Representación de los 72 niños que integran La Colmenita bolivariana Matajey, en el municipio de Maturín Autor: Jorge Pérez Cruz Publicado: 28/01/2020 | 09:36 pm
Desde la improvisada tribuna levantada en el patio frontal de la escuela pública Adriana Rengel, en la parroquia Alto de Los Godos, municipio de Maturín, capital del estado venezolano de Monagas, Raidezka Patete y Angimar Jaramillo, como dos consagradas profesionales, conducen el espectáculo y acercan al público a interesantes pasajes de la historia local y nacional.
Y con el mismo desenfado que actúa, Raidezka, de nueve años de edad, me cuenta: «Estudio cuarto grado y para mí es una maravilla estar en La Colmenita. He aprendido mucho de nuestra cultura y es una experiencia muy bonita participar en eventos, eso me ha encantado. Quiero seguir estudiando la radio, me gusta todo».
Dos años mayor que su compañera de escena, Angimar me sorprende con su locuacidad: «Curso el sexto grado y me encanta hablarle al público sobre fechas patrias, tradiciones… En La Colmenita aprendí a leer más fluido, a compartir con mis amiguitos, a no tener miedo escénico, a conocer nuestros bailes, a buscar en los libros diferentes informaciones que pueden sernos muy útiles».
Ante la mirada atónita de sus condiscípulos y de espectadores ocasionales, los pequeños artistas ejecutaron El baile del mono de Caicara, una danza colectiva que nace en las tribus indígenas de la etnia chaima que habitaban en este estado de la región nororiental de Venezuela, y que, según relatan investigadores, constituye una expresión cultural que escenificaban «para obtener buenas y abundantes cosechas».
También bailaron La culebra de Ipure, otra danza tradicional de origen indígena, que se representa en la población de Ipure y tiene sus orígenes en una ancestral leyenda de esa zona, reseña la asesora Mariela Boffil Mariño, integrante de la misión cubana Cultura Corazón Adentro.
Hubo otras obras en escena, muy vinculadas a la cultura aborigen, interpretadas todas por parte del elenco de La Colmenita bolivariana Matajey, denominación tomada de la voz indígena matajea, que alude a las avispas que construían sus nidos, muy ricos en miel, en los arbustos de las amplias sabanas que dominan esa zona llanera.
Tras las actuaciones conversé con varios de los protagonistas, quienes han encontrado en este proyecto una oportunidad no soñada que les ha ayudado a «hacer nuevos amigos y mejorar la relación con sus compañeritos de escuela, conocer de la historia y el folclor», y en sentido general les resulta muy atractivo aprender de esta forma interactiva y divertida.
Los mayores aplauden
«Yo soy Ismenia González, la mamá de Héctor Aguilar, el niño que hace el papel de Brujito, en la pieza teatral El toro de La Pica». La señora se presentó espontáneamente, porque quería dejar constancia de su agradecimiento, y argumentó sus razones: «He quedado encantada, porque además de que ellos han disfrutado mucho, ahora están más cerca de nuestra cultura. Es bonito ver cómo nos vamos integrando, porque íbamos perdiendo la cultura con los niños…».
Fanny Villarroel, directora general del Gabinete de Cultura del estado de Monagas, sabe perfectamente que «la cultura nos sensibiliza, humaniza al ser humano; por tal razón debemos comenzar desde que el niño está en el vientre a agudizar todos esos sentidos. De ahí la importancia de continuar impulsando en las comunidades y las escuelas un programa tan hermoso como este de Las Colmenitas bolivarianas, creado por Chávez y Fidel, y que une los esfuerzos aquí de los hermanos cubanos y venezolanos, como parte del Convenio Integral de Cooperación Cuba–Venezuela, firmado por los dos líderes latinoamericanos».
Para Duglas Guzmán, coordinador de la Misión Cultura del estado de Monagas, «la articulación con nuestros hermanos cubanos es sumamente importante para desarrollar el proceso cultural que estamos viviendo en la actualidad, aprovechando que la cultura venezolana es muy rica y diversa.
«Con su apoyo hemos profundizado en la organización de eventos y en la formación de facilitadores y promotores. Esta ha sido otra manera de abrazarnos y hermanarnos, y lo cierto es que ha sido una experiencia muy bonita».
Son 72 los niños que integran La Colmenita bolivariana Matajey, en el municipio de Maturín, quienes provienen de familias humildes, y que de no haber sido por la Revolución liderada por el Comandante Hugo Chávez, que ha posibilitado el acceso gratuito a la cultura, la educación, el deporte y la salud como derechos humanos inalienables, continuarían siendo invisibles ante los ojos de las clases pudientes y oligárquicas. Son las Colmenitas bolivarianas otra batalla tenaz contra la herencia sedimentada en siglos de dominio capitalista.