Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Guitarra, laúd, tres... y mucho más

Las escuelas cubanas del tres y del laúd mucho le deben a Efraín Amador y a su esposa Doris Oropesa, músicos consagrados en el arte de perpetuar desde la academia
la riqueza musical de estos instrumentos, imprescindibles en la identidad cultural de nuestro país

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Es conmovedor escuchar lo que piensan los alumnos de quienes fueron sus maestros. Realmente me ha emocionado leer los mensajes de gratitud y elogios de Diego Santiago, escuchar la admiración que profesa Yarima Blanco y ver cómo Eduardo Corcho, con respeto y dedicación, toca algunas notas en el instrumento mientras él, su eterno maestro, le va indicando. Ellos, como otros, fueron alumnos de Efraín Amador, un hombre campechano y dicharachero como cubano de pura cepa que es, pero con una elevada sensibilidad artística y, sobre todo, un fuerte compromiso con el futuro para las nuevas generaciones.

—Compositor, profesor, guitarrista, laudista y también toca el tres. ¿Cuál fue el primer instrumento que tomó en sus manos?

—Fue el tres, exactamente, a los 11 o 12 años. Y después la guitarra, y no era tradición porque en mi familia no hay ningún músico. Parece que llevaba el instinto, y cuando vi el tres que se compró una vecina, me entusiasmé mucho. Coqueteé con el instrumento, después empecé a conocer a los que tocaban la guitarra, que eran músicos de los grupos que hacían parrandas y fiestas bailables en los campos, y me uní a ellos.

«Tú sabes que al cubano del campo le gusta mucho la canción mexicana y me aprendí todas las canciones mexicanas que oía en la radio. Los otros que tocaban en los conjuntos la música bailable de las parrandas me enseñaron todos los cantos tradicionales del campo y de las zonas montañosas, de las guarachas, como aquella de: “…dile a Amparito que venga, que venga a calmar mi dolor”. O “cangrejito que en la cueva se mete”… Y todas esas cosas de la música bailable.

«Además, yo componía canciones. Tenía las melodías y las letras en mi cabeza mientras montaba a caballo por los potreros. A los 11 años, ya estaba haciendo canciones, muy malas todas, claro, ya de eso no queda nada, nada más que el recuerdo. Cuando llegué a Camagüey, hice las dos primeras obras que han quedado y que están publicadas, una de ellas Suite para un cacique, inspirada en la tragedia de Hatuey».

—¿A usted le debemos la Escuela Cubana del Tres y la Escuela Cubana del Laúd?

—Ese es un trabajo que hicimos Doris Oropesa, mi esposa y yo. Después, con la ayuda de mi hija Ariadna, avanzamos mucho porque con todos sus aportes auditivos, ella fue la que logró rescatar lo que habíamos grabado en las provincias de los músicos populares más brillantes. Nos ayudó a hacer el repertorio de conciertos, sonatas y piezas para elaborar estudios y hacer un método del tres y un método del laúd desde el nivel elemental hasta el nivel superior. Fue un trabajo descomunal. Maestrías y doctorado posteriormente, pero cada uno de estos empeños es como una gran tesis, de las que exigen estos grados científicos.

—A la par de todo este intenso trabajo con la ejecución y la composición, usted también tiene un papel relevante en la docencia.

—Toda la vida he sido maestro, porque desde que me gradué en 1970 en la Escuela Nacional de Arte, fui enviado a Camagüey como maestro, y al mismo tiempo hacía música. Y después, en el Instituto Superior de Arte, al fundarse, ingresé como alumno nuevamente para superarme. Doris estaba también, en su departamento de piano como maestra y fuimos creciendo juntos.

—¿Usted al mismo tiempo tenía intereses para incluir, desde el punto de vista académico, en el plan de estudios, las técnicas relacionadas con la interpretación del laúd, del tres?

—Después que tú pasas toda la academia, desde el nivel elemental hasta el nivel superior de guitarra, te pasa lo que le pasa a cualquier profesor, ingeniero, médico, que aprende el sistema, cómo se enseña un instrumento, cómo se estudia desde el nivel elemental, medio y superior, de una carrera cualquiera. Entonces, al haber trabajado, primero con el maestro Isaac Nicola y después con Leo Brower, aprendí el sistema.

«Cuando me entró el bichito de crear la escuela, fue porque viajando por todas las provincias, nos dimos cuenta de la necesidad de que todos aquellos viejitos que tocaban el tren empíricamente y el laúd, que eran compositores e improvisadores, quedaran en el olvido y no se recogiese el acervo cultural de ellos. Y nos dimos cuenta de los grandes valores de esos músicos y del folclor cubano y de la cultura cubana. 

—Son pocas las mujeres que se han dedicado a estos instrumentos…

— Antes de crearse la escuela, los prejuicios no dejaban que las mujeres tocaran el tres o el laúd, pero, hoy en día, ya hay más treseras y laudistas mujeres que hombres. Lo podemos constatar en todo el país porque en todas las escuelas está la cátedra de estos instrumentos. Representantes eminentes son Yarima Blanco, Enid Rosales, Jany Quiñones, Lisay Torranzo…  Una de las cosas importantes que ha dejado como impronta la escuela es la emancipación de las mujeres. 

—En 1970 surgió lo que luego conocimos como Dúo Amanecer...

—Lo llamamos así después al nacer mi hija Amanecer. Antes fuimos el dúo Oropesa-Amador, con guitarra y piano.

—Harold Gramatges dijo que esa unión era una combinación muy extraña, pero muy efectiva. ¿Cuán extraño era que la guitarra y el piano estuvieran juntos?

«Nosotros fuimos el primer dúo de guitarra y piano que hubo en Cuba. El piano suena mucho y la guitarra muy poquito. Era difícil unir esos dos instrumentos en un concierto. Y nosotros lo logramos. Nosotros tuvimos otro privilegio histórico. Además de tener los maestros que tuvimos, conocimos en 1999 a Aitana Albertim, quien quería interpretar con nosotros una obra que había hecho su padre en 1942 en Argentina.

«Entonces, con la guitarra empezamos a tocar eso aquí en Cuba, y ella nos llevó por toda España, México, Venezuela, y la tocamos infinidad de veces. Silvio Rodríguez, quien siempre nos ha ayudado mucho, nos dio su estudio gratuitamente y grabamos la obra, y hasta hay un disco grabado. También un libro de poesía, porque mi esposa es poeta, y tiene varios volúmenes publicados y felizmente musicalizados».

—¿Usted se siente satisfecho o con mucho todavía pendiente?

—Todavía hay mucho que hacer. Yo creo que estaré haciendo cosas hasta que termine mi vida.

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