Uno de los discos cubanos que en meses recientes más he escuchado en mi casa, es el titulado Breathing Havana, una compilación ideada específicamente para el mercado japonés, y que salió al mercado nipón a través del sello Omagatoki Corp. Este álbum tiene como objetivo dar una mirada a lo que en materia sonora se ha ido delineando como canción cubana contemporánea, es decir, ese tipo de creación musical que hereda determinados presupuestos de lo que fue la Nueva Trova pero que, a tono con los tiempos que corren, se abre a otras múltiples influencias.
Debo decir que, por lo general, no soy muy amante de esta clase de producciones discográficas, porque toda compilación, antología o álbum de muestreo, corre el riesgo de dejar fuera de la selección propuestas que hubiesen podido ser incluidas. Además, considero que entre nosotros, en especial en un área como la del rap, se ha abusado de los CD compilatorios, con lo cual se ha demorado más de lo debido el lanzamiento del tan anhelado debut fonográfico de numerosos creadores. A pesar de la objeción antes expuesta, admito que hay ocasiones en las que un álbum de muestreo cumple una importante función, en particular cuando se trata de realizar una exploración en un mercado a fin de indagar en torno a qué producto (léase artista) pudiese allí penetrar.
Justamente es esa la intención de Breathing Havana, material que le brinda al potencial público japonés una idea sobre los derroteros por los que se ha movido la cancionística de nuestro país en recientes años. Ya hubo un antecedente en ese sentido, con el disco Cool cool filin, que posibilitó a dichas audiencias conocer parte de lo que por aquí los jóvenes andan haciendo en el bolero. Ahora, en este nuevo disco se recogen 12 maneras diferentes y a la vez complementarias de asumir la creación musical.
He ahí uno de los mayores retos que los productores del fonograma, la cantautora cubana Yusa y el periodista nipón Hitoshi, tuvieron que enfrentar al abordar el trabajo, pues debieron intentar ofrecer una coherencia sonora a temas que fueron grabados en distintos sitios y momentos. Y lo consiguieron, gracias a una muy eficiente labor de remasterización que posibilita escuchar las 12 piezas a un mismo nivel y con un ordenamiento dramatúrgico también extremadamente loable.
Hay aquí compilados cortes provenientes tanto de producciones oficiales como de otras de carácter independiente. Asimismo, se integran en el disco artistas que comparten idéntica sensibilidad, expresada en un tipo de composición musical que nacionaliza lo global y globaliza lo nacional.
Por orden de aparición, figuran en la grabación los temas Dentro de mi piel (Esteban Puebla y Diana Fuentes), Hojarasca (Lynn Milanés), Sencillez (Harold López-Nussa), Mucho aché (Raúl Torres), Un mar (Sexto Sentido), Hechizo (Yalica Jo Gazán), Desierto (Jesús Cruz), La número dos (Yusa), Tus ojos siempre me enamoran (Julio Fowler), Réquiem por un amor (Haydée Milanés), La melodía (Francis del Río) y Si me hubieras enseñado (Columna B).
Aunque como ha de suponerse, tengo mis piezas favoritas entre esta acertada selección, no resulta oportuno el hacer distingo entre uno y otro corte. Solo quisiera decir que en la propuesta hay para escoger y que estoy convencido de que si la radio cubana divulgase de manera apropiada el material en su conjunto, más de una canción de las registradas en el fonograma se haría popular, pues en no pocos casos reúnen esos «ganchos melódicos» que a la música de clara orientación comercial le interesa potenciar.
Y es que en los temas de Breathing Havana, donde no prevalece el riesgo o lo experimental, al menos ellos están concebidos con un rigor nada desdeñable. Así pues, no me sorprendería si en unos meses nos llega la agradable noticia de que el fonograma ha funcionado en el mercado japonés. A fin de cuentas, calidad es lo que sobra entre estos exponentes de las nuevas generaciones de músicos cubanos y lo único que haría falta es que la buena suerte les acompañe. ¡Ojalá que sea así!