El proyecto comunitario Mariposa contribuye al bienestar y disfrute de los niños sin amparo familiar. Foto: Cortesía de los entrevistados Autor: Cortesía de los entrevistados Publicado: 14/06/2022 | 09:47 pm
«Es reconfortante ver la sonrisa de una familia que antes había anotado en una hoja por la falta de alguna cama o una cuna para los niños y ahora, pasadas varias semanas, la reciben de nuestras manos», dice satisfecho Rubén Darío García Caballero, estudiante de 2do. año del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) Raúl Roa García.
Y, asegura, que es de los mayores recuerdos que lleva consigo al formar parte de las Brigadas Juveniles de Trabajo Social y del proyecto ISRI en la calle, que desde su surgimiento busca identificar las problemáticas que existen en algunas comunidades habaneras, esas que por sus complejidades y necesidades las convierten en vulnerables y, una vez detectadas, ayudar a su comprensión desde las autoridades.
En nuestra conversación recuerda las charlas al concluir el trabajo donde debatían las situaciones encontradas que más habían llamado la atención y aportaban soluciones para llevar a cabo las próximas jornadas. Por eso, una de las cuestiones por las que más abogaron durante su estancia en los barrios, dice Rubén Darío, fue la de estar allí en el momento de la entrega de los suministros o apoyos.
«¿Por qué?, pues queríamos pasar de ser los “rellenadores de planillas” a formar parte del proceso completo, asegura el joven, quien como el resto de sus compañeros del ISRI, hace casi un año se adentraron en realidades familiares duras, pues estuvieron alrededor de un mes y medio laborando en barrios como La Timba, la Dionisia y Lindero y final.
Según cuenta su colega Karla Oliveros Pérez visitaron a personas que no contaban con un baño y ciudadelas de más de 40 familias que solo tenían uno, el cual otra familia ocupó para vivir. Personas que dormían en cartones, algunas que se turnaban los horarios de trabajo para garantizarse donde descansar un rato y otras en las que solo había un sustento económico para una familia numerosa.
Muchas veces les tocó ordenar las planillas con las caracterizaciones de las familias y algunas se repetían transcurridos más de tres años. Si bien es necesario organizar el trabajo para tener una magnitud de los problemas hay que despojarse un poco del burocratismo en función de lo más importante: encontrar una solución o las vías hacia ella, comenta.
Entre algunas de las disyuntivas que se toparon estos muchachos estuvo que, a pesar de su disposición para el trabajo, incluso los fines de semana o en tiempo de exámenes, llegaban temprano a las comunidades y en ocasiones no existían las planillas o no iban los trabajadores sociales.
En Karla se contraponen sentimientos que a su vez la hacen más humana. Por un lado se encuentra la alegría de apreciar tanta confianza de la gente en los jóvenes, mientras que en otro está la tristeza de saber cuánto falta aún por realizar. No obstante, reconoce, que esta es una tarea importante que les permite a los universitarios vincularse a proyectos sociales y convertirlos en actores de transformación.
De algo está convencida Karla y es que en su experiencia sintió estar aportando verdaderamente al país, haciendo algo por progresar, cuidando de la responsabilidad que depositaron en ella sin apenas conocerla, al tiempo que intentó cambiar las realidades muchas veces distante de la nuestra, pero en la que otros casi siempre han vivido.
Sumar a todos
En el afán de ayudar cada vez más en beneficio de las comunidades y fortalecer ese lazo estrecho que nos une a ellas, son varios los proyectos que estudiantes universitarios han desarrollado durante estos últimos años en diferentes lugares de la capital con un notable impacto y que ahora se consolidan con el apoyo de organismos e instituciones.
Otro de los que atrapa muchísimas miradas es el realizado por jóvenes de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana en el barrio capitalino de La Timba, ubicado en el municipio de Plaza de la Revolución. Quienes llegaron hasta allí, intentaron asesorar y fomentar una cultura jurídica en función de las necesidades que en ese ámbito pudo tener la población.
Específicamente del proyecto Derecho en la comunidad, Amanda Álvarez Martínez, estudiante de dicha carrera, explica que este se desarrolló durante los meses de verano del pasado año, justo en el período de pandemia. «Surgió como parte de los proyectos extensionistas de la Federación Estudiantil Universitaria», comenta.
Entre los trabajadores sociales de La Timba y los estudiantes fue creada entonces una estrategia para atender y guiar a más de 30 personas esencialmente con temas vinculados a los trámites legales de la vivienda.
La idea fundamental radica en la socialización de los aspectos jurídicos y en la sensibilización con la gente por medio de sus problemas. Y es válido aclarar que para ese objetivo, dijo, se vincularon alrededor de 40 jóvenes, a pesar de que el nivel de convocatoria en estos casos no es generalmente alto.
Dentro de la comunidad, aclaró, encontraron desesperanzas debido a maltratos y malas atenciones que habían sufrido varias familias desde algunas instituciones. No es casual entonces que las principales problemáticas hayan estado radicadas en un tema complejo, la vivienda. «Si bien no podíamos solucionarles todas sus demandas, sí procurábamos que cada persona encontrara al menos una respuesta».
Quizá debido a los resultados con la iniciativa es que tienen proyecciones de expandirla hacia otros municipios. «No solo en La Timba debemos continuar haciendo, además, debemos llegar a otras comunidades. Ahora nos encontramos en un proceso de reorganización para volver a emprender ese camino en nuevos sitios y con más jóvenes», explicó.
Proyecto Mariposa
Claudia Cobreiro Mesa, estudiante de 4to. año de la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana, quien asumía la jefatura de la Comisión de Tareas de impacto de este sitio, habla sobre su experiencia dentro del proyecto Mariposa, una iniciativa que bien muestra el deseo por ayudar y la responsabilidad social que asumen muchos desde su temprana juventud.
El solo hecho de contribuir a través del arte, de las propias donaciones y de actividades dinámicas al bienestar de niños sin amparo familiar, constituye una forma sincera de entregarles amor a quienes más lo necesitan.
Con tal propósito, la facultad buscaba hace algunos años actividades de alto impacto en las comunidades. Aunque desde un tiempo se visitaban las casas de niños sin amparo familiar, no es hasta finales del año 2019 que inician como proyecto, detalla Cobreiro Mesa.
Además de la entrega en los hogares, se desarrollan actividades culturales, llevan una guitarra y cantan, realizan pequeñas obras de teatro y forman dibujos colectivos. El propósito es siempre, agrega, establecer aunque sea un mínimo contacto con los niños y hacerles sentir importantes.
Es gratificante, asevera, ver como en los tiempos actuales existe la capacidad de movilización para donar y entregarse por estos pequeños. «Nos identificamos con Mariposa porque cuando llegamos a los hogares podemos conectar con nuestro niño interior, algo que significa como jóvenes universitarios, una forma de crecer en lo espiritual», comentó.
Sin duda, las esencias y los deseos de construir, de ayudar en los barrios más vulnerables y a los que necesitan del afecto sincero, lleva en estos tiempos un sello distintivo marcado por la juventud. No extraña entonces que lo hermoso se haga perdurable, sobre todo, en días donde la solidaridad debe ser un valor indispensable para esta Isla.