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Después de la tormenta

Hoy, a días del paso del huracán Oscar, el policlínico IV Congreso del PCC, con el esfuerzo de sus trabajadores y pacientes, está en recuperación

 

Autor:

Sandra D. Bory Castellanos

Todo estaba cubierto de fango. Las paredes, las puertas, las ventanas. Las sillas, las mesas, los implementos médicos que se pudieron salvar. La ropa y la piel de quienes, sobreponiéndose al cansancio, devolvían el policlínico a la normalidad. Cientos de historias clínicas, hojas de cargo, envases de medicamentos eran amontonados en pequeñas pilas, convertidos en basura. Todos perdidos, irrecuperables.

Dicen que ocurrió en la madrugada. Que el agua rompió puertas y burló ventanas hasta colarse en el interior de las instalaciones. Que el personal corrió por sus vidas, pero no pudo huir. Que se refugiaron sobre sillas y mesas para escapar de las inundaciones. Que no dió tiempo a nada.

Hoy, a días del paso del huracán Oscar, que «pisó tierra» con categoría 1, y luego se degradó a tormenta tropical, el policlínico IV Congreso del PCC, con el esfuerzo de sus trabajadores y pacientes, está en recuperación.

Sacrificio ante todo

Odalys Alba Leyva fue una de esas personas que llegaron el primer día para ayudar en lo que fuera posible y necesario. «Soy técnica de protección física aquí, en el policlínico. Al momento del huracán estaba en mi casa, pero en cuanto amaneció sentí que tenía que venir, y así lo hice.

«Tengo que recorrer un kilómetro hasta aquí, atravesar incluso el río. Lo he hecho todos los días, desde que comenzó la recuperación. Paso por donde hay animales muertos. Perros, gatos, todos ahogados y en descomposición. No es nada fácil, pero es mi sacrificio. Tengo que ayudar».

Su rostro, triste, no muestra señales de desaliento a pesar de lo vivido. Resultó afectada, como la mayoría, pero no ceja en su contribución al esfuerzo colectivo. «Se me mojó todo. Los alimentos, la ropa de cama, el colchón, los muebles.

«Vivo con mi papá, que es un adulto mayor, y estábamos solos durante las lluvias. La vivienda no sufrió grandes daños, y aunque solo conservamos la ropa que traíamos puesta, agradezco que estamos bien. Lo demás se seca, se recupera, y por eso vengo a ayudar. Hay quien perdió mucho más que yo.

«Es complicada la vida en estos momentos. Debo garantizarle la comida a mi papá antes de venir. Trabajar aquí y cuando regreso a casa, cocinarle la del otro día, y así. Es un sacrificio inmenso, pero no se me hace pesado. Estoy muy orgullosa de lo que estamos logrando», confiesa.

A unos cuatro o cinco metros, en una habitación a la izquierda, la doctora Yaisel Vizcaíno Muchulí atiende a una paciente. «Soy del municipio de Guantánamo, trabajo en el policlínico 4 de Agosto, del reparto Caribe. He estado ayudando desde que llegué. Visitamos algunos pacientes en el hogar, otros llegan hasta aquí. Los clasificamos atendiendo a los síntomas y los remitimos, incluso hasta el Hospital General», comenta.

Ella forma parte del grupo de trabajadores que, desde otros territorios, han ido a colaborar allí, en lo que haga falta. Permiten que continúe la atención primaria de salud, a pesar de todo.

Justo a la entrada del policlínico, Denia Rodríguez Rodríguez, joven directora de la institución médica, aporta su granito de arena. Tiene 30 años de edad, y dos meses al frente del colectivo médico.

La doctora Denia Rodríguez lidera al colectivo de trabajadores en tan difícil situación. Fotos: Leonel Escalona Furones

«Tengo 189 trabajadores afectados. En algunos departamentos todos sufrieron pérdidas, pero nos hemos sobrepuesto a estas circunstancias. Los menos damnificados estamos aquí, y hemos recibido ayuda de personas de muchos lugares y entidades. Con ellos superamos la peor parte.

«Perdimos más del 60 por ciento de los equipos. Hasta el momento, hemos restablecido el servicio de uno de los ultrasonidos, el electrocardiograma, el salón de cirugía, el cuerpo de guardia. Recuperaremos, después, el laboratorio clínico y el área de hospitalización.

«Rescatar todos estos servicios resultó de un compromiso moral mayor que cualquier adversidad. Nosotros, más el apoyo de muchos lugares, obran esta realidad recuperativa en marcha, y eso se valora», afirma.

La joven directora pide un paño y se lo amarra a la cabeza, ante el fotógrafo quiere disimular el desaliño de su cabellera. Sacude sus brazos y acomoda su ropa mientras que como mujer presumida comenta: «Tengo que salir bonita en las fotos, periodista —bromea, consciente de que su verdadera belleza está expuesta toda cubierta de fango, sudor y lágrimas: la resiliencia».

Renacer

Madiel Coba Matos, director general de Salud Pública en San Antonio, habla de la situación del sistema sanitario en el municipio, tras el paso de Oscar. «Tenemos dos policlínicos en el municipio: el Félix Pena, en zona montañosa, y el IV Congreso del PCC, del poblado principal.

Saldremos adelante con la cooperación de todos, asegura Madiel. Fotos: Leonel Escalona Furones

«Tenemos dispensarizados 11 420 pacientes en 18 consultorios, de los cuales seis sufrieron algún daño, lo que representa la atención a 6 420 personas. Para garantizar la atención primaria hicimos algunas restructuraciones, porque también la mayoría de los médicos resultaron afectados.

«Buscamos locales alternativos para sustituir temporalmente los consultorios más dañados. Recibimos apoyo de profesionales de la salud de otros municipios y de estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas para mantener la vitalidad en las áreas.

«Saldremos adelante con la cooperación de todos. Recuperaremos todas las instalaciones con esfuerzo mancomunado. Este huracán llegó para hacernos más fuertes», concluyó.

La devastación de Oscar en el policlínico IV Congreso fue otra herida profunda en las venas —ya abiertas— de San Antonio del Sur. Cada rincón sucio, cada salón desorganizado, cada implemento perdido recuerda lo frágil que pueden ser las infraestructuras y, a la vez, lo resilientes que podemos ser como pueblo.

Vengo a ayudar, porque muchos perdieron más que yo, aseguró Odalys. Fotos: Leonel Escalona Furones

El verdadero espíritu humano se manifiesta en tiempos de crisis. Los trabajadores —despojados del dolor y la incertidumbre— se levantan con determinación admirable. Su compromiso con los pacientes y la comunidad es testimonio de su vocación y amor por la salud.

Personas de todas partes extienden sus manos y corazones para ayudar. Llegan donaciones de suministros médicos, alimentos y recursos de rincones insospechados. Cada gesto cuenta; cada acción solidaria se convierte en un ladrillo más en la reconstrucción del lugar.

Así, mientras se enfrentan a la tristeza, renace el policlínico como un símbolo de resistencia y solidaridad. Su historia de recuperación será narrada no solo por los objetos que vuelven a su lugar habitual, sino por las vidas que se tocan y se salvan gracias al esfuerzo colectivo. Juntos, con fe y determinación, demostrarán que el agua y el viento no pudieron arrasar con todo. (Tomado del periódico Venceremos)

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