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Incubando el futuro

Desde febrero de 2009 llegó para quedarse el Laboratorio Artístico de San Agustín (LASA), que dejó de ser un proyecto para convertirse definitivamente en un verdadero laboratorio

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Posiblemente ya pocos recuerden que antes radicó una popular lavandería en la esquina de 254 y 35, en la Lisa, donde desde febrero de 2009 llegó para quedarse el Laboratorio Artístico de San Agustín (LASA), fundado por Candelario, reconocido creador de las artes visuales que ha hecho del dibujo, el performance, el video y la pintura, un todo armonioso; y codirigido por la curadora francesa Aurélie Sampeur. Así de fuerte ha marcado la existencia de artistas, arquitectos y diseñadores, informáticos, científicos (sociólogas, psicólogos, biólogos) y técnicos (carpinteros, mecánicos, herreros, albañiles), pero sobre todo de estudiantes y jubilados, profesionales y aficionados de la localidad, gracias a las múltiples prácticas artísticas contemporáneas que durante una década se han apoderado del espacio público de este barrio situado en la periferia de La Habana.

Mas, después de diez años de funcionamiento, se hacía necesario la recapitulación. Así, Candelario y la Sampeur se pusieron a pensar qué harían en los próximos diez años «¡Sabíamos que íbamos a seguir!, nos propusimos darle otra vuelta a LASA, que dejó de ser un proyecto para convertirse definitivamente en un verdadero laboratorio», enfatiza el primero.

«Era el ánimo de Aurélie y mío ir más hacia lo académico, hacia lo docente, a lo formativo de la joven generación de artistas y no artistas, porque nuestras puertas siempre han permanecido abiertas para todo aquel que desee poner en marcha alguna idea; el único pie forzado es que debe concretarse en el espacio público de San Agustín, no nos interesa otro lugar».

Fue de ese modo como hace un año se implementó un programa nombrado Residencia Artística Incubador. «En Cuba, igual ocurre en otros países, un joven se gradúa de San Alejandro y enseguida se llama “artista”, aunque está a mil kilómetros de esa realidad. Ser artista es mucho más que tener un título.

«Entonces se trata de que a través de Incubador los jóvenes estudiantes de cualquier índole puedan aprender sobre economía, presupuesto, técnicas, materiales, relaciones sociales, y sobre algo que está llegando con fuerza a la cultura y la sociedad cubanas: los tributos y los impuestos. Los ponemos constantemente en situaciones que ellos deberán resolver, Al final se termina con una exposición colectiva en la que se ponen en práctica todas estas ideas», argumenta Candelario.

La coordinadora de la Residencia Artística Incubador en LASA es Macarena Goldenberg, «una gran amiga que invitamos a que fuera la líder de este proyecto. Fue ella quien nos habló de la chilena Soledad García Saavedra, quien no será la única que tendremos en LASA, vendrán otros más, de hecho estamos planeando traer próximamente a un gran crítico francés. Todas estas experiencias me ponen muy ansioso, sobre todo pensando en los muchos buenos resultados que nos  darán».

A decir de Macarena, la conferencia que acaba de dictar García Saavedra forma parte «de lo que llamamos Sesiones abiertas de la Residencia Artística Incubador. En ellas participan los estudiantes de esta residencia, al tiempo que nos abrimos al público externo, pues nos gusta que los proyectos se expandan y beneficien a una mayor cantidad de personas.

«Dirigida a recién graduados de escuelas de arte, o de artesanía; instructores de arte y miembros de la Asociación Hermanos Saíz, de hasta 25 años de edad, quienes deberán residir en La Habana o provincias cercanas (entre otros requisitos que podrán hallar en http://lasa-cuba.blogspot.com o en https://www.facebook.com/lasa.cuba), la Incubador persigue apoyar la profesionalización en la esfera artística nacional e internacional y ofrece becas que duran un total de nueve meses.

«El programa considera dos áreas de trabajo, una teórica, que contempla cuatro módulos, y otra práctica en la cual se desarrolla un taller de producción de obras. La convocatoria y el proceso de postulación se difunden a través de WASA (Wifi Alternativa de San Agustín), la página web y las redes sociales. Para postular, deberán enviarme un e-mail a: macarena.goldenberg@gmail.com, solicitando la ficha».

Mirada de barrio en La Habana

Confiesa la historiadora del arte y curadora que no resultó difícil acoplar con LASA cuando la Goldenberg le contó sobre «la intensa labor comunitaria que tiene lugar  en San Agustín, la cual está muy en sintonía con lo que realizamos en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, donde llevamos adelante el programa Mirada de barrio, con el objetivo de conectarnos con los vecinos y vecinas».

Soledad era una estudiante universitaria y contaba con 19 años cuando vino por primera vez a la Isla para descubrir la Bienal de La Habana, en 2000. Su tercera ocasión en la capital cubana se produjo ahora tras comprender «que realizamos proyectos muy similares, aunque en contextos muy distintos. Ahora viajé para compartir una experiencia que suma ya tres años de trabajo en el museo, que abrió en 2006, y en particular en el territorio donde este se ubica, República, un barrio histórico, localizado en el sector Poniente, que ha tenido una trayectoria de muchos cambios y transformaciones: pasó de ser aristocrático a universitario, y luego a una zona muy gris durante la dictadura, con muchas casas de detención y tortura, para a partir de los años 90, 2000, volver a revitalizarse, gracias a una mayor presencia allí de fundaciones y centros universitarios.

«Mirada de barrio nació cuando nos replanteamos en el museo la necesidad de conectarnos con la gente de los alrededores, después de diez años dedicados a la estructuración y a ordenar las colecciones. Se hacía imprescindible acercarnos a esa comunidad vecinal que apenas conocíamos, como mismo le sucedía a ella con nosotros.

«Pusimos en marcha un trabajo de investigación-acción y en un principio nos planteamos hacer una exposición con los habitantes de esa parte de la ciudad, pero nos fuimos dando cuenta de que esas pretensiones eran casi imposibles. Entonces iniciamos las escuchas, los talleres creativos, mapeos, buscando enlazar más a los vecinos con el museo. Así concientizamos que la mejor manera de conquistarlos era explotando la temática del barrio República.

«A partir de ese momento cobró fuerza el proyecto, tras encontrar ciertos oficios y saberes presentes en la comunidad, que van en la línea de lo textil, la sastrería, la fotografía, la escritura (sobre todo de los recuerdos y memorias del pasado)... Con ese conocimiento elaboramos talleres durante seis meses, que nos posibilitaron preparar en cocreación finalmente la expo, la cual se tituló Haciendo barrio, por decisión colectiva.

«En la actualidad el programa lo conforman tres grupos que se anidan en el museo y que persiguen facilitar el empoderamiento de los vecinos: uno dedicado a los textiles, otro constituye una brigada fotográfica, y el tercero es un huerto-escuela. Mirada de barrio utiliza medios artísticos y creativos para fundar nuevos espacios de encuentro».

—Soledad, ¿qué fue lo que más te interesó de LASA?

—Sobre todo cómo se materializa el arte público en San Agustín, algo en lo que a nosotros nos falta mucho; cómo trabajar con artistas y cómo expandirse más allá de los muros de una institución: en las plazas, los paraderos, los murales... Constatar cómo el aprovechamiento de los espacios de la ciudad puede ser un recurso para establecer vínculos con los vecinos y potenciarles la creatividad.

«Vine a presentar nuestro quehacer, pero también a observar una experiencia distinta. Me he estado nutriendo de la cotidianidad cubana, de la manera natural en la que aquí se manifiesta la cooperación y la colaboración. Esas ideas de cómo cooperar en la cotidianidad, que es tan común en la idiosincrasia cubana, está ausente en la chilena. Nosotros estamos intentando recuperar esos sentidos de colectividad, de comunidad; despertar el interés por conversar, compartir y hasta por bailar... En Santiago se perdió la alegría de bailar, de pasarla bien. Allá todo tiene que ser más serio, más agudo, más solemne, producto del oscuro legado que nos dejó la dictadura.

«Estar aquí en LASA me ha permitido aprender también cómo hacer amigables las instituciones (que por lo general imponen los programas), lo cual significa saber negociar los distintos controles que estas generan con respecto a las personas. Necesitan dejar de ser impositivas para ser más dialogantes; dejar de ser estáticas, aisladas, fijas, para convertirse en entes vivos, muy vivos, así surgirá ese sentido de pertenencia en la comunidad.

«Es hora de que el museo no se tenga solo como un espacio para la contemplación, sino de que se transforme en un sitio de encuentro, donde puedo ir a conversar, a sentarme, intercambiar con los funcionarios... Debemos aprender a ceder y a escuchar».     

—¿Consideras que vale la pena poner en práctica estas Sesiones abiertas de la Residencia Artística Incubador?

—Por supuesto, porque se trata de una oportunidad para mostrar otros referentes que pueden resultar válidos. Debo decir que es muy difícil adquirir conocimientos en las universidades, que ayuden a formarte en el trabajo a nivel artístico comunitario, barrial. Este conocimiento no se encuentra en las universidades, sino en la experiencia. De ahí la importancia de que se propicien estos enlaces, estos intercambios, que nos permiten crecer. 

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