Siempre quiero narrar la historia desde la perspectiva de la persona más humilde, que está en la base de cualquier proceso, comenta Oscar. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 24/02/2025 | 07:48 am
«Desde el centro de la isla, Oscar Salabarría Martínez, en Radio Rebelde», se oye en toda Cuba desde el dial de la emisora que nació serrana, guerrillera y verde olivo, el 24 de febrero de 1958.
Así cierra cada entrega periodística el corresponsal de Villa Clara que lleva en sí al niño desinhibido que se paraba siempre de primero para hablar en matutinos y actividades culturales en la escuela primaria José Luis Tasende, del municipio espirituano de Jatibonico; al apasionado de la prensa escrita contagiado por el «bichito» de la radio, al reportero que aprovecha cualquier oportunidad para colarse en el mundo cultural que no ha podido abordar con exclusividad, como le gustaría; al todoterreno incansable que hace malabares con el tiempo para conquistar cada día la realización profesional, al multipremiado coleccionista de testimonios, al hijo orgulloso que siempre agradece a Gladys Martínez cuanto ha conseguido.
—¿Por qué el Periodismo y por qué la radio?
—No sé precisar cuándo llegó esa vocación a mí. Di los primeros pasos en Radio Sancti Spíritus, cuando cursaba el preuniversitario, como una especie de reportero de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) desde Jatibonico para el programa Hola.
«Fue una etapa muy bonita. Jamás olvidaré que profesionales del medio se reunían con nosotros y nos explicaron, incluso, en qué consistía el lead de la noticia, la estructura de la pirámide invertida, los niveles de prioridad de la información, las preguntas clásicas conocidas como las 6W.
«En aquel entonces, recién se inauguraba Radio Jatibonico e iba diario, desde el preuniversitario, a las afueras del pueblo, hasta la emisora local, para informar en el espacio juvenil sobre todo lo que acontecía en el universo de los estudiantes.
«A partir de entonces me interesó el periodismo. Aprobé el examen de aptitud y aunque pude cursar la carrera en La Habana, elegí estudiar en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), porque para mí es excepcional y siempre voy a recordar a los profesores que allí tuve, sobre todo, la triada de Dalia Reyes, Abel Falcón y Alicia Elizundia, grandes maestros de la radio cubana.
«Cuando llegué a las prácticas de primer año, me enamoré de Escambray, un periódico bien conocido por acoger a lumbreras de la prensa cubana. Me cautivó la manera en que narraban los acontecimientos, con un periodismo en profundidad y me atrajo, sobre todo, la página cultural. Siempre lo he dicho: soy un periodista de culturales frustrado.
«Durante los cinco años de carrera tuve el privilegio de colaborar casi todos los sábados con el semanario, y una vez graduado anhelaba ir para Escambray, pero en aquel momento había muchos periodistas en activo, con jóvenes muy talentosos que formaban parte de la plantilla, y no pidieron a ningún egresado.
«Comencé a trabajar en Radio Jatibonico. Como dice el dicho, “lo que sucede conviene”, porque todo el año en el cual trabajé en la emisora, y como corresponsal para Radio Sancti Spíritus, fue una verdadera primera escuela. Siempre dejé bien claro, pues tengo mis características, como casi todos los periodistas, que mi tutora tenía que ser Elsa Ramos Ramírez.
«Fue mi maestra en mayúsculas. Al escuchar mis primeros trabajos, me dijo: “Ya tú eres periodista”. Me dejó bien claras las debilidades que tenía en el género comentario, pero también me dejó saber cuáles eran mis fortalezas en la entrevista, el testimonio, la crónica y el reportaje, y me acompañó. Elsa Ramos es de esas personas que brillan con luz propia y, si ven a un joven que quiere brillar, echar para adelante y ser un buen profesional, comparten esa luz».
—Te enamoraste de un medio al cual llegaste casi de improviso.
—Pasó el tiempo y me volví a ver en una encrucijada, porque al año siguiente el periódico me pidió. Pero, si bien parece una frase manida, gastada y repetida, cuando comienzas a trabajar en la radio te pica un «bichito» mágico y no te puedes desprender.
«Comencé a trabajar en la emisora provincial como jefe de redacción y luego pasé a ser jefe de propaganda o de política editorial, pero siempre fui reportero y atendía sectores bien punzantes, con un periodismo polémico, que me caracterizó en los primeros años.
«En Radio Sancti Spíritus tuve grandes maestros y grandes oportunidades, como conocer prácticamente todas las provincias del país y visitar sus emisoras. También hice coberturas que me marcaron, entre ellas, la de la tormenta subtropical Alberto, cuando permanecí 72 horas ininterrumpidas informando al pueblo junto a un equipo de reporteros, o el seguimiento a la caravana que transportó las cenizas del Comandante en Jefe hacia el oriente del país».
—También eres reconocido y premiado por tus trabajos en periodismo hipermedia y la cámara no te debe extrañar.
—En momentos determinados de mi carrera he querido dedicarme a la televisión, pero no lo he logrado. Sin embargo, cuando estaba en Jatibonico colaboré con el canal local y muchos de esos materiales se publicaron en Centrovisión Yayabo, el telecentro provincial.
«He sido un apasionado del periodismo digital. A veces lo subestimamos, aunque realmente es el que mayor alcance tiene, porque está en las redes sociales, en la web, y me gusta mucho combinar texto, audio, video y fotos. Recuerdo una serie de trabajos que hice titulada SOS sobre el puente de hierro de Jatibonico, que abrió titulares durante varios días en la radio nacional. Sin embargo, el mayor impacto lo alcanzó su versión web. Lo importante no fueron los premios, sino la repercusión que generó, porque se adoptaron medidas al respecto. En eso consiste el trabajo del periodista, en alertar, proponer, acompañar a los que deciden, al informar sobre determinados acontecimientos o sucesos, y en ese caso quedé muy complacido, disfruté mucho hacer ese trabajo sobre algo de importancia para mi pueblo y para el país».
—Aunque trabajaste durante años en Sancti Spíritus, has viajado por toda Cuba y vives actualmente en una ciudad tan cosmopolita como Santa Clara, no dejas de mencionar a tu pueblo.
—¡Yo soy de Jatibonico! Siempre digo: el poblado del central más grande de Cuba y uno de los más grandes de América, el Uruguay; el poblado donde, en la finca La Reforma, nació Panchito Gómez Toro, ese símbolo de lealtad de la juventud cubana, hijo de Máximo Gómez y Bernarda Toro, el que acompañó a Antonio Maceo hasta su muerte; la tierra de Antonio Darío López García, asaltante al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, y expedicionario del yate Granma.
«Por el orgullo hacia mi pueblo, entrevisté a todas las personalidades de la cultura del municipio, en versiones radial e impresa, desde Sheila Yamila Roche Pozas, esa tímida, hermosa y temperamental actriz, aclamada en nuestro país; Iluminada Salinas Gil, nuestra única filóloga, natural de Encrucijada, pero hija adoptiva de Jatibonico y merecedora de todas las distinciones culturales en el territorio; Olisvael Basso, un gran actor y promotor cultural, y Antonio (Ñico) Sotolongo, multipremiado realizador radial y escritor de policiacos. Todas las guardo con cariño y voy a llevarlas conmigo a donde vaya».
—La cultura, la polémica, la noticia humanizada, las historias de vida y hasta la agenda del Gobierno Provincial de Villa Clara. ¿Cómo consigues tanta versatilidad?
—Pienso que los periodistas deben ser profesionales completos. Tengo mis problemas con el género comentario, aunque me fascina comentar, y entre esos trabajos que conservo como si fueran mis hijos, guardo un comentario muy polémico titulado Se ha puesto mala la cosa, donde abordo el tema de los precios.
«Durante varios años, hice una sección que salía todos los jueves en Radio Sancti Spíritus, llamada Punto de Mira y que compartía con las periodistas Lisandra Gómez Guerra e Ivette Ortiz Nicieza. Hacíamos reportajes sobre temas muy polémicos, como niños que viajaban solos largas distancias, la corrupción con los pasajes en la lista de espera, tanto de Ómnibus Nacionales como en el ferrocarril; las depauperadas condiciones del tren espirituano, el desabastecimiento total de ofertas gastronómicas para los niños en el zoológico o el parque de diversiones, el abasto de agua a la población, la venta de carne de cerdo en la feria agropecuaria...
«Me gustaron mucho esos intentos de periodismo de investigación —sabemos que un buen reportaje de esa envergadura no se logra en una semana—, porque la población agradecía que tocáramos temas que movilizaban la opinión pública y la acción de decisores encargados de intentar solucionar tales problemáticas.
«En mi vida la balanza se inclina hacia la humanización de la noticia, aunque cubra un acto o un abanderamiento. Siempre quiero narrar la historia desde la perspectiva de la persona más humilde, que está en la base de cualquier proceso. Si voy a una fábrica, entrevisto al director y le doy la prominencia que merece, pero la mayor parte de la historia me la va a contar ese trabajador directo a la producción, sometido al calor y al polvo. Me encanta hacer reportajes con carboneros, barrenderos, obreros de acueducto.
«También me gusta contar las vivencias de personas que han vencido el cáncer, los hitos que protagonizan a diario nuestros médicos en los hospitales de Villa Clara que son, por sobre retos inmensos, referentes en Cuba, porque demuestran que, aunque seamos un país bloqueado y estemos viviendo situaciones límite en nuestra economía, no nos detenemos y seguimos haciendo por el bien de la población.
«Durante el Festival Nacional de la Prensa, la Dra. C. Ana Teresa Badía decía que el periodismo cubano tiene que ser más explicativo que informativo, y suscribo sus palabras. Tenemos que colocar en antena, mostrar en pantalla y escribir esas historias de vida que hablan sobre cubanas y cubanos humildes que todos los días se levantan para empujar un país, para hacer una sociedad mejor. Tiene que haber una objetividad en el mensaje que transmitimos a través de los medios de comunicación: todo no puede ser tan gris y todo no puede ser tan triunfalista.
«También tenemos que ser conscientes de que los periodistas de los medios públicos cubanos defendemos una causa, defendemos una verdad y defendemos la Revolución. Que tenemos que perfeccionar muchísimo nuestro trabajo, que tenemos que seguir luchando contra la censura, contra los sesgos de la información, todo eso es cierto, pero hay que tener bien claros nuestros principios».
—¿Que prefieres entre tanta variedad?
—Tengo un género fetiche. Cuando reviso los premios que he obtenido en festivales provinciales y nacionales de la radio, concursos 26 de Julio y otros eventos, siempre está presente el testimonio.
«En el testimonio, el premio te lo da el entrevistado. Claro, el periodista tiene que tener el olfato para encontrar la historia, pero cuando le coloca la grabadora delante y esa persona habla, no hay necesidad de decir más, solo seleccionar los cortes, editar, musicalizar, darle la magia y la dramaturgia que requiere el material radial.
«Me sucedió hace poco con un joven cubano de 34 años, repatriado después de estar casi tres años en Rusia. Lo contacté, me contó una historia desgarradora donde dijo que para él es una bendición haber regresado a Cuba, que le hayan abierto las puertas y lo hayan ayudado con toda la documentación para volver a sentirse una persona con derechos, y no tuve necesidad de intervenir, aunque me guste escribir o “meter la cuchareta”, como decimos en buen cubano.
«Tengo el testimonio de Dunierkis Valdés Castro, una muchacha sordomuda, que lo conté a través de su intérprete, la maestra de lengua de señas que la ha acompañado toda su vida, y de los sonidos que ella emitía, para transmitir todas las sensaciones que quería provocar en la audiencia».
—¿Cómo organizas tu día?
—No uso agendas, cada vez que tengo una la lleno de garabatos. No sé organizar mi día, porque siempre tengo cuatro o cinco trabajos pendientes. Si estoy haciendo una entrevista a una enfermera o a un carbonero y recuerdo que al día siguiente es el aniversario del natalicio de Camilo Cienfuegos, no me permito dejar de dedicarle una crónica.
«Tengo la gran responsabilidad de acompañar a la Gobernadora villaclareña y al Primer Secretario del Partido en la provincia en la gestión de su vínculo con el pueblo, y es muy difícil planificar los recorridos hacia cualquier municipio.
«En esa búsqueda constante para complacerme un poquito, soy corresponsal de CMBF Radio Musical Nacional desde hace más de un año, justamente para cubrir noticias culturales. A veces colaboro con el periódico Vanguardia, algo que también me gusta, porque me exige escribir y escribir bien, después de diez años trabajando en la radio.
«Por casi tres años, he asumido la responsabilidad inmensa de dirigir Patria, el primer informativo de la radio en Villa Clara, con una audiencia enorme y una historia muy bonita de grandes personalidades que han pasado por CMHW, la Reina radial del centro. Dirijo y eventualmente escribo el programa Destellos de la memoria, que sale al aire por la propia emisora todos los sábados, a las siete de la mañana, con temas que les interesa escuchar al adulto mayor y a las familias. Eso también me apasiona, me roba el sueño y buena parte de mi tiempo».
—Curtido por las rutinas de emisoras municipales y provinciales, ¿cómo llegaste a Radio Rebelde?
—Por azares de la vida, hice las prácticas laborales de radiodocumental en la emisora Radio Ciudad Bandera, de la ciudad de Cárdenas. He trabajado en Radio Jatibonico, Radio Sancti Spíritus, Estereocentro, la emisora municipal de Santa Clara, y actualmente estoy en la CMHW.
«A Rebelde llegué en medio de la pandemia de la COVID-19, cuando resultaba imposible viajar hasta Sancti Spíritus y volví a ser corresponsal en Jatibonico, desde donde conté muchísimas historias: la del mecánico que arregló todas las lavadoras de los centros de aislamiento, la del profesor de Matemática que trabajaba como voluntario en la cocina de un centro de aislamiento y por las noches hacía caldo en su casa para todas las personas vulnerables del barrio y nasobucos para llevar a la Carretera Central, y quien lamentablemente falleció, víctima del propio virus, entre otros testimonios que me valieron el premio especial COVID-19 en una de las ediciones del concurso 26 de Julio.
«En esos meses, Radio Rebelde transmitía en cadena nacional el programa Todos por Cuba, y desde mi pueblo enviaba materiales a diario. Entonces, conocí a la Dra. C. Silvia Ivonne Albelo Medina, una de las artífices del programa, quien me dio consejos sobre cómo adaptar los trabajos periodísticos según las exigencias de Radio Rebelde. Me enseñó a contar esa noticia ágil y a despertar el interés nacional desde un municipio, que es bien difícil.
«Cuando me mudé para Villa Clara, Minoska Cadalso, la corresponsal antológica de Rebelde en esta provincia, sabía que yo colaboraba con la emisora y me propuso asumir el reto, ya que ella comenzaría a desempeñar otras funciones. Dije que sí con los ojos cerrados, porque esa oportunidad la estaba esperando hacía muchísimo tiempo. Creo que por eso no regresé a Jatibonico cuando prácticamente me vi obligado a hacerlo».
—¿Cuánto te ha aportado Radio Rebelde?
—Disfruto muchísimo ser corresponsal de Rebelde desde Villa Clara, porque es una provincia que genera mucha información para el país y considero que sería una derrota no enviar algún trabajo cada día, para que se vea representada en nuestra radio nacional.
«He aprendido a hacer coberturas de interés nacional y a perfeccionarme como periodista, porque la profe Ivonne es muy exigente y eso me gusta. He tenido la posibilidad de trabajar también para la web, muy sólida dentro del panorama digital cubano, y lo he disfrutado.
«En cada encuentro de corresponsales, me siento como el niño lindo de esos grandes maestros de todas las provincias, y aprendo mucho, siempre con un reto, porque en la planta están las doctoras Ana Teresa Badía y Zenaida Costales, y ellas me van guiando también».
—¿Cómo crees que te perciben los oyentes?
—Muchas personas me paran por la calle, han ido a verme a la emisora o me contactan en redes sociales para elogiarme por mi trabajo. Casi todos me imaginan con más edad, forma parte de la magia de la radio, porque cuando hablo en un ambiente informal, me relajo y no coloco la voz con la cual leo la noticia, que lleva un respeto.
«La noticia hay que abordarla con la mayor imparcialidad posible, aunque ahí hay una dicotomía en mi vida. Algunos periodistas la cuentan desde la acera del frente, y dos sucesos tan distantes como una donación para personas que padecen cáncer y un abanderamiento, los narran igual, sin matiz, sin color, desprovistos de todo sentimiento, y no puede ser así. Aunque la noticia sea plana y el periodista no se deba inmiscuir en el acontecimiento, si tú no lees con el corazón, en mi opinión, hiciste mal tu trabajo, y el oyente se percata. Muchas personas me dicen: “Tú cuentas la noticia diferente, a ti se te nota que lo estás sintiendo de verdad”. Eso es un premio para mí. El mayor.
«No discrimino nunca entre lo sensible y lo diario. De hecho, trato de hacer lo diario lo más humano posible y contarlo desde el alma, para que llegue a la gente. No por gusto está ese tema en la agenda de un medio de prensa».
—¿Qué te sigue inspirando?
—En diez años, muchas veces he querido tirar la toalla. Me he sentido agotado físicamente, porque trabajo mucho, pero me inspira a diario el reconocimiento de la audiencia, que una vecina me traiga un buchito de café o me alcance un plato de comida por la ventana un 24 de diciembre —porque vivo solo aquí en Santa Clara—, que el hombre de la esquina me sugiera un tema, que la gente siga confiando en los medios de prensa, en el trabajo que hacemos algunos periodistas de manera individual, eso es una victoria. Eso me salva.