Emilio Correa era el único sobreviviente de los cinco criollos que se coronaron en el 1er. Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado. Autor: Archivo de JR Publicado: 28/12/2024 | 08:39 pm
Al menos siete deportistas cubanos que lograron subir al sitio más alto del podio en campeonatos mundiales dejaron de existir en el año que está próximo a expirar.
Sin asegurar que sean los únicos, la lista incluye los peloteros Félix Isasi Mestre (1945-2024) y Mario Fernández Torres, los pugilistas Justo Emilio Correa Vaillant (1952-2024) y Pedro Orlando Reyes Ponce (1959-2024), la voleibolista Mercedes Pomares Primelles (1954-2024), el halterista Roberto Antonio Urrutia Hernández (1956-2024), en Estados Unidos, y el esgrimista Carlos Alberto Pedroso Curiel (1967-2024).
En la relación sobresale Emilio Correa, quien partió hacia la eternidad el 11 de marzo. El santiaguero era el único sobreviviente de los cinco criollos que se coronaron en el 1er. Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado, organizado en nuestro país, en 1974, año en el que fue seleccionado el mejor deportista de Cuba.
Correa ganó todo lo que estuvo a su alcance en aquel quinquenio: el título olímpico en Múnich 1972; la mencionada justa del orbe; los Juegos Panamericanos Cali 1971 y los Juegos Centroamericanos, que acogió República Dominicana, en 1974.
Al imponerse en la división de los 67 kilogramos en la cita planetaria celebrada en la capital cubana, se convirtió en el primer deportista de casa que poseyó simultáneamente los cetros olímpicos y del mundo, por escaso tiempo delante del legendario peso supercompleto Teófilo Stevenson Lawrence.
Urrutia, quien habría cumplido 68 años el 7 de diciembre, es uno de los tres mejores pesistas de la Mayor de las Antillas en todos los tiempos, junto al villaclareño Pablo Lara Rodríguez y el santiaguero Daniel Núñez Aguiar.
Se anexó ocho metales áureos en porfías mundiales. En 1977 cargó con los máximos honores en arranque y total en los 67,5 kilogramos, en Stuttgart; pero en Gettysburg, en 1978, y Salónica 1979, barrió con todo el oro en la división de los 75 kilos.
Implantó seis récords del orbe y solo le faltó subir al estrado de premiación bajo los cinco aros. Culminó sexto en biatlón en Montreal (1976) y cuatro años más tarde cuando todos los dedos apuntaban hacia él a la hora de hablar de los favoritos para imponerse en su peso en Moscú, decidió tomar otro rumbo mientras se preparaban en México.
Radicado en Estados Unidos no tuvo resultados importantes a nivel internacional; en los Juegos Panamericanos en Indianápolis 1987, cedió ante el empuje de Pablo Lara y Francisco Alleguez, que lo relegaron al tercer puesto en 75 kilos.
El 6 de agosto la familia del voleibol estuvo de luto con la partida física de Mercedes Pomares Primelles (1954-2024), «La Zurda de Majagua», integrante del formidable equipo que, en 1978, bajo la tutela del miembro del Salón de la Fama Internacional del deporte de la malla alta, Eugenio Rafael George Laffita (1935-2014), logró la primera de las tres medallas de oro conquistadas por Cuba en citas mundiales de este tipo.
Además de la Pomares, conformaron la sexteta regular de aquel conjunto: Mercedes «Mamita» Pérez —catalogada por muchos como la principal figura del certamen—, Nelly Barnet, Lucila Urgellés y las pasadoras Imilsis Téllez y Ana María García.
El 26 de noviembre, el boxeo cubano lamentó el deceso de Pedro Orlando Reyes Ponce, uno de nuestros más sobresalientes pugilistas de la década de los 80 del pasado siglo, en la que se tituló en las principales competiciones foráneas, con excepción de los Juegos Olímpicos, pues su época de gloria coincidió con la ausencia de Cuba a las citas de Los Angeles 1984 y Seúl 1988.
Por supuesto que no olvidamos a los peloteros Félix Isasi Mestre y Mario Fernández Torres. Inteligente, pícaro, rápido, brillante en la segunda base con el guante en la mano y excelente bateador, Isasi se convirtió en un maestro de la posición, al punto que en los torneos en que jugó llamó la atención de los scouts, quienes trataron de contratarlo para la pelota profesional.
Con solo 18 años se estrenó en los clásicos beisboleros cubanos luciendo el traje de Occidentales, en la 3ra. Serie Nacional (1964), nada menos que frente a Manuel Alarcón Reina, el Cobrero, a quien le disparó dos cañonazos en cuatro turnos oficiales.
Lo que son las coincidencias del béisbol. Eso fue el 2 de febrero de 1964, justamente 60 años antes de su fallecimiento, el pasado 2 de febrero.
Llegó a ocupar un espacio en las filas de la representación del Verde Caimán que acudió a los Juegos Panamericanos realizados en Winnipeg, Canadá, en 1967. Desde entonces permaneció en la defensa del segundo cojín en todos los eventos internacionales de envergadura en que intervinieron los antillanos hasta la lid del orbe que tuvo lugar en Colombia, en 1976. En ese período participó en seis mundiales, tres confrontaciones del nuevo continente y un par de Centrocaribes.
Formó un excelente trío de bateadores en unión de Wilfredo Sánchez y Rigoberto Rosique, formación que el genial narrador y comentarista deportivo Bobby Salamanca inmortalizó llamándoles los tres mosqueteros, en alusión a un clásico de la literatura francesa, de Alejandro Dumas.
Para Bobby, Wilfredo era Athos; Rosique era Porthos, e Isasi, el tercer mosquetero, era Aramís, quienes alineaban en ese orden. En el mundial efectuado en Cuba en 1971, con excepción de un partido, en los restantes ocuparon esos turnos madero en mano. Cuando intervenían en los campeonatos nacionales se les unía el cuarto bate Tomás Soto, que para Salamanca fue el Caballero D’Artagnan.
El 6 de abril, la pelota cubana sufrió la pérdida de otro de sus monarcas mundiales, aunque no fue de los más conocidos: Mario Fernández Torres, posiblemente el mejor lanzador zurdo de los equipos de la antigua provincia de Oriente en la década de los 70.
Fernández integró el equipo que se coronó en el certamen universal jugado en Cuba en 1973, y un año más tarde asistió a los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Fue el monticulista que más disfrutó la alegría de conectar batazos de vuelta completa en nuestro béisbol, con ocho, uno más que Gaspar «Curro» Pérez y Orlando Figueredo, quienes
registraron siete vuelacercas, siempre aclarando que, en la Guía Oficial de Béisbol le aparecen nueve estacazos, pero en realidad fueron ocho actuando desde la lomita, porque él también custodiaba el primer cojín.
Casi a las puertas de 2025, el pasado 25 de diciembre el deporte cubano volvió a vestirse de luto con la muerte del esgrimista Carlos Alberto Pedroso Curiel, quien junto a Nelson Loyola Torriente e Iván Trebejo Pérez formó parte del equipo de espada que subió a lo más alto del estrado de premiación en el 49no. Campeonato Mundial desarrollado en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), en 1997, donde Cuba concluyó en el segundo lugar en el medallero, con dos premios áureos e igual número de metales de plata.
En esa década dorada de los 90 para la esgrima en el país, Pedroso, aparte de convertirse en monarca universal, obtuvo tres preseas de bronce en lides de esa naturaleza e igual color de metal en la Olimpiada de Sidney 2000.
Aunque no vivieron la gloria de ser campeones mundiales, porque en su época todavía no existían porfías de este tipo en el campo y pista, vale recordar a dos atletas que integraron las cuartetas que en sus respectivos sexos se adueñaron de la medalla de plata en los relevos 4x100 metros en la Olimpiada realizada en Ciudad de México 1968: la villaclareña Violeta Quesada Díaz (1947-2024), quien dejó de existir el 24 de marzo, y el guantanamero Hermes Julián Ramírez Limonta (1948-2024), que murió el 4 de septiembre.
Otros tres fallecidos en el presente año coquetearon con el podio olímpico: el voleibolista camagüeyano Abel Sarmiento Bios (1962-2024), subcampeón mundial en 1990 y cuarto lugar en la porfía de Barcelona, en 1992, quien cerró los ojos por última vez el 12 de julio, así como Marcia Alejandra Garbey Montell (1949-2024), que ocupó el cuarto peldaño en salto de longitud en Múnich 1972, y el velocista Osvaldo Lara Cañizares (1955-2024), quinto puesto en la prueba del hectómetro y octavo en los 200 metros planos en Moscú 1980. La santiaguera dijo adiós el 1ro. de enero y al siguiente día el capitalino se marchó del mundo de los vivos.