Ingrid Castellano Morell, joven realizadora. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 21/09/2017 | 06:11 pm
Camagüey.— Su relación romántica con el cine inició a los 11 años, al admirar los movimientos de cámara de la película El ciudadano Kane. «Me hechizó la maestría artística del filme», recordó Ingrid Castellano Morell, realizadora de audiovisuales y miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de esta provincia. «Uno llegaba a preguntarse: ¿cómo hicieron aquellas escenas tan precisas? Para mí el cine nunca más fue entretenimiento, sino un aguijón para descubrir qué había detrás de las cámaras».
—Durante tu efímera experiencia como realizadora, exhibes lauros como el Pitching del Almacén de la Imagen, en 2013, y el premio colateral de la Uneac. ¿Cuál es la fórmula para desarrollarse en esta profesión tan compleja?
—Consumir mucho cine. Esa ha sido mi mayor escuela. Soy asidua a los Cine Club y participo en los múltiples eventos relacionados con esta expresión artística. Leo, además, no poca crítica cinematográfica.
—Eres periodista, ¿cuánto le agradeces a esta profesión?
—Soy periodista, pero el cine me desbordó. Siempre tuve claro lo que quería y, a pesar de tener oportunidades para ejercer el ejercicio reporteril, busqué mi realización en la AHS, donde encontré el espacio y entendimiento para mis aspiraciones profesionales.
«Al periodismo le agradezco la sólida preparación que gracias a él obtuve y las herramientas que me ofrece para mantenerme conectada con la sociedad circundante y con la investigación. Percibí en él la posibilidad para comprender el complejo mundo del séptimo arte».
—¿Cómo llegas al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic)?
—A través del premio Pitching del Almacén, el cual me abrió las puertas para hacer realidad el proyecto de animación El pastor de nubes, en 2014.
«La experiencia en los Estudios de Animación del Icaic ha sido impactante; otra escuela. En ellos encontré profesionales experimentados que me ayudaron muchísimo.
«Defiendo la humildad y el respeto a los mayores. Eso me ayudó a relacionarme espiritualmente con un equipo de trabajo que luego se convirtió en una gran familia a la que agradezco ese sueño, porque la animación es el resultado de un equipo de trabajo y del esfuerzo, el sacrificio, la paciencia y el talento de muchas personas».
—Receta «rara» la de ser mujer realizadora de animados para adultos.
—Lamentablemente es así no solo en Cuba, sino también en el mundo, porque en este sector prevalecen los hombres. Sin embargo, no creo que sea impedimento ser mujer, porque el éxito no depende del género, sino de la superación profesional del creador. Mi experiencia, que no es mucha, me reafirma que a la mujer cubana nada la detiene, más si está preparada y con deseos de asumir desafíos.
—¿Por qué la «extraña» predilección de hacer animados para adultos y no para niños, que es lo más común en Cuba?
—La escasa realización de animados para adultos en el país no me frenó los deseos de hacer lo que me gusta. Al presentar el proyecto, también defendí mi pleno disfrute, mi espiritualidad, y eso determinó la manera de contar la historia y para quién estaba dirigida.
«Escribo historias que necesitan del animado para expresar sentimientos, desde un lenguaje específico, claro, polémico y reflexivo, que conforma la base de mi creación. El género en sí mismo me brinda libertad creativa. Esa libertad me ayudó a concebir El pastor de nubes, un corto de animación de seis minutos, que cuenta cómo un hombre, en medio de un áspero y difícil mundo, pastorea nubes para sobrevivir. A través de la obra expreso optimismo, al que no se puede renunciar.
«Un error mayúsculo sería asociar el animado solo a lo infantil, didáctico y simple, porque es mucho más: un engranaje de códigos visuales y estéticos que hay que entender, para luego servirse de ellos.
«Tampoco he renunciado a crear para niños, porque existe un mundo infantil que se puede retratar respetuosa y artísticamente; alejándonos de la reiteración y de la simpleza. Nuestros niños saben lo que quieren y no se les puede subestimar».
—¿Qué significa Camagüey para la creadora Ingrid?
—El sitio perfecto para desarrollar cine, porque es una ciudad en la que existen eventos como el Taller de Crítica Cinematográfica, el Almacén de la Imagen y el Festival Internacional de Videoarte; escenarios que propician el conocimiento y el gusto estético por el séptimo arte.
«Mi ciudad ofrece lo que no se palpa en otro lugar: tranquilidad para leer y ver películas sin que seas seducido por otras tendencias artísticas. Hay espacios en Camagüey muy bien concebidos, especializados, que cultivan el talento y el gusto creciente por el cine».
—¿Lo más importante en Ingrid?
—Mi familia; y los amigos, aquellos que me apoyaron en cada desafío.
—En el país existe un debate permanente sobre el consumo cultural. ¿Cuál sería el rol de los noveles realizadores en este complejo escenario?
—Ningún creador, joven o experimentado, puede estar divorciado de este nuevo contexto de creciente consumo cultural. Nos toca como realizadores hacer que el público no deje morir los verbos, el pensamiento y la reflexión sobre su entorno; desde nuestra creación.
«Ese rol debe asumirse inteligentemente; acorde al dinamismo del mundo actual, en el que existen otros códigos para la comunicación y una influencia foránea abrumadora, enajenante; de la peor especie, subliminal. Y de alguna manera también hay que enseñar a deslindar.
«El cine cubano necesita de nuevos discursos y propuestas estéticas, reinventarse, repensarse y mirarse a sí mismo, pues aunque ha tenido sus momentos de «crisis», ha sabido ser impulsor, a la vez que crítico, del momento que vive.
«La gran contradicción actual, que surge y se extiende a través de la explosión de las tecnologías, es que hay personas de todas las edades haciendo cine espontáneamente, sin conocimientos mínimos y herramientas para conseguir una buena factura.
«Existen buenos casos también. Un ejemplo positivo de este fenómeno masivo es el proyecto Hieroscopia, en Nuevitas, que estremece a una ciudad industrial y se ha extendido hacia otras regiones del país.
«Le corresponde a los decisores en el ámbito de la cultura en el país transformar esa realidad, que ya nos supera. Hay que intentar, buscar las maneras para educar a la sociedad cubana en este fenómeno de multitudes.
«Abunda hoy el audiovisual cubano, de muy buena factura creado por jóvenes, que se automutila, después de existir, incluso hasta después de ser premiado, al no encontrar espacios en la programación de los medios para su proyección. ¿Cómo vamos a educar si no mostramos lo que hacemos, si no educamos desde edades tempranas por medio de propuestas bien inteligentes? Y lo peor es que existen y esperan por ser mostrados», concluyó.