El parque Serafín Sánchez Valdivia, de la ciudad del Yayabo, fue testigo de un hecho histórico para el baile cubano. Autor: Lisandra Gómez Guerra Publicado: 13/05/2024 | 11:00 pm
SANCTI SPÍRITUS.— Cuando en el pasado mes de septiembre Nurianny de la Cruz González comprobó que del grupo que tenía delante, del baile de casino apenas conocían su nombre, casi pega el grito en el cielo. Por meses, cada tarde en la Casa de Cultura María Montejo, de Jatibonico, se convirtió en un reto.
«Hablamos de adolescentes y jóvenes entre 13 y 21 años de edad y los encuentros eran luego de que culminaban sus clases y trabajos, así que todo atentaba contra el objetivo de enseñarlos a bailar en ruedas y parejas», cuenta la instructora de arte de esa institución del sector de la Cultura.
Pensó entonces que la mejor fórmula era proponerles lo que más escuchan y bailan. Luego, poco a poco, a través de los talleres de apreciación de bailes populares cubanos el camino se hizo más fácil.
«Me apropié, primero, del reguetón, creo que contra eso no podemos. Ya posteriormente pasamos al mambo, chachachá, pilón y mozambique. Comenzamos a participar en diferentes eventos hasta que se percataron de que el baile de casino es apasionante».
Bien lo saben Elizabet Hernández y María de la Caridad Bravo, dos de sus alumnas con 14 años de edad, quienes desconocían los pasos de ese baile que son «cantados» por uno de los bailadores.
«Para nosotras, como para varios de nuestros compañeros de la secundaria básica, es un baile viejo y solo para nuestros padres. Nos dejamos llevar por lo más que se escucha, sobre todo en las discotecas, y no nos preocupamos por aprender. Pero, ya después que una lo descubre no puedes dejar de bailar», refiere Elizabet.
En cambio, su coterránea Mélani Labrada Rodríguez asegura conocer los pasos básicos desde bien pequeña gracias a convivir con casineros.
«Quizá porque sabían de eso me invitan a formar parte de la rueda de casino que ensayó durante meses en la Casa de Cultura de Jatibonico y ahí sí he aprendido mucho más porque ya no es solo bailar, sino también su historia».
Y aunque el lograr compaginar el baile en ruedo ha significado mucho para el colectivo conducido por la joven Nurianny de la Cruz González, hay una deuda que todavía tiene en agenda.
«Enamorar a los adolescentes no ha sido fácil, pero lo que sí ha sido casi imposible es sumar a los varones. De ahí que, en nuestra rueda de casino, además de ser diversa en edad, predominamos las mujeres llevando los pasos».
El maestro primario Leonardo García González, del municipio de La Sierpe, no cree en estereotipos de género que encasillan a los hombres que bailan con términos femeninos. Desde muy pequeño, se presentó en festivales y carnavales, donde se robaba los aplausos.
«Desde los 17 años me presento con mi pareja de baile Danay Menejías. Creo que si no hay más casineros jóvenes como nosotros es por desconocimiento. Es un baile popular, solo hay que ver en una fiesta cómo se baila y se goza. Desde que le cogimos el ritmo no hemos podido desprendernos.
«En nuestro municipio de La Sierpe tenemos una fortaleza en la Casa de Cultura por la existencia del proyecto de Dinamización Sociocultural y Participación Juvenil, Tradición y Contemporaneidad. Ahí se fomenta este baile y otros cubanos y, por ello, en La Sierpe se baila bastante. Y si de estereotipos se habla, considero que para el que funge el rol de llevar a la pareja es mucho más complicado, por lo general nosotros los hombres, porque debemos saber muy bien qué queremos hacer o qué nos pide el que canta».
Bailar en casa es mejor
Todos estos espirituanos se vieron las caras por vez primera el 5 de mayo en el parque Serafín Sánchez Valdivia, de la ciudad del Yayabo. Además del amor por el popular baile, tenían como pretexto común que Sancti Spíritus contribuyera a que Cuba ostentara el Récord Nacional y Mundial en Ruedas de Casino.
«De forma general, en las ocho ruedas de casino y sus 116 bailadores espirituanos, pudimos apreciar elegancia y buen estilo interpretativo», comentó Luis Orlando Sotolongo Hernández, quien fungió como observador del evento.
Añadió que además mostraron una correcta ejecución de los pasos básicos de las figuras que son propias del casino, y todo eso al final contribuye indudablemente a proteger el baile y a que perdure en las nuevas generaciones. Fue de mucha satisfacción ver adolescentes insertadas en las ruedas. Eso nos dice que no dejamos morir ese baile cubano».
Descendiente del complejo proceso de transculturación, el baile en ruedo hizo su entrada en Cuba en la década de los 50 del pasado siglo. Los primeros pasos se marcaron al ritmo del son montuno, la guaracha, el danzón y el chachachá. Y, según la bibliografía de la época, se popularizó en las entonces sociedades de recreo con grandes espacios de baile. Uno de los más populares de ese momento era el Club Casino Deportivo, de La Habana, de ahí que resultaba común escuchar «vamos a bailar como en el Casino» y, ya después «vamos a bailar una rueda de casino».
Con el paso del tiempo y con la llegada de la salsa como acompañamiento, esa expresión danzaria se hizo más compleja. Nacieron así infinidad de nombres pintorescos y jocosos de los pasos de baile que son «cantados» por uno de los bailadores. «Dame una», «Dos con dos», «Pelota»… aseguran que más de 300 figuras permiten a los bailadores demostrar sus destrezas durante el tiempo que hacen suya la pista.
«El Consejo Nacional de Casas de Cultura tiene una proyección desde el año anterior con el rescate o revitalización del casino, a través del sistema de todas sus instituciones», explicó Sotolongo Hernández, especialista en la labor con el movimiento de artistas aficionados.
De ahí que en Sancti Spíritus, expresó, se ha materializado una estrategia de trabajo desde el punto de vista técnico metodológico para preparar a nuestros profesores instructores de danza. «Potenciamos los talleres de creación y apreciación porque el que no pueda bailar sí puede aprender a apreciarlo. Y, como toda obra humana, no estamos conformes, sino que debemos continuar porque hablamos que esto es una forma más de fortalecer la identidad nacional».
Las emociones que sintió la espirituana Taimí Arredondo Pérez la transportaron a su época de estudiante de secundaria básica. Recuerda que se robaban las horas del receso escolar para echar un pasillito.
«Lo vivido en el parque es único. No solo por los casineros que salimos a bailar, sino el público que nos acompañó. Tenemos que enseñar esa tradición desde su historia, los pasos y cómo se disfruta, porque al final es eso, un goce cuando se baila en pareja o en ruedo y, sobre todo, por su valor agregado, porque se hace gracias a nuestra música. Cuba es bailadora por naturaleza y sus raíces no pueden perderse por mucha moda. ¡El casino nos pertenece!».