Restos de viento es la segunda película de la realizadora mexicana Jimena Montemayor. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 10/12/2017 | 02:38 am
Esperó cuatro años para estrenar, en 2016, En la sangre. Sin embargo, luego todos los astros se alinearon para que la realizadora mexicana Jimena Montemayor, también directora de fotografía y guionista, pudiera empezar a rodar, mientras el público se interesaba por su ópera prima, su segunda película, Restos de viento, justo con la que compite por uno de los Corales que otorga el 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Dos primos suyos que habían perdido a sus padres fueron la primera inspiración de Restos de viento, cuyo guion había iniciado hace ya un tiempo. Y en esa investigación que la involucró en el proceso de duelo que ellos vivían, también Montemayor tuvo que enfrentar la muerte de su padre. Por eso es que este largometraje de 95 minutos de duración, fotografiado por María Secco, tiene mucho de autobiográfico, aunque el peso recae completamente en los dos protagonistas, cuya visión de la vida se va tornando más compleja en la misma medida en que se vuelven más adultos.
Así lo ha explicado en diversas entrevistas esta joven que ya sueña un tercer proyecto cinematográfico, el cual se acercará a la participación femenina en el primer levantamiento armado en Chihuahua, tomando como base Las mujeres del alba, la última novela que concibiera el escritor, traductor, tenor e historiador Carlos Montemayor, su ilustre progenitor.
Protagonizada por Dolores Fonzi (la podemos disfrutar también en El futuro que viene), Diego Aguilar y Paulina Gil, Restos de viento es uno de los filmes de ficción del 39 Festival que no está dirigido por un hombre. En esa nómina también se halla, por ejemplo, Temporada de caza, el debut detrás de las cámaras de la argentina Natalia Garagiola.
De 2017 es esta producción entre Alemania, Argentina, Estados Unidos y Francia que nos introduce a un adolescente de conducta violenta nombrado Nahuel (Lautaro Bettoni), quien al no tener ya a su madre, parte hacia la Patagonia para encontrar a su padre biológico, Ernesto (Germán Palacios), a quien no ha visto en más de una década.
Por el argumento, Temporada de caza nos suena a una propuesta cinematográfica que hemos podido ver en muchas otras ocasiones, pero Natalia Garagiola, responsable de este libreto que habla sobre la búsqueda de la identidad, decidió potenciar la fuerza de la imagen... y el silencio...
«El silencio es, efectivamente, el eje central de la historia, afirma quien se formó en la Universidad del Cine de su país. Hay pocas cosas más violentas que ese tipo de silencio entre un padre y un hijo. Y con el paso del tiempo se va resignificando. Nahuel desarrolla un mecanismo de defensa agresivo porque no sabe cuál es su identidad».
Reconocida en Cannes por su cortometraje Yeguas y cotorras (2012), Garagiola confiesa ser una admiradora de la cineasta Lucrecia Martel y de Lisandro Alonso, quienes «fueron punta de lanza para una nueva manera de ver el cine acá en la Argentina», dice. Por tal motivo debe sentirse más que orgullosa de saber que su filme aparece dentro de los elegidos por el comité organizador de la cita habanera junto a Zama, que viene con la firma de quien ha legado obras magníficas al estilo de La ciénaga, La niña santa y La mujer rubia.
Zama, también realizada con la participación de varios países (Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, México y Portugal), significa el regreso de Lucrecia Martel al plató después de La mujer sin cabeza que nos entregara hace casi una década. Basada en la novela homónima de Antonio Di Benedetto y con el mexicano Daniel Giménez Cacho al frente del elenco, la película se centra en Diego de Zama, un funcionario del imperio colonial español apostado en la Asunción del Paraguay de fines del siglo XVIII, quien aguarda que el Gobernador se digne a enviarle una carta al Rey para que este disponga su transferencia hacia un destino menos inhóspito.
Impresiona el mexicano Daniel Giménez Cacho como Diego de Zama.
Como «auténtica obra maestra que ratifica a su directora como una de las grandes autoras del cine contemporáneo» califica la crítica a este filme para el cual no escatima elogios. «También podríamos hablar de la belleza, de la multiplicidad de elementos y matices que hay en cada plano de Zama», escriben unos, mientras otros se refieren al trabajo de Daniel Giménez Cacho, quien «está impecable como ese hombre bastante patético que duda, sufre y espera, al que nadie parece respetar demasiado. Él es el corazón de una historia que contó con un elenco multinacional en el que aparecen desde la española Lola Dueñas (una Luciana Piñares de Luenga adicta al brandy) hasta los argentinos Juan Minujín, Rafael Spregelburd y Daniel Veronese».
¿Por qué la atrapó tanto este proyecto? La Martel ha respondido: «Lo que más me impactó fue el asunto de la identidad. Cómo uno se va metiendo en un carril que después hay que sostener. Inventaste tu vida, pusiste unos rieles, unos coches-cama, la máquina. Pero después, te das cuenta de que eso no era lo que te constituía. Como muchos de mi generación, yo siento que hice el mismo proceso que Zama. A nuestra edad se reflexiona sobre quiénes éramos y quiénes queríamos ser, qué sentido tenía eso».
Con esas motivaciones se materializó la película que representará a Argentina en el Oscar, al dejar en el camino a fuertes competidoras como La cordillera (concursa en el Festival) y Los que aman, odian, al ser aplaudida en festivales como el de Venecia, Toronto y Nueva York, así como traer el aval de tener coproductores tan famosos como Pedro Almodóvar, Danny Glover, Gael García Bernal y Diego Luna.
La industria cinematográfica argentina también está en parte detrás de otra candidata al Coral, a la cual no se debe perder de vista: Praça Paris (Plaza París), representante, además, del gigante sudramericano y de Portugal. Su directora es la reconocida cineasta Lúcia Murat, que al igual que el resto de sus colegas reunidas en esta página de Juventud Rebelde, se encargó del guion, pero en este caso acompañada por Raphael Montes.
En 110 minutos, Lúcia Murat nos involucra con fuerza en el día a día de Gloria (Grace Passô), una ascensorista que no consigue escapar del círculo de violencia en el que siempre ha vivido y es tratada por una joven sicoanalista nombrada Camila (Joana de Verona). La relación y el conflicto cultural que se establece entre una sicoanalista blanca y portuguesa, y una mujer negra con un historial de maltrato será el centro de la decimotercera entrega de la veterana realizadora, con 30 años dedicados al cine.
Plaza París, que comenzó su recorrido en el Festival de Río 2017, habla sobre cómo el contexto violento de una gran ciudad como Río de Janeiro, donde abundan el racismo, la desigualdad social..., puede influenciar de forma diferente, en lo cotidiano de las personas, explica Murat.
«Gloria es una mujer que posee un pasado trágico con un padre violento y alcohólico, y que desde siempre ha tenido una vida complicada al lado de su hermano menor, al que vio crecer, convertirse en el dueño del cerro, y ser arrestado. Gloria aún mantiene contacto constante con él. Aunque no está implicada en sus crímenes, siempre anda envuelta en relaciones muy complejas con la policía y con los diversos personajes del cerro. Mientras tanto, Camila irá temiendo más por su propia seguridad en la misma medida en que se va adentrando en la realidad de su paciente».
Para muchos es la actriz Grace Passô la principal carta de triunfo de Plaza París. «Una de las mejores actuaciones femeninas del año —insisten las diferentes publicaciones—, la experimentada actriz, directora y dramaturga de teatro, trae ricas sutilezas a la Gloria, haciendo que el personaje sea el termómetro de la película. Con economía y un habla baja, huyendo de cualquier histrionismo, Gloria se vuelve realmente amenazadora en el transcurso del conflicto».
Tan experimentada como Lúcia es María Novaro, quien trae a La Habana una cinta ya presentada con éxito en Berlinale Generation. Lleva por título Tesoros y nos acerca a la simpática Jacinta, quien con sus seis años nos cuenta cómo todo se transforma a su alrededor en la «apacible» comunidad Barra de Potosí que habita, a partir de que Dylan, Andrea y Lucas se aparecieran indagando por los baúles que debió haber dejado bien escondidos cuatro siglos atrás, el pirata Francis Drake.
En «esta historia que emana verdad por todas partes», Novaro no solo se encargó de la escritura, de la edición, y de la producción junto a Pamela Guinea, sino que además convocó a sus nietos para que vistieran los personajes principales (Jacinta Chávez, Dylan Sutton Chávez y Andrea Sutton Chávez), conquistaran a medio mundo con sus orgánicas actuaciones y provocaran elogios como que Tesoros resulta «un relato por el que te dejas llevar hasta un sorprendente final con mucho ritmo, que lo acaba convirtiendo en una de las ficciones mejor trabajadas con niños de las que se han hecho hasta ahora en el cine mexicano».
Interrogada sobre sus motivaciones para filmar esta película de corte infantil expresó: «Fueron mis propios nietos y a través de ellos pensar en los niños de mi país. México la está pasando muy mal. Estamos en un momento muy difícil. Los niños no están aislados de las noticias de violencia y de dolor que se viven permanentemente en el país. Quería decirles a todos que otro México es posible, que otro mundo es posible. En esta película hablo de una forma de vivir que es real, es absolutamente sincera», aseguró quien dedicó su película a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.
«En muchos aspectos Tesoros es un documental, yo no inventé nada, no hay nada exagerado. Es la otra verdad de México. Pero claro, con el objetivo de fortalecer a los niños, de decirles que ahí está el futuro, de que hay que vernos a nosotros mismos y a nuestra población como una gran riqueza».