Dos de los carteles de Raupa, para quien el Diseño es la carrera del siglo. Autor: Facebook Publicado: 21/09/2017 | 06:33 pm
Después de que el diseño se interpuso en su camino, ya no hubo marcha atrás. El impacto fue tan definitivo que la Electrónica por la cual había optado se quedó en el camino. La culpable fue una amiga que, tal vez sin saberlo, le descubrió un mundo de maravillas, cuando puso a Raupa —alias Raúl Valdés— en contacto con la labor de su padre. «Para mí la carrera de Diseño es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Cuando mi amiga me hizo saber de su existencia, no era tan popular como ahora, que están de moda los diseñadores, los “gráficos”, los “industriales”... Otra cosa era estar en San Alejandro, ser artista, pintar, esculpir... Pero en aquel momento el Diseño era una profesión casi desconocida».
De repente Raupa quedó tan atrapado, que abandonó el técnico medio y se impuso entrar en el Instituto Superior de Diseño (ISDi), «lo cual conseguí luego de varios años de proponérmelo. El diseño, una de las razones que me hacen ser feliz en Cuba —aparte de la grandeza de este país, por supuesto—, ha sido la mejor manera que he encontrado para comunicarme con los demás. Por lo general, prefiero trabajarlo desde la ilustración. Algunos colegas se van, sin embargo, por la tipografía, la fotografía, el audiovisual... Pero yo, aunque acudo a todos esos medios, me decanto por la ilustración, por la animación, aunque no me considero un animador en sí. Es una disciplina que respeto profundamente. Aprovecho de ella lo que me sirve para expresar una idea, un mensaje, para manifestar pensamientos, sentimientos y para llegar a los demás».
—Supongo que fue una decisión difícil, porque después de terminar Electrónica comenzarías a trabajar y a ganarte la vida...
—Imagínate que mi mamá pensaba que por fin empezaría a encaminarme de verdad. Y tuve que decirle: «Lo siento, pero quiero ser diseñador y voy a luchar por ello». La pobre, cuando creyó que mi aporte a la casa ya estaba a punto de llegar, se encontró con que debía seguir «cargando» conmigo: los tres años del pre en el campo, el tiempo del Servicio Militar, los cinco de carrera... Ahora está supercontenta, y se arrepiente mucho de haber dicho: «¡Es una locura!». Vive orgullosa de un trabajo que realizo con total entrega porque me desempeño en una profesión que me llena.
—Si te gustaba tanto dibujar, ¿por qué no elegiste la plástica?
—Fue una de las opciones que me ofreció también mi madre: presentarme en la Escuela Nacional de Arte y convertirme en pintor, grabador o escultor. Pero me percaté de que en mi caso no se trataba de pintar por pintar. Eso me aburría un poco. El diseño me captó de inmediato cuando entendí que con él se me abría un mundo de posibilidades, porque lo mismo te puedes dedicar a lo editorial (periódicos, revistas, libros, etc.), que a lo publicitario (anuncios, folletos, carteles...); trabajar con lo multimedial, que con la identidad corporativa, es decir con logotipos, señalización... Si a todo eso le añades que siempre sentí predilección por el cine, con su capacidad para contar historias a través de imágenes y sonidos... Era la carrera que lo tenía todo, o al menos lo que a mí me atraía o me interesaba estudiar, dominar...
«Por otra parte, por mi carácter, por mi personalidad, necesito estar involucrado en proyectos diferentes. Al punto de que en ocasiones realizo videoclips, audiovisuales, pero siempre pendiente de la selección tipográfica, de los colores, la composición; elementos que nunca dejo de la mano. De cualquier modo, a un diseñador lo vuelve muy competente el hecho de que se pueda auxiliar de distintas herramientas para alcanzar mejores resultados.
«Recuerdo que cuando llegué al ISDi por primera vez me deslumbré con los trabajos más sobresalientes que estaban expuestos en las paredes de aquellos largos pasillos. Me dejaron con la boca abierta porque no podía creer que se pudiera conseguir tanta maravilla. Muchas de las personas que optaron por esa carrera lo hicieron creyendo que por esa vía se acercarían a la Arquitectura, por ejemplo. Pero yo sí estaba muy claro. Para mí fue como dar con la carrera del siglo».
—¿Resulta estimulante tener que trabajar por encargo?
—Para un diseñador ese es el pan de cada día. Por tanto, no constituye un problema para mí. Por el contrario, estoy hecho, preparado, para asumirlo. Lo que sucede es que trato de ir más allá de los requerimientos del cliente, con sugerencias creativas que ayuden a encontrar el diseño ideal. Hay quienes ven esta cuestión como una atadura, pero entonces lo mejor es liberarse y diseñar para satisfacer sus propias necesidades creativas... Mira, a mí me encantaría, digamos, realizar carteles a partir de motivaciones personales, como para la película Fresa y chocolate. ¿Que ya tiene tres? No me importa. Esta sería mi versión, que imprimiría en serigrafía y quedaría «letal». También de eso se puede vivir, aunque no es la dinámica en la que por lo general se mueve un profesional de este tipo.
—¿Qué es lo que más le agradeces al ISDi? ¿Fue la universidad que imaginaste?
—A ver: cuando uno llega a una universidad tiene una pila de ideas que no sabes cómo enfocarlas, por dónde canalizarlas. El ISDi me dio las herramientas para resolver cada problema que se me podía presentar. Para mí fue todo el tiempo rico, a pesar del estrés al que me mantuvo sometido. Pero hasta eso se agradece, porque te prepara para cuando tengas que enfrentar la vida real.
—¿Qué sucedió contigo después de graduarte? ¿Cómo conseguiste el reconocimiento que hoy te acompaña?
—Jose, cuando me gradué (2005) había acabado casi de tener a mi hijo, un suceso muy significativo en mi vida. Ocurrió a finales de cuarto año. A principios de quinto, como parte de un ejercicio preprofesional, alguien debía realizar dos spots para la Televisión y enseguida levanté la mano. Contaba con una computadora que me había comprado con el dinero que me gané montando ferias y exposiciones como quien hace fotos de 15 y cumpleaños, y me atreví. Gustaron mucho, me decían que habían quedado «mortales», y eso empezó a abrir una vertiente de mi labor, que me sería muy útil.
«Al egresar del ISDi me mandaron a cumplir mi servicio social en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, donde permanecí por un año preparando Power Point, porque no tenía otra cosa a qué dedicarme. Me enfermé, también de tristeza. Pedí el traslado y, para mi suerte, entré en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Esos dos años fueron geniales. Me tocó concebir catálogos para exposiciones de premios nacionales de Artes Plásticas, invitaciones...
«Fue estando en el Museo Nacional de Bellas Artes que desde Casa de las Américas Pepe Menéndez, su jefe de Diseño, me llamó para que hiciera el spot del Premio Literario Casa de las Américas 2006, año en que inició mi fructífera y cercana colaboración con dicha institución; lo que comenzó a darme a conocer por todas partes. Trabajé mucho, incluso atenté contra mi salud, pero era fundamental para poder sentar las bases de mi presente y mi futuro. Bueno, jamás he dejado de trabajar, que es lo rico de esta historia. El reconocimiento me ha llegado divirtiéndome, y trabajando muy duro».
—Tus obras tienen un sello...
—Siempre he tratado de forjarme una manera particular de hacer, aunque, por supuesto, me nutra de modos de pensar, de formas y métodos de proceder. Yo soy de La Habana Vieja, de los alrededores de la Catedral, y en lo que he hecho se pueden descubrir esas texturas, los colores, esa onda que me impresionó del barrio donde nací, de sus calles. También fui un niño que disfrutó al máximo la televisión de entonces, de ahí que poseo no poca información visual. En mi etapa de niño-adolescente me llamaba la atención, por ejemplo, el cine de Fellini, Bergman, Almodóvar... Mi mamá ya me dejaba por imposible y me permitía ver esos clásicos, lo cual resultó muy provechoso, porque, como ya dije, me dio mucha información. Por tal razón es que está en mis obras esa otra marca «peliculera», cinematográfica.
—¿Cómo ha sido probarte fuera de Cuba?
—Hasta ahora cada vez que nos insertamos en el mundo descubro que funcionamos perfectamente, lo mismo en Francia, donde me uní a Nelson Ponce, Michele Miyares Hollands, Giselle Monzón y Edel «Mola» Rodríguez para realizar la exposición ¡Cuba a la vista! (2015), en el Museo de Bellas Artes de Besançon; como en Estados Unidos, donde han sido muy bien recibidos mis trabajos, lo que pude comprobar en muestras como Puros cubanos, que se inauguró en el FRONT Art Space de Nueva York, o al estilo de Seattle Habana Teherán... He tenido asimismo el privilegio de haber sido invitado a universidades a dictar conferencias, y de acompañar a Lizt Alfonso Dance Cuba (LADC) en algunas de sus giras. Y absolutamente todas han resultado experiencias fabulosas. Es una vivencia muy saludable porque cuando se está en Cuba uno puede llegar a creerse el centro del universo, pero te percatas de que no, que este es bien grande.
—Cuando quieres convencer a un cliente, ¿qué trabajos tuyos sueles presentarle?
—Depende, pero igual uno tiene trabajos de los cuales se siente orgulloso. Le mencionaría lo que hice durante los ocho años que colaboré con la Muestra Joven Icaic, asumiendo sus campañas de promoción. Casa de las Américas también define mucho mi quehacer. Últimamente me ha dado no poca satisfacción lo que he realizado para LADC, al igual que los encargos de la Oficina del Historiador de La Habana (OHC).
«Esos pueden ser los cuatro puntos cardinales de mi carrera: Casa con un lenguaje muy ilustrativo y animado; la Muestra, más cinematográfico, surrealista y “loco”; el de Lizt, más sincero, porque lo que se ve y lo que impacta es lo que está pasando en realidad, y la OHC, donde todo es más documental... Todos tan diferentes entre sí y, al mismo tiempo, tan yo...».
—La OHC está detrás de la expo Story de mi vida, que ahora se exhibe en La Habana Vieja...
—Story de mi vida llegó por interés de la OHC y de Liset Valderrama, especialista de su Oficina de Gestión Cultural. Ella primero se me acercó para que expusiera en un espacio nombrado Fiesta infantil, pero aunque algunos podían funcionar, la verdad es que mis carteles no han sido pensados para el público infantil. Entonces me propuso que preparara una muestra personal para la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena. Desde 2007 no me involucraba en un proyecto así, y la idea me estimuló.
«Daniel G. Alfonso compartió conmigo la curaduría de esta expo que tiene como centro la ilustración y muestra bocetos y dibujos que han sido resultado del proceso creativo de trabajos que nunca llegaron a realizarse. Eso por una parte, y por la otra, quienes la visiten podrán encontrar carteles, además de storyboards de algunas de mis obras audiovisuales, así como guiones gráficos a partir de los cuales derivaron varias de mis realizaciones.
«Es evidente que como diseñador gráfico me siento cerca del arte. De hecho, trato de que haya una gran porción de arte en lo que creo, en lo que concibo, aunque jamás olvido que mi responsabilidad sigue siendo comunicar».