Crear las bases para el nuevo modelo de prensa en Cuba es una premisa de los integrantes de la UPEC. Autor: Falco Publicado: 03/02/2024 | 11:26 pm
Mientras nos reunimos, por videoconferencia desde la sede nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en el 4to. Festival Nacional Virtual de la Prensa Julio García Luis las bombas caen inclementes sobre Gaza. El crimen no podría ser más impune ni menos grotesco: más de 26 000 seres asesinados, buena parte de ellos capullos a los que la maquinaria de guerra sionista y el imperialismo cómplice les priva de llegar a ser flor de la vida.
Se unen al martirologio más de un centenar de los colegas palestinos y de medios que intentan proyectar, desde los escombros, la atrocidad de esta cruzada diabólica.
Es como si todos los poderes del maligno se impusieran en una tierra que todos esperaríamos más santa, o tal vez medianamente piadosa por sus orígenes y creencias. Por lo bárbaro de lo que ocurre ya no alcanzará el humilde Muro de los Lamentos…
Ni siquiera un altísimo tribunal, que esperábamos fuera de la justicia y la concordia mundial, se atreve a llamar la matanza por su nombre, mucho menos a proferir el fallo de detenerla. Los jueces se van a casa a cenar con sus familias y a mirar enajenados —tal vez hasta avergonzados— cómo este apocalipsis sigue hasta su juicio final de espaldas a los preceptos cristianos de Jesús, el de Nazareno.
El pueblo cuya tierra padece decenios de usurpación y vejaciones, ahora bajo el fallo inapelable de la metralla, es acusado de terrorista. La ensangrentada víctima convertida en culpable por obra y gracia del expansivo armagedón distorsionador.
Quienes seguimos esta tragedia tenemos que preguntarnos: ¿cuáles otras naciones o pueblos serán las próximas víctimas si la canallada se impone sobre cualquier despojo de la civilización?
Entre tanta confusión impuesta o yuxtapuesta, nosotros en Cuba tenemos que hacerlo, mientras otros, irresponsable o ingenuamente, evaden la interrogante, porque este país fue sometido —también por decenios— a castigos iguales o parecidos y bajo el mismo imperturbable cinismo de considerar a las víctimas del acoso, el crimen y el terror como terroristas, o cuando menos habitantes de un Estado tan forajido como fallido.
Tenemos que hacerlo, porque los últimos años de acoso, agresión múltiple y sobrevivencia espartana no fueron más que la preparación artillera de lo que puede estar por venir si ocurriera un quiebre de la dignidad enorme con la que el pueblo cubano enfrentó hasta hoy todos los sacrificios.
Es casi temerario que en medio de una economía de guerra y de la fase aguda de la contienda híbrida, con acento en lo comunicacional, intentemos abrir caminos a un nuevo modelo de prensa público para nuestro socialismo, aunque seríamos insensatos, incluso suicidas, si creyéramos que podríamos hacer prevalecer la verdad de la Revolución en Cuba y el planeta, haciendo un paralelo con el Che Guevara, con las melladas armas comunicacionales del socialismo del siglo XX, unas armas que, de tan ortodoxas, terminaron siendo —por fracasadas— irreales.
El texto Revolución, socialismo y periodismo, del maestro Julio García Luis, a diez años de salir de imprenta, para bien de la lucidez y conciencia crítica que necesitamos, honra este 4to. Festival, a la par que nos devela la complejidad de la relación entre prensa y poder revolucionario en el caso cubano.
Del modelo de prensa que fundó la Revolución triunfante en 1959 en Cuba no tenemos por qué avergonzarnos, fue capaz de cimentar la unidad y la conciencia social de nuestra sociedad en las telúricas condiciones de la época fundacional, una época que terminaría en una nueva constitucionalidad e
institucionalidad y en un renovado pacto social, todo lo cual intentó ser quebrado por el imperialismo y sus acólitos.
Pero ni este mundo es el de aquellos años, ni el modelo socialista podría ser igual, además de que somos testigos de que el pacto social revolucionario que se configura es absolutamente distinto, tanto como las reglas comunicacionales del siglo XXI no se parecen en nada a las de entonces, de lo contrario los estudiosos no hablarían de un cambio de época, en el que las sociedades, y con ellas las revoluciones sociales, son retadas por una rotunda transformación de dimensiones impensadas.
Cuba asiste a ese cambio internacional, en el que el sueño de un nuevo orden mundial de la información fue suplantado por el totalitarismo infocomunicacional global, sumergida en su propia burbuja de radicales trasformaciones internas, con las duras —y no pocas veces inesperadas— consecuencias económicas, sociales y políticas, además de las que agregan las mezquinas agresiones externas. La peor de todas, la pérdida de nuestra apostólica fe en la singularidad del destino de Cuba.
Nada de ello, sin embargo, aminoró la obstinada voluntad, liderada por el Partido Comunista con el aliento de Fidel, de cambiar lo que debe ser cambiado en el sistema de comunicación y de prensa pública cubanos. Están ahí para verificarlo las aprobadas Política de Comunicación del Estado y del Gobierno, la Ley de Comunicación Social, con sus avanzadas disposiciones complementarias, así como el experimento que busca remover las bases del sistema de prensa.
Ya no hablamos de una utopía, sino de un giro palpable en muchos medios, hoy multiplataformas, entre estos Ideas Multimedios, la Agencia Cubana de Noticias, Juventud Rebelde, Escambray y Girón, para mencionar los que avanzan con mayor integralidad y que actúan como verdaderos zapadores de una transformación, sin la cual, como tanto acentuó Julio García Luis, sería impensable la radical e inevitable reconfiguración que exige nuestro socialismo.
El Maestro pensaba que se puede cambiar la prensa sin cambiar el socialismo, aunque no se puede cambiar este último sin hacerlo con la prensa.
Este festival y sus premios nacionales de innovación Juan Antonio Borrego tienen que convertirse en un catalizador imperturbable de los cambios que se exigen a la prensa cubana, en primer lugar por nuestra sociedad, cada vez más exigente, profunda y crítica, cada vez más en red, más parte de la sociedad global y más ansiosa de un socialismo pleno y democrático, como se estampó en el modelo a construir en el siglo XXI.
Nos tiene que alentar este encuentro a resolver los graves problemas estructurales acumulados y a la creación de las bases del nuevo modelo de prensa público para nuestro socialismo, a partir de nuevos modelos de gestión en lo editorial, lo económico, lo tecnológico y en la captación y formación de los recursos humanos que demanda la modernización del sector.
La presencia en la apertura de este 4to. Festival de unos 50 jóvenes de otras provincias, que estuvieron dispuestos a alejarse de sus territorios de origen, de sus familiares y seres queridos para servir mejor a su país, cubriendo el déficit de profesionales en los medios nacionales, es ya una alerta clara de los dilemas que tenemos por delante en este y otros ámbitos de nuestra Patria. Muchos de estos jóvenes cumplirán su servicio social en medios que están impulsando el cambio o en otros en los que deberán contribuir a espolearlo con su juventud y energías.
La disyuntiva es tan apremiante, como apasionante e inevitable: o cambiamos o cambiamos, esa es la cuestión.
*Palabras pronunciadas en la inauguración del 4to. Festival Nacional de la Prensa Julio García Luis