Hermana de Juan Almeida Bosque. Autor: Enrique González Díaz Publicado: 16/02/2022 | 08:18 pm
«Almeida defendió principios de justicia que serán defendidos en cualquier tiempo y en cualquier época, mientras los seres humanos respiren sobre la tierra».
Fidel, 13 de septiembre de 2009
La tarde del viernes 26 de septiembre de 1958 salieron en ómnibus desde La Habana los padres del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, y una hermanita suya, rumbo a la Sierra Maestra, para ver a su hijo, sorteando el peligro de caer en poder del enemigo, en plena guerra de liberación.
Aquella niña de diez años, Rosario Almeida Bosque, «Charito», que al otro día, el sábado 27, pudo abrazar y besar en esas excepcionales circunstancias a su hermano mayor, está ahora frente a nosotros, en su casa habanera de Miramar, dando la primera entrevista de su vida a un órgano de prensa, sobre su hermano mayor, el importante jefe rebelde y dirigente del Partido y el Estado, quien justamente hoy cumpliría 95 años.
«Él tenía 20 años cuando yo vine al mundo, pues nació en La Habana, el 17 de febrero de 1927, en el hospital Calixto García. Fue para nosotros como un padre y casi pudiera decir que el alma del núcleo familiar, integrado por mi mamá, Rosario Bosque; mi papá, Juan Bautista Almeida, y sus 12 hijos».
Charito prefirió hablar del héroe, aunque el lector debe saber que es graduada de Lenguas Extranjeras, profesora de ruso y de inglés; aprendió guitarra, es compositora musical, cantante de sus propios números románticos, lectora impenitente y apasionada heredera y defensora del legado del Comandante Almeida.
«¿Que si pienso en él? Lo sigo extrañando mucho, y mientras mi cerebro funcione jamás podré olvidarlo. Casi no tuvo niñez. A los nueve años era limpiabotas para llevar algún dinero a nuestra casa. Y con el tiempo fue en un balneario mozo de limpieza, albañil y taquillero, donde conoció a Fidel como estudiante universitario. Después recogedor de arena en una playa, salvavidas, por ser buen nadador, y luego obrero de la construcción.
«¿Que cómo lo recuerdo? A diario y tal como era, un hombre de palabra firme y respetuosa, esforzado trabajador, cariñoso y honrado. No dejo de imaginarlo, pese a los 13 años que han pasado desde su muerte, ocurrida el domingo 11 de septiembre de 2009, por un paro cardiorrespiratorio irreversible, a los 82 años.
«¿Que lo defina? Amaba la historia de nuestra patria. Era fuerte por fuera y por dentro. Muy austero, estoico, serio, responsable, sensible, fiel a la Revolución, a Fidel, a Raúl. Admiraba la belleza femenina, y para él, lo primordial en la conducta humana era la honradez, la honestidad, la sinceridad y decir siempre la verdad. Cuando hablaba con él de cualquier asunto me preguntaba: “Charito, ¿tú me estás diciendo toda la verdad?”».
Le decíamos «Macho»
«¿Cómo nos llevábamos? Cuando cumplí mis 15 años, en 1962, llegó a la calle 38 de la avenida El Bosque, en Nuevo Vedado, donde celebrábamos mi cumple, y dijo: “Nada de vals. Bailaré con mi hermanita el danzón Almendra, de Abelardito Valdés”. Y así lo hicimos. Él bailaba bien».
Rosario explica que desde la infancia a Juan José le decían «Macho». «Era leal a Fidel y a la Revolución. Si estaba en La Habana, no se perdía ni una sola concentración popular en la Plaza. Cuando Fidel concluía su discurso, yo esperaba hasta ver salir a mi hermano. No olvido que un día iba saliendo en un jeep y le grité: “¡Macho! ¡Macho!”. Me oyó, me vio y vino a mi lado enseguida. Al llegar me dijo: “¡Te buscaba! Yo sabía que tú estabas también en la Plaza y me esperabas donde siempre para saludarme”.
«¡Mire lo que es la vida! Su historia en el Moncada, el presidio, el exilio en México, en la travesía del Granma, en el desembarco, desde el principio, demostró que era un verdadero “Macho”. Y paradigmático fue su valiente grito en Alegría de Pío, el 5 de diciembre de 1956: “¡Aquí no se rinde nadie!”, seguida de la otra palabra…, frase que es todo un símbolo de la Revolución Cubana. Y tal vez por su origen pobre, su piel, su coraje y su dignidad, su heroísmo, se le ha visto como ¡otro Antonio Maceo!
«¿Nuestros hermanos?» Papá y mamá nos pusieron nombres compuestos a cada uno. A las hembras: María Teresa de Jesús, Eva Bárbara, Juana Manuela, Mercedes Zoila, Regla de la Caridad, Petra Paula; Irene Bárbara, y yo, Rosario Lázara. Por cierto, yo alfabeticé en 1961 en la Sierra Maestra, en las zonas de La Torcaza y Las Minas de Cambute, junto a Petra y a Irene. Él era el mayor de los cuatro varones: Juan José, Julio César, Rubén Lucio y Eugenio Leopoldo. De todos, quedamos vivas Mercedes Zoila, que va a cumplir 90 años; Irene Bárbara, que tiene 77, y yo, 75.
«Puedo decir con honra que he tratado de imitar a mi hermano Comandante ¡en casi todo! He sido una guerrera, romántica, musical, valiente, creadora, sencilla, entusiasta. Todas sus virtudes las he tratado de alcanzar.
Charito junto a su hermano. Foto: Cortesía de la entrevistada
«¿Sus defectos? Los tenía. No me atrevo a decir que era un hombre perfecto. Genioso cuando hacía falta. Hablaba muy poco de sus asuntos. Era muy reservado. Llamaba a las cosas por su nombre y no revelaba secretos íntimos. No reía por gusto. No hablaba de más. Odiaba lo falso, la hipocresía, la envidia, la guataquería. Ante lo mal hecho se ponía furioso.
«¿Amigos y novias? Muchos de los primeros, y muchas de las segundas. Lo admiraban, lo querían y lo respetaban por ser decente, honrado, puntual, honesto, generoso. ¡Era un jefe intachable! No lo digo porque era mi hermano, sino porque actuaba tal como pensaba y ese legado lo mantuvo hasta su muerte.
«Pudo aprender desde niño de unos padres exigentes que nos daban el ejemplo. Disfrutó la fortuna de tener buenos maestros en la preparación de la lucha y luego en la guerra misma. Hombres de la talla de Fidel y Raúl; y de unos compañeros de la Sierra como Che, Camilo, Ramiro, y otros héroes y mártires inolvidables».
«¿Mis canciones a mi familia? A mi papá la canción-bolero Un tributo sincero, y a mi mamá El valor de una madre. ¿La canción de mi hermano que más me gusta? La Lupe, amorosa y patriótica. Pero disfruto mucho el bolero Decide tú, tan romántico, cuando interroga: ¿Qué vas a hacer con nuestras vidas? ¡Te toca a ti tomar ahora una decisión…!».
«¿Otro ejemplo de firmeza de Almeida? Cuando fuimos al Cruce de los Baños, en el III Frente Oriental Mario Muñoz. Al rato de estar allí nos dijo que capturó al coronel del ejército Nelson Carrasco. Y nos hizo una conmovedora advertencia: “El principal asesino del ejército, Sosa Blanco, viene ya por La Torcaza, para rescatar al prisionero. Si ustedes son apresados y ese verdugo me pide canjearlos por él, no aceptaré ningún cambio, así que les sugiero encarecidamente que traten de irse lo más pronto posible de aquí”».
Nota: Agradecemos la pista periodística dada, y la gestión hecha para esta entrevista, por nuestro gran amigo, escritor e investigador de la historia guerrillera de la Sierra, Norberto Escalona Rodríguez.