Los cubanos más viejos dicen «poli» a la pelota de béisbol. Durante mucho tiempo traté de averiguar el origen de la palabra. Incluso llamé a mi admirado Eduardo Robreño, que prometió investigarlo. En una ocasión, un lector, cuyo nombre lamento no recordar, me lo explicó. Es interesantísimo, verás: Las primeras pelotas llegadas a nuestro país eran de marca registrada «Spalding». Quienes sabían inglés, pronunciaban lo que a los oídos de los desconocedores, sonaba como: «Spolin». De ahí a «poli», un paso. Luego también las llamaban, en el campo: «pole» y «casco’e pole». No es de extrañar ese cambio de «i» por «e», ocurre muy frecuentemente, nunca he encontrado la razón, pero, por ejemplo, en vez de «mami» y «papi», se oye, en algunas regiones: «pape» y «mame».
Me enviaron por correo electrónico algo con lo que no sé hasta qué punto puedo estar de acuerdo. Copio: «En la Edad Media, los más ricos tenían platos y vasos de estaño. En estos, dicho material, al contacto con whisky o cerveza hacia que la gente entrara en un estado narcolépsico. Quien descubriese a alguna persona en este estado podía pensar que estaba muerto, y preparaban el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días, que el cadáver pasaba con la familia, mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en sí, o no. De esa costumbre surgió el velatorio de hoy.
«A veces, al abrir los ataúdes para exhumar los cadáveres, se percibía que el fallecido había arañado la tierra; por lo que se deducía que había sido enterrado vivo.
«En esta época surgió la idea de agarrar a la muñeca del difunto un hilo, pasarlo por un agujero del sarcófago, y atarlo a una campanilla sobre la tierra. Si el individuo estaba vivo, solo tenía que tirar de este, sonaría la campanilla, y sería desenterrado, ya que una persona permanecía al lado de la tumba, durante un tiempo prudencial. De esta acción surgió la frase “Salvados por la campana”, que usamos aún hoy en día».
Siempre creí que la expresión se refería al boxeador muy golpeado ya, puesto a salvo por la campana que indicaba el final del encuentro.
La respuesta de hoySe dice que en «Puso pies en Polvorosa», debe escribirse Polvorosa con inicial mayúscula, porque se trata de un sitio geográfico situado cerca de Palencia, poco distante del río Orbigo, donde Alfonso III y sus hombres libraron una batalla. Vencieron gracias a un eclipse de luna, e hicieron huir a los moros. Algunos piensan que la expresión se refiere a la polvareda que levanta un ejército cuando huye. Otros, que se trata de la calle —los gitanos la llaman: polvorosa. Si nos atuviéramos a estas dos últimas hipótesis, la escribiríamos con inicial minúscula.