podían faltar su versión de Carmen (1984) y la muy polémica aproximación a Crónica de una muerte anunciada (1987), que evidencian el éxtasis de un cineasta empeñado en llevar al cine, de un modo tal vez demasiado literal, la ópera de Bizet y una de las mejores novelas de Gabriel García Márquez.
Ojalá que dentro de 40 años haya un cronista cubano encantado de rememorar las glorias del cine que vimos en las primeras décadas del siglo XXI. Si tal cosa ocurre, es seguro que la presencia italiana nunca será tan sustantiva como lo demuestra ahora la Cinemateca respecto al cine que admiramos y seguimos admirando, de todo aquel que hicieron grandes creadores italianos allá por los años 60, 70, 80…