La tradición establecida por su fundadora, Lilia Esteban, ha hecho de la Fundación Carpentier, entre otras muchas cosas, un foco animador de la cultura. Tan mutante como la vida, la cultura se reconstruye permanentemente. Ningún manual establece verdades definitivas. El hoy y el ayer se entremezclan y confunden en el tránsito de cada día; porque la memoria no es un mar muerto depositado en un archivo polvoriento. Revive en el estudio, en las afinidades electivas, en el diálogo, en el renovado encuentro con lo que somos, en el insaciable replanteo de las mismas preguntas. Tampoco la historia es mero compendio de figuras relevantes. Cada una de ellas se movió en el contexto de múltiples voces, contradictorias, tímidas, a veces vacilantes y acalladas por las circunstancias de la existencia. Para rescatar la visión del complejo entramado cultural, la Fundación Carpentier promueve dos ciclos destinados a explorar zonas secretas de nuestro ayer cercano. Uno de estos se consagra a rescatar Escritores olvidados de la República, donde conviven personajes secundarios con algunos que alcanzaron nombradía, predicamento y dejaron un legado valioso. Desde una perspectiva similar, comenzamos en el 2012 el abordaje de La intimidad de la historia, territorio secreto recogido en diarios personales, correspondencia, testimonio que revela todo lo que ha permanecido oculto tras el relato de las grandes hazañas de la Historia.