Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Antídoto contra la desmemoria

Los Noticieros ICAIC y El diario de Ana Frank figuran entre los 33 fondos recién inscritos en el registro Memoria del Mundo de la UNESCO

Autor:

Jaisy Izquierdo

Guardar papeles viejos, fotos enmohecidas por el tiempo, o una carta arropada en cuatro dobleces, es la extraña manía que nos impele como humanos a perpetuar nuestra pequeña historia personal en el infinito. Tal vez porque entendemos que alimentar el recuerdo es tener conciencia de la propia existencia, una especie de elíxir de la vida, con el cual burlamos a la muerte y la asustamos con nuestro fantasma.

Lo cierto es que no todos los fantasmas son iguales. Mientras unos se aparecen gigantes con su halo estelar de triunfos, otros más grises nos azuzan el recuerdo con la cara oscura del dolor.

Consciente de la presencia de ambos, el registro Memoria del Mundo, de la UNESCO, inscribió recientemente 33 valiosas obras y colecciones como parte de sus fondos,por ser considerados patrimonio documental de la humanidad debido a su interés cultural.

¡Y qué sinnúmero de imágenes del pasado nos llegan a través de estas marcas contra la desmemoria!

La estampa de una América convulsa entre dictaduras militares y revoluciones es resguardada incólume en los Negativos originales del Noticiero ICAIC Latinoamericano, el cual se mantuvo produciendo todas las semanas durante 30 años (1960-1990), materiales documentales que trascienden no solo por el cúmulo de información que aportan de la realidad continental y especialmente la cubana, sino también por su marcada intención artística.

Dirigido por el maestro Santiago Álvarez, el Noticiero… alcanzó las 1 493 ediciones que, a su vez, suman casi 3 000 filmes de 35 mm en blanco y negro. Con la presencia de acontecimientos nacionales como la muerte de Benny Moré, el huracán Flora, la Campaña de Alfabetización y la construcción de la gran heladería Coppelia, así como los reportajes sobre sucesos internacionales, entre ellos el escándalo de Watergate, la guerra de Vietnam, el apartheid en Sudáfrica, los sucesos del Canal de Panamá, y la presidencia del mexicano Lázaro Cárdenas, tales cintas adquieren un valor histórico que supera el marco continental para incluir el universal, al integrar a alrededor de 90 países en sus valiosas imágenes.

Son décadas marcadas en el continente por esperanzas enardecidas y agrios desencantos provocados por gobiernos autocráticos, que durante años dominaron como faraones sobre el Cono Sur, una pesadilla que también queda inscrita en la Memoria del Mundo gracias a los Archivos del Terror (Paraguay). Ellos dan fe de la represión policiaca durante los 35 años de la dictadura de Alfredo Stroessner, y a su vez de la siniestra Operación Cóndor emprendida durante la década del 70 por los gobiernos militares, con su estela de asesinados y desaparecidos.

Y para que la amnesia no apañe despotismos pasados, como en una sobredosis contra el olvido, se incluyó además el Patrimonio documental sobre la resistencia y la lucha por los derechos humanos en la República Dominicana (1930-1961), que ofrece testimonios de una de las grandes figuras del panteón de los tiranos, Rafael Leónidas Trujillo.

La discriminación racial que aprieta un nudo en la garganta a través de la secuencia de fotos de Now, destierra con la Colección Nita Barrow (Barbados) cualquier intento de omisión del pensamiento. Esta distinguida mujer, quien fuera enfermera, educadora, diplomática y feminista, estuvo vinculada a eventos tan importantes como la caída del Muro de Berlín, el desarrollo de la Revolución Cubana y el régimen del apartheid en Sudáfrica, el cual combatiera trabajando incansablemente junto a Nelson Mandela.

De igual manera, los textos de Sir William Arthur Lewis, se unen no solo para mostrarnos la arista económica del continente, sino también el triunfo —a escala más personal— de quien fuera el primer afroamericano en obtener el premio Nobel en Economía y el primero en trabajar como profesor en la Universidad de Manchester. Nacido en la pequeña isla de Santa Lucía, Lewis aportó estudios fundacionales sobre el desarrollo económico y financiero en el Caribe, Asia, África y América Latina.

Para completar el panorama de América se puede conocer de la vida en una plantación de Bahamas, relatado en el Diario de Charles Farquharson, quien fuera propietario de una en 1831. Similarmente, las imágenes dolorosas de la esclavitud y de la trata negrera son resguardadas en el Libro de bautismos de esclavos (1636-1670) (República Dominicana) y en el Registro de esclavos del Caribe británico (1817-1834), este último ideado para controlar la importación ilegal de esclavos después que este inhumano negocio fuera proscrito en la Gran Bretaña.

El documento legal que daría carta blanca a los desenfrenos cometidos por los colonizadores de este lado del planeta, también fue digno de ser incluido entre los que no podemos confinar al olvido. Se trata de Las Capitulaciones de Santa Fe, que constituyen no solo el primer registro escrito de la historia de América, sino también la anticipada repartición entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón de las riquezas que este hallaría allende los mares.

La memoria del horror

Si nuestra América guarda oscuros recuerdos, otros no menos sombríos recorren la tierra entera. Al otro lado del mundo, en el sudeste asiático, se guardan los Archivos del Museo del Genocidio de Tuol Sleng (antigua Camboya), documentos y fotografías que le ponen los pelos de punta al más sereno de los visitantes. La tristemente célebre «Cárcel S-21» exhibe hoy, convertida en museo, amplios murales con las fotos de las víctimas antes de ser torturadas, durante la tortura y después de muertas. Una de las piezas más llamativas es un mapa de la nación confeccionado con 300 cráneos de los prisioneros, cuya cifra llego a rondar las veinte mil personas, de las cuales solo siete lograron escapar.

Imposible resulta desconocer igualmente la masacre cometida durante la Segunda Guerra Mundial contra el pueblo judío, que cobró la vida de más de cinco millones de hombres y mujeres.

La vivencia nos llega en una de las voces más cándidas de la literatura universal, la de una niña que soñaba con ser escritora y murió tres días antes de que fuera liberado el campo de concentración de Bergen Belsen, donde se encontraba recluida con su hermana.

A los que hemos leído El Diario de Ana Frank, y hemos sido partícipes de sus temores a vivir toda su existencia escondida en un desván, de sus amores adolescentes por Peter y de las penurias que enfrentó junto a su familia, sabemos que este texto es uno de los testimonios más hondos, quizá el más profundamente aterrador, en el silencioso latido de su página final inconclusa.

Felices remembranzas

Pero el baúl de los recuerdos del mundo no guarda, como una caja de Pandora, solo crueldades e infortunios. En él también pervive el acervo cultural que el hombre ha ido tejiendo a lo largo de miles de años, como un tesoro de conocimiento acumulado, el cual guardamos con celo y cierta dosis de vanagloria.

En esta categoría encontramos dentro de los registros incluidos El Cantar de los Nibelungos, que es sin duda el poema épico más célebre escrito en alto alemán medio, de igual rango literario que las famosas epopeyas de Gilgamesh (Babilonia), el Mío Cid (España) o el Heike Monogatari (Japón).

Este cantar relata la historia de Sigfrido, especie de Aquiles germano que venció al dragón y se bañó en su sangre para ser invulnerable, sin sospechar que una hoja de tilo que cayó en su espalda le marcaría —como Tetis con sus dedos a su hijo— el lugar por donde entraría la muerte.

El rey Sigfrido poseía el tesoro de los Nibelungos, entre cuyos portentos se encontraba una capa que hacía invisible a su dueño y un anillo que le entregaba los dominios del mundo. Este argumento ha servido de inspiración al genial Richard Wagner, quien compuso cuatro óperas agrupadas bajo el título de El Anillo del Nibelungo y también a John Ronald Reuel Tolkien, que al mezclarlo con otras leyendas nórdicas y germanas concibió su trilogía de El señor de los anillos.

De la cultura oriental se hizo imprescindible distinguir la enciclopedia Donguibogam: Principios y prácticas de la medicina oriental (República de Corea) que fue compilada y publicada en la temprana fecha de 1613 y hoy nos habla de los adelantados principios de la medicina preventiva y la atención sanitaria por parte del Estado, prácticamente desconocidos en el resto del mundo hasta el siglo XIX.

Tampoco se pudo prescindir de las Obras completas de Norman McLaren, artista canadiense que revolucionó con su laboriosa experimentación la historia de la animación; ni el Appendix, de János Bolyai, el matemático húngaro que descubrió la geometría no euclídea.

La cultura árabe también se encuentra representada en estos archivos dignos de ser protegidos del inexorable paso del tiempo. Es la Piedra con inscripciones de Terengganu una joya de la arqueología, y constituye la prueba más antigua del uso de la escritura jawi —basada en el alfabeto árabe— en el mundo musulmán malayo.

Son todos estos documentos, junto a otros invaluables que completan los 33 distinguidos por la UNESCO, un resumen de nuestro paso por la Tierra, y a la vez un grito de esperanza a la posteridad para asegurarnos que, si no olvidamos el pasado, el mañana amanecerá con más fuerza y nuestros días no acabarán como un pensamiento.

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