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Arte lírico para Alicia Alonso

Llegan dos conciertos con selecciones de óperas y zarzuelas en una Gala por la vida, dedicada a los trabajadores de la Salud, a tres de las figuras cumbres de la zarzuela cubana: Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, y en memoria y homenaje de la prima ballerina assoluta 

Autor:

Ahmed Piñeiro Fernández

Quiso el azar concurrente del que hablaba el gran poeta cubano José Lezama Lima, que la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso reabra sus puertas este 17 de octubre, precisamente el día que se conmemora el primer aniversario de que Alicia partiera hacia otra dimensión, para convertirse de manera definitiva en leyenda.

El Teatro Lírico Nacional y la Orquesta Sinfónica del Teatro, ambas agrupaciones dirigidas por el maestro Yhovani Duarte, tendrán el honor —y a la vez el privilegio—, de reanudar los espectáculos en la más importante de las instituciones culturales cubanas, después de siete meses de aislamiento social. Dos conciertos (sábado, 8:30 p.m., y domingo, 5:00 p.m.) con selecciones de óperas y zarzuelas en una Gala por la vida, dedicada a los trabajadores de la Salud, a tres de las figuras cumbres de la zarzuela cubana: Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, y en memoria y homenaje de la prima ballerina assoluta.

Fragmentos de las zarzuelas María la O (Lecuona), Cecilia Valdés (Roig), Amalia Batista (Prats), y de las óperas Nabucco, Rigoletto y La forza del destino, de Giuseppe Verdi; y Tosca, Turandot y Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, en las voces de Milagros de los Ángeles, Johanna Simón, Dayri Llanes, Cristina Rodríguez, Andrés Sánchez, Irelo Pérez, Harold López, Saeed Mohamed, Marcos Lima, Reinaldo Cobas e Israel González, y de adolescentes que aún no estudian en la Escuela de Canto del Teatro Lírico.

Este «tributo lírico» a nuestra Alicia en el año de su centenario es, en mi opinión, una decisión hermosa, justa y necesaria. Todos conocemos de la grandeza de la Alonso como bailarina, como maestra, coreógrafa y directora de una de las compañías danzarias más importantes a escala mundial. Sabemos de su trascendental importancia en la cultura cubana y como una de las personalidades más significativas del arte danzario de todos los tiempos. Sin embargo, a veces se olvida, o, incluso se desconoce, sus vínculos con el arte lírico, desde los mismos inicios de su vida profesional, pues valga recordar que la mítica intérprete de Giselle, Lisette, Carmen, Odette-Odile, Swanilda, Lizzie Borden..., realizó su debut en 1938, como bailarina y cantante en comedias musicales de Broadway.

Aunque suele creerse que La Condesita, con música de Joaquín Nin, y La tinaja, inspirado en una partitura de Maurice Ravel, dos ballets creados para la agrupación teatral La Silva, marcan los inicios de Alicia Alonso como coreógrafa, lo cierto es que antes, ya se había probado con dos de las óperas que presentó la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, en 1942.

Entonces, Pro-Arte programó: Aida, La Traviata y Un baile de máscaras, de Verdi; La Gioconda, de Amilcare Ponchielli, y Mignon, de Ambroise Thomas. Alicia Alonso tuvo a su cargo el montaje de los bailables de Aida, que abrió la temporada el 29 de abril, con el debut en Cuba de la gran soprano yugoslava Zinka Milanov en el rol titular; y Mignon, cuya representación se efectuó el 3 de mayo.

Acerca de la puesta en escena de Aida, el pianista y compositor José Ardévol escribió en Cuba nueva en acción, la que quizá sea la primera crítica que obtuvo Alicia Alonso en el ámbito de la creación coreográfica: «Uno de los mejores factores de esta representación fue la coreografía de Alicia Alonso, que estuvo a cargo del cuerpo de ballet de Pro-Arte. Un buen acierto la danza exótica bailada por los niños. Bien movido el segundo cuadro del segundo acto».

A lo largo de su extensísima carrera la Alonso bailó melodías originales del arte lírico. Por citar solo algunos ejemplos, recuérdense El príncipe Igor, Voces de primavera, Pelléas et Mélisande, Carmen, Cecilia Valdés, Roberto el diablo, La viuda alegre o Poema del amor y del mar, sin olvidar su memorable interpretación en el ballet La Diva (Maria Callas in memoriam), un ballet que el maestro Alberto Méndez creó especialmente para ella en 1982. Sobre la base de fragmentos musicales de títulos muy vinculados a la legendaria soprano, la Alonso, en realidad, homenajeaba al canto lírico, un arte que siempre disfrutó, respetó y admiró.

Y aquí se impone un detalle digno de recordación: en su estreno y en la mayoría de las representaciones siguientes, Alicia Alonso protagonizó La Diva acompañada no solo por primeras figuras y solistas del Ballet Nacional de Cuba, sino también del Coro del Gran Teatro de La Habana.

A principios de los años 80, nuestra gran artista se convirtió en la directora general del Teatro que hoy lleva su nombre. Fue aquella una época gloriosa, también, para la Ópera de Cuba, la Comedia Lírica de Cuba Gonzalo Roig y el Coro y la Orquesta del Gran Teatro. En su hermoso deseo de vincular escénicamente a todas las agrupaciones de la institución, como si se tratara de un intercambio mutuo, o mejor aún, de un elocuente diálogo, sugirió y propició el montaje de óperas como Fausto, de Charles Gounod; y La Bohème, de Giacomo Puccini, que no se cantaban en nuestro país desde los inicios de los 60; o de la verdiana Aida, que la Ópera de Cuba incorporó por primera vez a su repertorio (16 de diciembre de 1988 —versión de concierto— / 11 de marzo de 1989).

Y se fundaron asimismo los festivales internacionales de Arte Lírico de La Habana, hoy lamentablemente olvidados, en los que cantantes y bailarines, directores de escena y coreógrafos, diseñadores, músicos y libretistas se unieron, bajo su égida, con un propósito común: devolverle a la capital cubana su grandeza como plaza del arte lírico en América.

Gracias a Alicia se produjo el estreno de la ópera Ernest Hemingway, dedicada al GTH por su compositor, el soviético Yuri Kasarián, y se rescataron títulos significativos, como la ópera El caminante, de Eduardo Sánchez de Fuentes, que la misma Alicia coreografió y dirigió escénicamente, o Baltasar, del también cubano Gaspar Villate, inspirada en el drama homónimo de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que si bien no se llegó a estrenar, sí se logró montar y ensayar, aún en espera de su despertar definitivo.

Fue por su gestión personal e incuestionable poder de convocatoria, que nos visitaron notables figuras internacionales de la talla de la soprano española Victoria de los Ángeles, o las sopranos Adelaida Negri y Cristina Carlín, de Argentina; Makvala Kasrashvili, de la antigua Unión Soviética (Georgia); Carmiña Gallo, de Colombia; Magdalena Blahusiakova, de Checoslovaquia, y Evdoquina Zdravkova, de Bulgaria; la mezzosoprano mexicana Estrella Ramírez, el tenor español Pedro La Virgen, o el barítono italiano Gian Piero Mastromei.

Por Alicia Alonso, y para Alicia Alonso, actuaron también en nuestro país, el gran pianista y director de orquesta Daniel Baremboim, la mezzosoprano española Teresa Berganza, o el venerable Maestro Richard Bonynge, que ha prestigiado con su presencia varias ediciones del Festival Internacional de Ballet de La Habana.

Igualmente hubo intercambios con el Teatro de La Zarzuela, de modo que los cubanos pudimos disfrutar de las producciones al estilo de La chulapona, La revoltosa, El barberillo de Lavapiés y El dúo de La Africana, en las puestas escénicas del insigne teatro madrileño.

Posibilitó, además, que la Ópera de Cuba y la Comedia Lírica alcanzaran proyección internacional: las primeras presentaciones tuvieron lugar en países de Europa y América Latina con obras como Tosca, La Traviata, Lucia di Lammermoor, La viuda alegre, Frasquita y Cecilia Valdés.

A Alicia que tanto amó y festejó la vida, no debemos recordarla con tristeza, porque en realidad, sigue junto a nosotros. Siempre que exista un bailarín, un maestro de ballet o un ensayador cubanos, siempre que existan el Ballet Nacional de Cuba y la escuela cubana de ballet, allí estará ella radiante, espléndida, por siempre...

«La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida», dijo José Martí en 1876. En otra oportunidad, sentenció: «Cada cual, al morir, enseña al cielo su obra acabada, su libro escrito, su arado luciente, la espiga que segó, el árbol que sembró. Son los derechos al descanso: ¡triste el que muere sin haber hecho obra!». Por eso Alicia vive hoy más que nunca. Y por eso aplaudo que nuestros artistas del Teatro Lírico Nacional canten en su memoria.

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