Reynier Mariño presentó en la Isla el espectáculo Lorca en mí: la travesía de ida y vuelta. Autor: radiobayamo.icrt.cu Publicado: 21/09/2017 | 05:41 pm
BAYAMO, Granma.— Pocos conocían o recordaban en la ciudad al joven guitarrista y compositor que hace cerca de diez años hizo vibrar los cimientos bayameses con su canción Si tú te vas, quizá el único tema de música flamenca que ha logrado colarse como el número uno de los hits parades de la radio en Cuba durante toda una semana.
Tenía entonces solo 24 años, cuando Reynier Mariño Ramírez, recién estrenado como guitarrista profesional del Instituto Superior de Arte, comenzó a desandar los caminos poco transitados del flamenco en Cuba.
Una década después, con una carrera artística consolidada en España, Mariño retornó a Bayamo en medio de una gira que lo llevó por toda la Isla y 11 países del continente. Desde aquí, dialogó con JR sobre sus experiencias de músico cubano fuera de las aguas nacionales, de los retos, y de la Cuba que no se «saca» del alma.
—Fuiste en su momento un artista polémico por defender la cultura cubana desde España, ¿cómo asumes esta condición?
—Ha sido complicado porque en España te encuentras personas que te apoyan y otras que no lo hacen. Me ha sucedido que he estado en un restaurante cenando con mi familia y nos sacaron «por comunistas», pero más allá de estas situaciones difíciles, en alguna medida estar allí me ha demostrado cuán revolucionario soy, no solo en mi música, sino en mi comportamiento, porque ese ha sido un frente de batalla.
—¿Qué implica estar en la Isla después de haber recorrido tantas plazas del mundo? Hablamos de más de 50 países.
—Estar en Cuba es lo más lindo que me puede suceder, porque la gente de aquí es como yo, y el público cubano es muy atento, está contigo antes, durante y después del concierto, y eso es algo que no te ocurre con ningún otro.
«Por ejemplo, cuando fuimos a la Universidad de Granma pensamos en una operación fracaso, pues el flamenco no pega mucho con los jóvenes cubanos que prefieren el reguetón o la salsa, y al terminar el espectáculo los muchachos estaban llorando y nosotros también, y entonces verlos a todos de pie, te descoloca y te convence de que el sitio tuyo no es España, ni Egipto, ni es Londres, que tu sitio es Cuba. Además, aquí hay un no sé qué, que siempre me devuelve la inspiración».
—Comenzaste en Cuba con un grupo de cinco integrantes y en España lideras una compañía de más de una veintena de jóvenes de diferentes naciones, ¿ha sido un reto?
—Tremendo reto, porque los jóvenes europeos y de otras partes del continente son muy independientes, ellos no ven al director del grupo como el papá que tiene que cuidar de sus acciones o dirigirlos en sus vidas.
«En cuanto a la parte artística ha sido mucho más sencillo, pues la única ley que he puesto para entrar a la compañía es que tengan talento y ganas de trabajar, y realmente me han tocado artistas increíbles».
—Volvamos atrás. En el 2000 rompiste los esquemas al comenzar a cultivar un género que no tenía tradición en Cuba. ¿Por qué el flamenco?
—El flamenco me gustó desde niño, pues mis padres escuchaban ese tipo de música en la casa y eso nos influenció mucho a mi hermana y a mí; ella es la cantaora oficial de la compañía.
«Después estudié la carrera de guitarra y música, pasé por el Ballet Español de La Habana, aunque por poco tiempo, y por último me incorporé a la Compañía de Lizt Alfonso, pero lo que yo quería hacer era flamenco.
«Así, en el año 2003 salió el primer disco, Alma Gitana, que se pensó iba a ser un fiasco, y se vendió bastante».
—¿Ha sido difícil «bailar en casa del trompo» sin perder tu idiosincrasia?
—No. En realidad ha sido sencillo porque nos ven como una compañía de fusión de gente de varios países, donde las actrices son uruguayas o argentinas. En mi caso soy cubano y si dejo de serlo, perdería el respeto, por eso en el escenario: ¡bien cubano!
«Tampoco hago flamenco puro, sino fusionado con el son, el jazz, el sucu sucu, el cha cha chá y la música clásica, que son ritmos que me corren por las venas».
—Flamenco Mío, Celosías, Paradigmas y Lorca en mí, son algunos de los discos que has materializado en España. ¿Cuánto has crecido desde Alma Gitana hasta Lorca en mí?
—En lo artístico he crecido mucho, porque cuando estaba en Cuba creía que sabía algo y no era así, de hecho aún hoy creo que sé muy poco, porque estar entre artistas tan profesionales como Arjona, Maná o Paco de Lucía te hace comprender que tienes que crecer.
—Lorca en mí…, producción de 2013, es el espectáculo con el que te presentas en Cuba, ¿de qué trata esta propuesta?
—Lorca en mí: la travesía de ida y vuelta es un espectáculo muy alegre que mezcla el flamenco en el baile y la danza, con fragmentos teatrales de la obra La casa de Bernarda Alba, además de varios instrumentales y la musicalización de seis poemas de Lorca y otros seis que se recitan, incluido un tema de los poemas de nuestro héroe Tony Guerrero.
—Dos nombres: Lizt Alfonso y Manolo Sanlúcar.
—Lizt es como mi madre, a quien agradezco mucho de lo que sé, porque me mostró España y al flamenco, me dio la oportunidad de componer, y fue quien me enseñó a ser profesional, quisquilloso, discreto y puntal.
«Y Manolo me dio una lección inolvidable, me dijo que no tocara, que escuchara y luego vino una clase de cuatro horas sin tocar. También me demostró que el flamenco no es esa locura que yo pensaba, que de alguna manera es una religión y que si no lo asumes con el respeto debido, no lograrás que te respeten a ti tampoco».
—¿Cómo te definirías?
—Como uno más, como el que vende pizza, o el que enseña, o el periodista que escribe. Uno más, sin sentirme grande. El artista es un ser humano normal, no un dios, y esa es la filosofía que defendemos en la compañía.