Para cortejar a una muchacha es necesario mostrar todos los puntos de popularidad. Fotos: Roberto Suárez
PLAY. De la bocina sale la tonada, rápida, más rápida. El inicio está en español, simple, sencillo, directo, y luego el estribillo, repleto de palabras nuevas que pocos entienden, de cascarón novedoso y significado antiguo. Lo bailan como si nada, como el abc a los preescolares o a los del primer año de primaria. Le encuentran la gracia en un pasillo recién aprendido, o en la historia aquella del primo dos veces enamorado, o en la experiencia casi olvidada de alguna pelea por la primera silla. La canción habla de la cárcel, o habla del amor, o habla de la escuela, o de ella, o de él. Habla de algo que les gusta y que los hace bailar, o por lo menos verse sumergidos en una ficción que les agrada. A veces los hace pensar.
Pause. Desde Brahma, Prayapati y Thot, dioses hindúes y egipcios, la música anda rondando por el mundo. La usaron los primeros hombres para invocar el beneficio de sus cosechas, y poco después para agradecerlo. La crearon para alegrarse y divertirse, para estimular a los soldados en las guerras, para meditar, para alabar, y a veces, para revolverse en sus tristezas.
Tan antigua como los hombres es la música, por momentos confundida en los ruidos de la naturaleza. Ahora tenemos la batería, la guitarra eléctrica y la mezcladora para crear la maravilla. Pero al principio unas cañas de bambú servían para filtrar el aire y complacer el oído; y siglos después, en las cortes europeas o en las casas de los genios arruinados, la música salía de violines hechos con madera de segunda y talento de primera.
Para los neófitos es fácil hallar sinónimos: ritmo, melodía... Euterpe fue su musa en los tiempos de oro de las culturas mediterráneas, y de la palabra «musa» podría provenir su sintaxis. Aunque a tanto tiempo del principio se vive la música en sí misma, como el capítulo que corresponde a hoy. Por lo menos así la escucha mucha gente.
Play.
CON EL TUMBAO «PEGAO»«Yo oigo cualquier cosa, depende más del lugar en que estoy», confiesa Josué Labaut, estudiante de Ciencias de la Computación de la Universidad de La Habana.
«Si estoy en mi casa, estudiando, oigo una música adecuada para el momento, y si estoy en una fiesta, estoy oyendo lo que se use, reguetón, house, siempre y cuando yo pueda divertirme».
Diversión. Esa es casi siempre la palabra que guía el disfrute de la música en muchos jóvenes, la mayoría de las veces asociada al ritmo y sus posibilidades. Para William Gutiérrez, estudiante universitario, la música salsa es su preferida. «Porque a la hora de bailar es la mejor forma de acecarse a una muchacha».
Sin embargo, muchos también se zambullen en las letras y sus historias, y de ahí sacan su elección. Josué, por ejemplo, escucha también rock. Él lo calificó así: «Es un grito desde dentro. Es una música que se ha utilizado siempre para decir lo que tenemos adentro y criticar, con mucha sinceridad».
Pero algunas de las influencias más importantes que tienen los jóvenes durante la formación de sus preferencias musicales son los efectos de la comercialización. ¿Cuánto pueden moldear el gusto de los jóvenes los medios de comunicación? ¿Cuánto pueden influir los jóvenes en el diseño de las parrillas musicales de los medios de comunicación?
Guille Vilar, director del programa televisivo A capella y del radial Juventud 2000, lo ve de esta manera: «Siempre la música cubana está cocinándose. Es muy difícil y más cuando la televisión asume las carencias de ver otras cosas. El mayor problema de la programación musical de la televisión es la falta de una jerarquización; no se ha sabido darle el lugar debido. La selección la hacemos así: un 70 por ciento de música cubana y un 30 por ciento de música extranjera. Pero existen programas como Piso 6, conocido por todos. Entonces en el horario estelar que tiene Piso 6 quisiéramos poner otras cosas, para guiar… Falta darle jerarquía, porque Piso 6 lo critica todo el mundo, pero nadie sabe qué hacer con él».
Frente a los muchos criterios contra géneros tan nuevos como el reguetón, u otros por momentos discriminados, como el rock, los jóvenes valoran. «A veces nuestros padres los miran mal. Pero no debemos olvidar que ellos también oyeron a Queen, a Los Beatles, y sus padres los malmiraban a ellos, y quizá en otro momento la tendencia es otra, pero la idea es la misma», recuerda Josué.
A pesar de eso, los que caminan por las calles del país y oscilan entre la primera y la tercera década de vida, también saben apreciar los mensajes que vienen contenidos. Y diferenciarlos.
«Para nadie es secreto que el rap surgió como una música protesta», asegura Maurice Pruna desde sus 22 años. «Sin embargo, el reguetón surgió para bailar, para pegarse. El problema que tiene el reguetón es que como música que salió del barrio, mucho de su letra está con el lenguaje del barrio y esto es lo que hace que los muchachos se vean identificados, se ven marcados en sus amistades, la forma que tiene la sociedad actualmente».
Para otros como Emilio Sánchez Hernández, profesor emergente de computación en una escuela primaria de La Habana Vieja, el meollo del asunto no radica ahí. «No me parece negativo que refleje sus condiciones de existencia. La profundidad es el problema. Todo tiene un límite. Uno puede mostrar cómo vive, pero no es necesario convertir el reguetón en un símbolo sexual; hay gente que solo observa los videos para ver a las mujeres bailando, y hay otros que viendo a las mujeres bailando, les ha gustado el ritmo, porque la letra sí es muy difícil que les guste. Pobres letras, la mayoría muy vulgares. Lenguaje de adultos, como quien dice».
STEREO-TIPANDODice el cliché que el hábito no hace al monje, pero si de música se trata, los clichés pueden andar por otro camino. ¿Por usar ropa negra, ropa ancha, ropa ajustada o «de salir», eres roquero, mickie, repartero o moñero? ¿Será que entras en un estereotipo?
Diferentes autores de la Psicología han tratado de definir este concepto, y esta es la conclusión de algunos: En su uso moderno, un estereotipo es una construcción mental muy simplificada de algún grupo de gente que comparte ciertas cualidades características (o estereotípicas); que reproducen una concepción esquemática y simplificadora del mundo social; que son elementos determinantes de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones; que a veces se consideran creencias ilógicas solo variables mediante la educación; y que pueden ser generalizados, imprecisos y resistentes a nueva información.
En los últimos años, las preferencias musicales de los jóvenes cubanos también han sido descritas desde los estereotipos. Algunas investigaciones se han dedicado a su estudio, pero en su mayoría son empíricos los criterios que ubican a los jóvenes dentro de uno u otro grupo.
Lo cierto es que han sido los mismos jóvenes quienes le han puesto nombre al asunto, quienes han nombrado los grupos a los que pertenecen, y se reconocen a sí mismos en uno o en otro; son en sus conversaciones donde se han acuñado términos como micky, freaky o repa.
«Las preferencias musicales de la juventud ocupan espacios muy importantes en áreas de estudio de la sociología de la música. Desde múltiples aristas se ha llegado al consenso de que la conformación de una cultura juvenil ha sido consecuencia, en primera instancia, de los intereses económicos de la industria del entretenimiento, apoyada por el progreso de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
«Esto último, a su vez, incide significativamente en la homogeneización de los intereses musicales de los sectores juveniles en las sociedades contemporáneas», analiza Yurima Blanco García, investigadora del Instituto de la Música.
Seguramente muchos coincidirán en que la identidad cultural cubana es un sistema dinámico de síntesis de culturas. Y su riqueza se traduce en la capacidad que ha tenido, a lo largo de los años, de asumir modelos foráneos y transformarlos en algo exclusivamente tropical, cubano. De ahí que nos encontremos tantos grupos de jóvenes que aun cuando comparten muchos intereses —el estudio, por ejemplo— se dividen como atenienses y troyanos en el plano musical.
«Aquí vemos por las calles con mucha frecuencia a personas vestidas de negro, las hembras sin maquillaje, caminando por la noche en la calle G... o a la salida de un teatro donde cantaba un trovador, personas con pantalones tejidos, chancletas, bolsos tejidos a los lados y todo el mundo más o menos vestido con la misma idea. O pulóveres anchos, los números en la espalda de jugadores de básquet, o pantalones apretados y pulóveres iguales. Se crean esos micromundos con intereses individuales, y cada uno con sus características, sus ventajas y desventajas, son bastantes polémicos», afirma Josué.
Por supuesto que si todo el mundo oyera lo mismo, la situación sería aburrida.
PUNTOS DE POPULARIDADEn plena calle los mickies exhiben su estilo. A la fiesta se accede por un pasillo empedrado. El murmullo de la música es inaudible tras las grandes puertas de hierro. Un empujón a una de las hojas es suficiente para entrar en la fiesta más popular. No es un cumpleaños, no: es una fiesta house.
Muy famosas en los últimos tiempos, de iniciativa y financiación individual, las fiestas house se han convertido en un punto de reunión para los mickies. Las pesquisas por encontrar a alguien que se definiera dentro de ese grupo, fueron infructuosas. Ser micky parece ser algo ofensivo para muchos jóvenes, aunque algunos admiten serlo. Generalmente, la mayoría nombra al «otro» como micky, pero cuando lo describe, a veces hace un retrato de sí mismo.
«El micky se asumió en Cuba por la influencia europea a través del turismo. Tratan de vestirse con una ropa que sea de marca, con colores llamativos. Han asumido los roles sexuales propios de una especie de liberación, en los que viven muy “al siglo XXI”, con una tendencia moderna», comenta Maurice.
«Para ser micky hay que tener más de 25 pesos convertibles en el bolsillo, porque las fiestas valen cinco CUC por persona, hay que tener buena ropa, porque si no, no te miran las muchachas, más 25 puntos de popularidad si tienes móvil, y si tiene cámara el móvil, son 50 puntos más», nos cuenta Emilio.
«Micky es una definición americana que quiere decir falso; micky es alguien que lo mismo oye esto que aquello, y está a la moda», agrega.
Para William, sus concepciones sobre el micky no son muy diferentes: «También depende de los valores que les han inculcado a las personas. Yo he ido a una fiesta house, y no estoy acostumbrado al consumo que tienen esas personas. A veces tener conversaciones con ellos no vale la pena...
«¿Cuál fue el último perfume que costó cien dólares, la última marca de tal pulóver? ¡Me compré los Allstar Converse!’, no sé... sociedad de consumo».
Para los mickies es importante pasarla bien, pero no es lo primordial. «A ellos les gusta la ropa de marca, un buen reloj, buenos retros, y un perfume caro. La mayoría anda con el pelado de moda, como ese rebajado a los lados y con el pelo largo en el resto de la cabeza; y si son las mujeres, lo más importante es ir bien combinadas y escotadas. A veces uno piensa que está en otro planeta, porque toda la ropa y zapatos de lentejuelas que tanto gustan ahora, recuerdan más a las antiguas bailarinas de las cortes persas que a una cubana a las ocho de la mañana esperando el camello», revela Sander Zaila, estudiante de Periodismo de la Universidad de La Habana.
Catherine, de 15 años y estudiante de Contabilidad en el Politécnico de Economía del Cerro, los describe así: «Son gente que andan en otro mundo, y se visten como quiera… (con los pelos parados…), no les importa lo que la gente diga de ellos; no tienen complejo de nada».
Daniel Salas, estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, cree que el micky es «un tipo que busca una aceptación fácil en la mayoría de los espacios en los que se mueve, no le interesa mantener una distinción demasiado firme, sino que se deja llevar por la corriente».
Sin embargo, para Josué hay otro rasgo importante en los mickies: «Lo que más oyen es la música house, que es la que tiene el número uno en Europa, y el reguetón foráneo. Aunque los mickies no son los únicos que se han especializado en música extranjera».
LENGUAJE DE ADULTOS
Las fiestas son espacio ideal para expresar la moda del reguetón.
Tun, ba, tun ba, tun, ba, tun ba, tun, ba, tun ba y dale presión DJ, que ahí es donde tú te pierdes, en la curvita mi chiquitica, rompe, rompe con el machete afila’o.Este irreconocible juego de palabras se formó a partir de la conjugación de varios fragmentos de letras de canciones pertenecientes al polémico ritmo reguetón. Llegó de Puerto Rico y Dominicana, saltó el Paso de los Vientos gracias al éter y fue acogido en las provincias orientales cubanas con el entusiasmo que caracteriza a esa región de la Isla. Primero se escuchaban nombres como Don Omar, Héctor y Tito, o Wisin y Yandel, y luego fue insertándose, asumiéndose, readaptándose y metiéndose en la sangre, el ritmo y la comercialización de la música cubana. Algunos artistas como Eddy-K, que venían del rap, cambiaron de «bando». Y a pesar de no entenderse muchas veces lo que se canta —ni su significado— es en estos momentos el ritmo que más suena entre la juventud cubana.
«El reguetón se inventó para que la gente baile, y como tantos otros ritmos ha surgido con una furia tremenda; como lo fue Cubanito 20-02 hace ocho años, cuando estábamos en la secundaria, o El General, cuando estábamos en la primaria; todo el mundo lo oía, pero poco a poco irá desapareciendo y cambiaremos el ritmo. Está identificado con la época, con un tiempo, pero no será algo inmortal, ni mucho menos, como lo son otros cantantes», afirma Josué. «El problema está en la comercialización; en estos momentos lo que más se oye es reguetón y los cantantes lo que quieren es ganar dinero, por lo que emigran al reggae como manera de vender sus discos», añade.
¿Qué nos deja el reguetón? «Ritmo», responden muchos encuestados.
Sin embargo Emilio, frente a un aula de alumnos de una escuela primaria, sonríe preocupado: «Es que en esas canciones, que cantan mis estudiantes de nueve años, solo se habla de sexo, de dinero, de violencia, de mujeres, de carros, de las drogas, a favor y en contra... También los últimos clips de reguetón son de autos, están llenos de mujeres semidesnudas, fiestas, derroche... ¿Y qué les enseñan a los jóvenes, a mis alumnos? A robar para tener las cadenas de la gente del reguetón».
Quizá la situación más peculiar que generan los «héroes» de la música, es que además de lograr que sus canciones sean cantadas a toda hora, son capaces de convertirse en líderes de opinión y carismáticos, en una suerte de modelos de conducta o hábitos. Esta capacidad especial que les surge a las personas cuando se paran detrás de un micrófono y ocupan los primeros lugares en los rating de audiencia, los inviste de determinadas responsabilidades sociales. ¿De qué color es su cabello, cómo se visten, de qué hablan, con quién se reúnen y para qué?
En entrevistas realizadas a estudiantes de secundaria básica de la capital a partir de la pregunta ¿Si pudieras ser un músico, cómo quién quisieras ser?, la mayoría escogió en primer lugar a Eddy-K, y en segundo lugar a Daddy Yankee.
Josué confiesa no escuchar la música de ninguno de los cantantes anteriormente mencionados, pero insiste en afirmar que «no es nada nuevo que la gente quiera imitar a Eddy-K; ya la sociedad imitó a Los Beatles, se compró espejuelos redondos, y se dejó el pelo largo, y a medida que ha pasado el tiempo, hemos imitado siempre a los cantantes de última moda; no es nada nuevo que la gente quiera ponerse pulóveres anchos con números de básquet detrás y cadenas de oro, pero todo el mundo no se puede comprar las cadenas de oro y esos pulóveres; hay medios más económicos de vestirse también, y dejarse el pelo largo no costaba nada».
Guille Vilar distribuye responsabilidades. «El reguetón no es culpable de nada, sino son los que interpretan el reguetón, determinados intérpretes, que tienen un origen o una esencia delincuencial, eso está a un tin de la delincuencia de la gente que quema tanques de basura, que tira piedras en las vitrinas, como pasa en otros países».
Lo más doloroso fue la mirada de Oscar Luis Suárez Rodríguez, de la secundaria básica Camilo Cienfuegos, del municipio de Cerro: «Yo quisiera vestirme como ellos, mis amiguitos lo hacen. Pero no siempre se puede». A pocos metros de Oscar, de un balcón pintado de rosado sale, feliz y descomunal, el estribillo de la canción de moda: Yo soy Daddy Yankee, un gorra yankee, un tatuaje yankee, un pulóver yankee, te acuso con mis Nike...