«Pablo y Miguel son ejemplos de patriotismo, de pasión amorosa, amistosa, de una honestidad ante la creación a prueba de balas», confiesa el dramaturgo Amado del Pino a propósito del estreno de su última obra. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
El poeta español Miguel Hernández (1910-1942) y el periodista cubano Pablo de la Torriente Brau (1901-1936) dialogan en escena. A través de la relación de estos dos grandes revolucionarios, se narran amores y conflictos de ideas con familiares, amigos e intelectuales de la época.
Se trata de Reino dividido, escrita por el destacado dramaturgo Amado del Pino y que será llevada a escena por la compañía Argos Teatro, dirigida por el experimentado Carlos Celdrán, durante un mes, a partir del 12 de febrero, en la sede de esa agrupación (Ayestarán y 20 de Mayo, Cerro).
Esta obra, junto a un coloquio literario dedicado al poeta de Orihuela, que sesionará en la Feria Internacional del Libro Cuba 2010, abren los festejos en Cuba por los cien años del nacimiento de este autor de especial relevancia en la literatura iberoamericana del siglo XX.
Reino dividido es una pieza que «no tiene nada que ver con esos espectáculos que se construyen a partir de un collage de poemas y canciones, sino que desarrolla personajes y situaciones dramáticas», aclara su autor en entrevista para Juventud Rebelde.
—¿Cómo se te ocurrió juntar a estas dos figuras en una obra de teatro?
—El punto de encuentro lo tenía en sus vidas; se conocen en la Guerra Civil Española y Pablo designa a Miguel comisario de Cultura del Batallón. Además, a la muerte de Pablo, Hernández nombra como El Cubano a un personaje de su teatro. Claro que imaginé mucho más y traté de establecer una especie de doble biografía en la que entraran las disyuntivas fundamentales de la época y el entorno afectivo de cada uno. También me interesaba la proyección de esos problemas en los debates de hoy, tanto en Cuba como en España.
«Reino… es resultado de una exhaustiva investigación que llevé a cabo junto a la periodista Tania Cordero. Fue vital además el apoyo en Cuba del poeta Víctor Casáus y otros compañeros del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, así como el acceso a fuentes bibliográficas y testimonios presenciales en la Orihuela del poeta, por medio de Juan José Sánchez Balaguer, presidente de la Fundación Cultural Miguel Hernández, y del especialista Aitor Larrabide».
—¿Es posible que encontremos en Reino dividido un giro en tu obra, por lo general articulada en torno a la cubanidad?
—Ya desde mi obra anterior, Cuatro menos, trabajé la corrección idiomática, lo que la diferencia un tanto de lo que la crítica y yo hemos llamado poesía de la crudeza, en la que recordarás que se mezclaba lo poético con la rudeza o lo aparentemente vulgar. Ahora bien, algunas de mis obsesiones están en esta obra, que pretende ser una doble biografía teatral y en la que todo está pasado por la visión cubana y mi subjetividad personal.
—¿Cómo ha sido el trabajo con Carlos Celdrán y Argos Teatro?
—El proceso ha sido excelente y muy orgánico. Hace unos tres años Celdrán dirigió la lectura dramatizada de unas escenas sobre Pablo en el Centro Cultural que lleva su nombre. Aunque de aquellos esbozos queda muy poco en la obra final, fue muy saludable ese acercamiento primerizo. Después, con la versión más o menos definitiva, se hizo una lectura de la obra como parte del programa de la I Jornada Hernandiana en Cuba.
«Mi admiración por Celdrán, como la de la mayoría de la crítica, es grande por todo lo que ha demostrado como director y líder de un colectivo de alto nivel. En este caso era especialmente recomendable el contacto con él, porque también se trata de un escritor y un lector apasionado, que entiende como ningún otro el mundo de los escritores. Tengo conciencia de que contamos además con un elenco de lujo. Por citar solo a cuatro actores, en los roles protagónicos están José Luis Hidalgo, que encarna a Miguel; Lieter Ledesma, en el papel de Pablo; Yuliet Cruz, que representa a Josefina Manresa, la esposa de Miguel Hernández; y también forma parte del elenco Pancho García, una figura clásica de la interpretación en Cuba. Otro lujo ha sido contar con el diseño de vestuario de Vladimir Cuenca y el de luces de Manolo Garriga».
—¿Por qué crees importante que a los jóvenes les llegue el legado de Pablo de la Torriente Brau y Miguel Hernández?
—En primer lugar, Pablo y Miguel murieron jóvenes y son ejemplos de patriotismo, que se dice más, pero también —como se menciona menos— de pasión amorosa, amistosa, de una honestidad ante la creación a prueba de balas, de simpatía e ingenio, virtudes que mucho adornan o estructuran la vida de un joven.
—Luego de estos años de investigación, ¿qué podemos encontrar de Pablo y Miguel en la vida de Amado del Pino?
—Ya cada vez se recuerda menos, pero empecé como poeta y me hubiera gustado ser un poeta como Miguel. Ahora, en el coloquio que hemos organizado para la Feria del Libro, se trata el tema del Miguel rimador, poeta popular, y yo soy un fanático a la décima, la cuarteta. No se me da la rima con frecuencia, pero la adoro. En mi obra Triángulo, que acaba de reestrenar Laudel de Jesús en Sancti Spíritus, me permití algunos versos rimados en boca de un personaje.
«Los que me conocen saben que me vincula a Pablo el rechazo a la retórica y el amor por las relaciones humanas diáfanas y sencillas. La investigación nos deja además, a Tania y a mí, un libro sobre las relaciones de Miguel Hernández con los cubanos de su época y la manera en que su obra se ha recibido y promocionado en Cuba, desde los años 30 hasta los 90 del siglo pasado».