La pareja es un pacto al que llegamos por nuestra voluntad, pero que hemos de revisar ante las señales de alerta. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 05:17 pm
Había una vez, en un lejano lugar del archipiélago, una pareja que parecía perfecta. Se conocieron en un soleado día por una de esas casualidades pactadas por el destino, y se sintieron especiales. Se miraron, intercambiaron las primeras palabras y salieron juntos. Era como si se hubieran conocido ya… una vez en un sueño.
Una noche, en la que la luna y las estrellas brillaban con intensidad, se conjugaron la fantasía y la magia del deseo, y de pronto, siguiendo los latidos de sus corazones, se besaron por primera vez. Los días siguientes fueron de perenne armonía, y con ella se abrió paso la pasión.
Con el tiempo descubrieron que tenían muchas cosas en común, cada uno sabía cómo hacer reír al otro, y evitarle la tristeza. Compartieron sus amigos, la familia, proyectos de vida y hasta se aventuraron a convivir juntos.
¡Tan felices estaban… todo iba tan bien! Hasta que un día, uno de ellos comenzó a sentirse abrumado. Los problemas del trabajo, las preocupaciones económicas, hacer lo mismo todos los días, la ausencia de «algo estremecedor» hicieron de esta historia una más, en la que los sueños tocaron tierra y el «castillo» perdió el encanto.
No es cuento de hadas
Aunque de niños muchos soñamos e imaginamos un futuro perfecto, en el que la vida solo se pinta de bellos colores, sin preocupaciones o desencantos, con amores eternos y un seguro final feliz, con el transcurso del tiempo despertamos de esa ilusión y tropezamos, día a día, con una realidad en la que se aprende a vivir con diversos tonos, no siempre tan ensoñadores.
Aprendemos que los príncipes azules y las bellas princesas casi no existen, que los besos no rompen maldiciones y que los castillos solo podemos encantarlos nosotros mismos, desde el empeño y el amor con el que se coloque cada uno de sus pilares.
Sin embargo, seguimos aferrados a ese idilio de la pareja perfecta y la buscamos constantemente, a pesar de las desilusiones o fracasos que hayamos sufrido. Incluso, todavía nos preguntamos: ¿cuál es la clave del éxito para que una relación perdure felizmente en el tiempo? ¿Cómo mantener el equilibrio de satisfacciones físicas y emocionales con una persona? ¿El éxito de la relación depende de la fidelidad o la lealtad que se profese?
Para dar respuesta a estos cuestionamientos, o al menos acercarnos a un fenómeno que no por antiguo deja de tener vigencia, y a propósito de la celebración del Día del Amor, este equipo de reporteras indagó entre jóvenes solteros y parejas estables de la capital.
Sinceridad, confianza y respeto son los ingredientes imprescindibles para sentar las bases de una relación que perdure en el tiempo sin necesidad de acudir a otros caminos «incorrectos», coincidieron más de la mitad de los entrevistados.
No obstante, para ellos ninguna de estas interrogantes puede responderse de manera automática, siguiendo un manual de fórmulas o requisitos indispensables. Está claro que cada pareja vive su relación y establece los patrones o códigos por los cuales se regirá y así determina también lo que puede considerarse, o no, según el marco de sus límites, una transgresión.
Así piensa Amado Santos, de 30 años, para quien la tolerancia y el respeto a los espacios individuales de cada miembro de la pareja pueden funcionar a su vez como antídotos contra la monotonía, la rutina y hasta la infidelidad.
«Si existe confianza y sinceridad, y se respetan los espacios individuales, es muy difícil llegar a la monotonía, porque todo se hablaría entre los dos para evitarla. La aceptación y la tolerancia permiten que una simple pasión sexual evolucione hasta un sentimiento más profundo por alguien que luego puede ser el compañero de tu vida», añadió.
Sin embargo, Joana Cruz, de 26 años, reconoce que, aunque es vital la conjunción de fidelidad y lealtad entre los miembros de la pareja —porque una complementa a la otra—, en ocasiones esos principios pueden tambalearse, sobre todo porque la atracción física hacia alguien es inevitable.
«Todo se complica cuando esa tercera persona por la que nos sentimos atraídos llega a interesarnos más y deseamos hacerla partícipe de nuestras vidas: queremos compartir no solo el cuerpo, sino también el corazón. En esos casos, la fidelidad se resquebrajó y con ella la lealtad», explicó.
Otras veces, como le sucedió a Vanessa Benítez, de 27 años, el deseo de vivir sensaciones diferentes luego de siete años de relación provoca la separación de la pareja. Para ella, ante la llegada de la costumbre y la inercia ambos deciden «experimentar» por otros caminos. Y si no funciona, retoma lo que entre los dos construyeron.
«En la etapa inicial del enamoramiento, asociamos amor y fidelidad como una misma cosa, pero con el tiempo nos percatamos de que no es así. Surgen necesidades como las de sentir otras emociones, probarse a uno mismo, responder a otros estímulos, y eso también enriquece a cada uno», considera.
«Lo que sí no puede faltar es, además de la confianza, la seguridad y la libertad que proporciona el conocerse tan bien luego de tanto tiempo, y la lealtad, sustentada en el respeto, esa que permite hablar de lo que falta y es necesario», estimó Vanessa.
Paradojas de dos
Cada persona tiene necesidades profesionales, familiares, espirituales, sexuales, materiales, y en la satisfacción de estas empeña su vida. Aunque nacemos solos, siempre buscamos una compañía, un apoyo, o mejor aún, un «compañero (o compañera) de viaje» que comparta nuestros ideales y encare, junto a nosotros, tiempos buenos y malos.
Dicho así, suena muy sencillo, pero la realidad es mucho más compleja, en la medida en que aprendemos a convivir y conocer a esa persona, y a la vez queremos mantener con ella el fuego de la pasión carnal del comienzo.
Justamente esta es una de las contradicciones más frecuentes en las parejas que han llegado a un elevado nivel de compenetración y seguridad, asegura la terapeuta y sexóloga belga Esther Perel, quien radica en Estados Unidos y asistió al VI Congreso Cubano de Orientación y Terapia Sexual, celebrado el pasado mes de enero en la capital.
La autora del famoso best seller Inteligencia erótica, compartió con este diario algunas apreciaciones sobre la intimidad y la sexualidad en la pareja de hoy, y los desafíos que impone el conciliar el equilibrio entre ambos conceptos.
Para la especialista, intimidad y sexualidad no son sinónimos. La primera consiste en el nivel de confianza, respeto, admiración, seguridad y compenetración que se logre entre los amantes; mientras que la segunda contempla el grado de atracción física, deseo y placer sexual.
«De un lado se experimenta la necesidad de la estabilidad y la permanencia, la seguridad, la dependencia de lo conocido; y por otro, las necesidades de aventura, libertad, novedad, excitación, riesgo ante lo desconocido, el misterio y la sorpresa.
Reconciliar estas dos entidades que responden a necesidades humanas opuestas no es un problema que se resuelve, pero es una contradicción que, desde la experiencia, puede manejarse hasta lograr el equilibrio.
«Los seres humanos actuamos según nos han enseñado, por eso asumimos determinadas conductas en el plano personal que nos conducen a aciertos y desaciertos. No obstante, esta fórmula puede variar de acuerdo con las circunstancias y las necesidades individuales que se tengan en cada momento», explicó Perel.
Esa dicotomía —advirtió— es la que ha conllevado a no pocos fracasos en los noviazgos y matrimonios, que no logran la reconciliación de ambos conceptos en el transcurso de su relación.
«El compromiso está edificado sobre la noción del amor, pero esta es muy cambiante. Se quiere encontrar en una persona lo que está en una comunidad, o sea, queremos encontrar en el amante, al amigo, al compañero, al confesor, el apoyo incondicional que necesitamos, y lo cierto es que, aunque no es imposible, sí es muy difícil mantener todas esas cualidades en un mismo ser.
«Muchas veces, en el afán de reunir esas actitudes para hacer feliz a la otra persona se pierde parte de la individualidad; lo que en un inicio puede ser asumido con complacencia, se convierte luego en una inconformidad con uno mismo.
«Por eso es tan importante mantener ciertas dosis de egoísmo “positivo”, que te permita dejar de pensar en el otro para concentrarte en lo que te satisface a ti, y evitar ceder a las tentaciones», afirmó la doctora Perel.
El sexo, como elemento esencial en la satisfacción de ambos, es mucho más que el acto carnal, insistió la terapeuta. «Es un lugar al que entramos, en el que interactúa la intimidad con los sentidos más instintivos, pero la práctica demuestra en muchas ocasiones que, mientras más nos acercamos y nos compenetramos, hay intimidad pero menos sexo. Por eso aquellas parejas que se han fusionado demasiado, pueden terminar deserotizadas y el camino más socorrido entonces es buscar esa pasión en otra persona».
¿Lealtad vs. fidelidad?
Muchos son los factores que pueden incidir en que, un día, «se lance una cana al aire». Aunque depende de la personalidad de cada cual y del contexto de su relación, lo cierto es que en no pocas ocasiones, estos actos se repiten.
Según algunos de los entrevistados eso tiene que ver con la elección de la propia pareja, en primera instancia. Cuando se empieza a dudar, al cabo de cierto tiempo, de que en efecto sea esa la persona con la que deseamos estar, emergen una serie de cuestionamientos en el interior, que se intentan rebatir desde las respuestas que buscan en otras personas.
La necesidad de «llenar» los espacios vacíos de la relación que se tiene es otra de las razones argüidas para cometer una infidelidad, aunque, según apuntan algunos psicólogos, lo más prudente —y no por ello lo más frecuente— es dar por terminada esa relación que no nos satisface del todo antes de iniciar otra.
Pero es cierto también que raras veces renovamos las costumbres que instauramos en nuestra cotidianidad. La relación cae en una especie de stand by, de monotonía de la que la persona no sabe cómo salir, a no ser con apasionadas aventuras con terceros.
La mayoría de los sondeados por este diario piensa que al ser infiel se rompe ese compromiso en el que se le profesaba exclusividad a la otra persona, desde el punto de vista emocional y sexual, y por eso consideran que la traición es una de las peores experiencias que puede vivir una pareja.
Coincidieron en que toda relación amorosa es una especie de pacto al que llegamos por nuestra propia voluntad y que, ante las señales de alerta, es preciso revisar, solucionar… o abandonar, según sea el consenso entre los dos implicados.
Kenia Alonso, de 34 años, asegura que ser leal con la pareja tiene que ver con esa conexión que se establece en el transcurso del tiempo entre los dos, se tengan o no hijos. Va más allá de si se es fiel o no, si se tuvo algún día una aventura con alguien o, incluso, si se mantiene una relación paralela; lo que sucede es que eso se aprende poco a poco, en la medida en que nos percatamos de lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas.
Sin embargo, Jorge Cardona, de 36 años, se manifiesta en total desacuerdo al afirmar que el día que se deje de ser fiel, de cuerpo o de alma, también la lealtad quedó a la deriva porque «¿cómo puede serle alguien leal a otro si le miente, si le niega su tiempo o su espacio porque se lo otorga a otro o porque, simplemente, no le entrega todo, como hacía al principio?».
La peor traición, afirma Libet Montero, de 29 años, es la del corazón. Cuando la infidelidad tiene como móvil el placer carnal o el vivir una experiencia «diferente» no es lo mismo que cuando se prolonga una relación al tiempo que se tiene la oficial, porque ya eso implica que el sentimiento existe y es muy fuerte. Así, el engaño, si se descubre, hasta duele más.
Otros, como los treintañeros Nancy y Daniel, quienes son pareja hace ocho años y padres de una niña desde hace seis, opinan que la pareja es quien debe buscar, desde ellos mismos, las soluciones para las carencias que les afligen.
«Muchas veces las personas se dejan llevar por las tentaciones, sobre todo de carácter sexual, y por el ánimo de vivir una experiencia nueva en medio de la asfixia y la rutina que les impone su relación de pareja. Por ello, son infieles, una, dos, tres o más veces, con una persona o con varias y eso no quiere decir, en no pocos casos, que no sientan ya nada por la persona con la que están casados o unidos de manera consensual, ni mucho menos que deseen separarse de ella», opina Nancy.
Frente a esta situación, en muchos lugares del mundo hay parejas que creen «oxigenar» la relación con la práctica de intercambio de parejas o relaciones de tríos. Sin embargo, para otros, esta puede ser una puerta falsa.
Lo cierto es que, la relación de pareja se sustenta sobre todo en esa compenetración de intereses, de ideas, de sentimientos que se forja con el tiempo y que se consolida con la existencia de los hijos y de la vida en común. Enriquecer su relación, agregan, con juegos y proyectos o a partir de las vivencias físico-sexuales que en un momento determinado pueden desearse, y compartirlas entre ellos, más que cerrarles una puerta les abre muchas ventanas ante la posibilidad de la confianza que se tienen y la seguridad en lo que, como hombre y mujer, desean y necesitan.
En busca de la solución «perdida»
La pareja es una relación de dos que tiene el reto de ponerse de acuerdo respecto a los códigos, reglas y consecuencias de transgresiones a las mismas, aseguró la psicóloga y Máster en Sexualidad Mariela Rodríguez, quien tiene a su cargo el Pregunte sin Pena, en la página Sexo Sentido de nuestro diario.
Con más de una década de experiencia en consulta y en el intercambio de la sección, la especialista sostiene que no existe un término ideal para definir lo que es funcional o no para una relación, pues depende también de los valores previos de cada miembro de la pareja.
«Desde la década de los 60, por ejemplo, hubo teóricos, especialmente humanistas, que no satanizaban la infidelidad, ya que privilegiaban el crecimiento humano en la relación, y lo más importante para ellos era poder crecer junto y con el otro.
«Si ello implicaba hablar de sus contradicciones e incluso de lo que inspirase algún tercero, se consideraba parte de un proceso de crecimiento auténtico al que también habría que enfrentarse. He conocido parejas excepcionales que aceptan estos vínculos con terceros siempre con alguna regla que le garantice a quien acepta determinada exclusividad, respeto, distinción por encima de la otra persona. Y quizá de esto es de lo que se trata también cuando se habla de lealtad, de mantener un lugar especial para el otro miembro de la pareja», explicó.
—Actualmente en Cuba, ¿qué factores, desde el punto de vista socio económico, psicológico y de personalidad median en la funcionabilidad y durabilidad de las parejas?
—Aunque no existen investigaciones específicas sobre el tema, solo algunas pesquisas que esbozan una tendencia, un dato importante es que en plena crisis económica, durante el período especial, el índice de divorcio en nuestro país disminuyó, lo cual se interpretó como un mecanismo funcional de las familias para apoyarse y enfrentar las dificultades de la vida cotidiana.
«Por otra parte, y coincido con otros autores exponentes de psicoanálisis, la dinámica de los tiempos actuales trae el vivir muy deprisa, la invasión de las tecnologías (Internet, Facebook, correos electrónicos, celulares, etc.) con mucho ciberintercambio y poco tiempo dedicado a la comunicación íntima y cara a cara, e impone nuevas formas de relaciones de pareja, como las llamadas descargas, tríos, en las que pareciera que casi todo vale. Nuestro país no escapa de esta tendencia.
«La pareja actual se elige sin necesidad de un compromiso más allá del afectivo. Es una pareja donde ambos miembros pueden tener conceptos más abiertos sobre la infidelidad personal, aunque no tan abiertos respecto a su pareja. En Cuba, además, media la relación el factor económico, que condiciona poder disfrutar del tiempo libre en ciertos lugares recreativos o la falta de espacios para la intimidad», acotó Rodríguez.
No obstante, enfatizó la experta, continúa el amor y se establecen vínculos estables, ya que siempre ha existido la tensión entre individuo y sociedad.
—Si las relaciones perfectas no existen, ¿qué no le debe faltar a una pareja para que, más allá de perdurar en el tiempo, constituya una relación armónica y funcional?
—Sin dudas, la capacidad de arreglárselas con aquello que no anda como se soñó, a cambio de disfrutar de las satisfacciones que el amor le da. Siempre fallará algo, siempre habrá lugar para decepciones en el mejor de los vínculos, y dependerá de los recursos de la pareja para vivir con eso, encontrar sus alternativas y seguir adelante, a pesar y con todo aquello que signifique un obstáculo para el vínculo. Todo ello mientras se pueda obtener un placer suficiente y aceptable según los criterios de cada miembro de la pareja.