En el caso del Líder Histórico de la Revolución su firma es muy conocida y es uno de los elementos más identificativos de su persona. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 08/01/2022 | 09:27 pm
La firma surge en la antigüedad y es uno de los rasgos más distintivos que acompaña a los hombres desde que se inventó la escritura. Procede del latín firmare (volver firme, sólido, seguro) y este del adjetivo firmus (firme, sólido, estable). Por lo que la firma constituye la voluntad firme, sólida e invariable de una persona con lo expresado en un documento que decide rubricar.
Su suscripción tiene valor legal y su falsificación constituye un delito en la mayoría de los códigos penales del mundo. Su uso se generalizó en el Medioevo al ser empleado por los escribas de los monasterios en los documentos que emitían a sus gobernantes. En la actualidad su empleo en la expresión oral también es popular. Cuando queremos decir que algo es seguro, utilizamos la expresión: «Póngale la firma» o «Mi palabra es mi firma», dando tono de juramento con lo que se expresa.
En el arte es importante para dar autenticidad a una obra. Su aparición le ha aliviado dolores de cabeza a los historiadores, permitiendo identificar la autoría del artista y el período, entre otras informaciones.
En el caso de Fidel Castro Ruz su firma es muy conocida y es uno de los elementos más identificativos de su persona. Solo basta con hacer una pequeña búsqueda en internet, revisar sus documentos públicos o el final de sus reflexiones para corroborarlo. Pero… ¿cuál es el documento más antiguo en el que aparece su firma? ¿Utilizó siempre la misma? ¿En qué período adoptó la rúbrica que lo acompañó el resto de su vida? Estas son algunas de las interrogantes que intentaremos responder en este trabajo.
El primer intento
Los grafólogos aseguran que nuestras firmas cambian con los años y que sufren transformaciones durante nuestras vidas. Pues Fidel no fue la excepción.
No todos los jóvenes de 14 años conocen a los gobernantes de otros países y menos se deciden a enviarles cartas. Para noviembre de 1940 Fidel rompe los moldes de su edad y envía una carta al Presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt. Escrita en inglés, con un lenguaje sencillo y juvenil, el futuro líder revolucionario felicita al reelecto mandatario.
Este es el primer documento de Fidel del que se tiene conocimiento. El mismo devela a un joven interesado en los temas de la política internacional, como las elecciones en Estados Unidos, dejando entrever que le dio seguimiento hasta su desenlace: «Me gusta escuchar mucho la radio y estoy muy feliz de haber oído que usted va a seguir siendo Presidente…».
Es evidente que el adolescente Fidel sintió simpatías por el presidente norteamericano y se unió sentimentalmente con este en su apoyo al bando aliado en la Segunda Guerra Mundial. Demuestra estar al tanto de la política de Roosevelt para acelerar la construcción de barcos en apoyo material a Inglaterra. «Y si quiere hierro para hacer sus barcos yo le puedo enseñar donde están las minas de hierro más grandes de la tierra. Están aquí en Mayarí, Oriente, Cuba».
Uno de los elementos llamativos de la carta es que al finalizar el joven Fidel estampa su firma. La rúbrica está compuesta por la F de su primer nombre, seguida de su apellido paterno. Desde la adolescencia Fidel tuvo una firma definida, pero llama la atención que casi no sufrió cambios y mantuvo una estructura estable en los próximos 15 años. Los documentos que firmó durante su período universitario así lo confirman.
Tal vez el cambio más importante en esta etapa es la pérdida de adornos, haciendo su estampa más sencilla, armoniosa y legible.
Una incorporación definitiva
En septiembre de 1950 Fidel se inicia en la compleja carrera de la abogacía. Su ejercicio como jurista requirió trabajar permanentemente con documentos legales y como es lógico tuvo que firmar con mucha frecuencia.
A Fidel le gustaba escribir, como mismo conversar. La rúbrica del joven de 24 años mantiene aproximadamente la misma estructura, aunque en este período realiza un cambio importante que conserva hasta el final de su vida. Le incorpora las letras R y Z al finalizar su apellido Castro, haciendo evidente alusión a su linaje materno.
El primer documento encontrado hasta el momento, donde se aprecia esta incorporación, data de noviembre de 1950. Se trata de la causa judicial 543/50, en la que se le acusó de los delitos de Agitación y Atentar contra el orden público, debido a los sucesos que protagonizó junto a los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza de Cienfuegos, que protestaban por la aplicación de medidas gubernamentales que los afectaban.
Como parte de los procedimientos legales Fidel firmó el 13 de noviembre de 1950 el acta de su liberación, después de ser detenido el día anterior. Durante el resto del expediente judicial se mantiene la misma rúbrica por parte del acusado.
Hoy sabemos que esta no es su firma definitiva. ¿Pero hasta qué año la empleó?
Los documentos consultados en esta etapa evidencian que la empleó hasta mediados de la década de 1950. Es difícil precisar con exactitud en qué momento y por qué razón abandonó su uso; no obstante, esta transformación se produjo en el exilio mexicano. El último escrito donde queda registrada data de junio de 1956.
Una firma histórica
La firma más conocida del Comandante en Jefe también tiene su origen en los años 50 del pasado siglo. Es sin dudas la que lo acompañó el resto de su vida y lo distinguió como líder de la Revolución Cubana. Con esta rúbrica firmó sus documentos como Jefe de Estado, otros de carácter legal o las cartas que les envió a otros mandatarios, por solo citar algunos ejemplos.
Entre los años 1951 y 1953 el joven Fidel Castro ejerció como secretario-letrado de la recién fundada Asociación de Emigrados Españoles Hijos del Ayuntamiento de Capela, pasaje muy poco conocido de su vida y que requerirá de posteriores estudios historiográficos.
Es en estos años cuando Fidel asume de forma definitiva la firma que lo distinguirá. El primer registro de la misma del que se tiene constancia data de 1951, cuando la estampó en un informe de balance financiero de la Asociación.
A diferencia de las anteriores, la estructura de la nueva firma sufrió un importante cambio: incorporó al inicio su primer nombre íntegro. Continuó siendo legible, sencilla, fácil de distinguir e identificativa del autor, cumpliendo los objetivos propuestos desde la antigüedad.
A partir de esta fecha los principales documentos que acompañan a la Revolución suscritos por Fidel llevan esa firma. Textos tan emblemáticos como la orden de ascenso al grado de Comandante a Camilo Cienfuegos en 1958, la Ley de Reforma Agraria en 1959, los múltiples mensajes que envió al Movimiento de Países No Alineados o el anuncio al pueblo de Cuba en 2006, en el que delega sus funciones debido al deterioro de su salud, son muestra de ello.
Para Fidel escribir a mano era un modo de conectar personalmente con su destinatario. Sus asistentes allegados afirman que disfrutaba escribir, acto que constituía una especie de deleite en medio de su cotidianidad repleta de responsabilidades, a la par de una afirmación de su autoridad moral mediante un gesto sencillo y cercano. Como es lógico suponer, la mayoría de los escritos llevan su rúbrica.
El nuevo autógrafo asumido por Fidel Castro —al igual que el de su hermano Ramón— posee similar estructura que el de su padre, Ángel Castro Argiz, compuesta por su primer nombre y apellido, el cual pudo haber servido de referencia para los hijos. Es importante destacar que los hijos varones del matrimonio Castro Ruz incorporaron en sus autógrafos referencias al apellido materno.
Un hombre que conspira
Durante la investigación sale a relucir un problema para los historiadores. Si el último registro que se conoce del primer autógrafo de Fidel es de junio de 1956 y la primera constancia que tenemos de la firma que pasó a la posteridad es de 1951, entonces ¿contó Fidel Castro con dos firmas en ese período? En caso de ser así, ¿cuándo empleaba una y otra? ¿Cuál era la oficial?
Como hemos demostrado, en los primeros años de la década de los 50 Fidel realiza una transición en su firma, que será definitiva hasta su muerte. No obstante, los documentos de la época reflejan que mantuvo de forma aleatoria y esporádica su rúbrica anterior.
No podemos desligar los documentos de Fidel de su contexto. Una vez egresado de la Universidad de La Habana se dedica de lleno a la actividad revolucionaria. Como abogado se consagra en defensa de los pobres y en la denuncia pública
a la corrupción gubernamental. Debido a su febril actividad política y conspirativa fue detenido y procesado penalmente, por lo que se vio obligado a pasar a la clandestinidad en varias ocasiones y escribir artículos con seudónimos para proteger su identidad.
Es en este contexto conspirativo en el que el joven revolucionario estampó su firma «no oficial», probablemente como un reflejo de autoprotección o de negar en un futuro la validez del documento, alegando que el mismo no cuenta con su autógrafo legal.
Lo cierto es que la mayoría de los documentos de los primeros años de la década de 1950 llevan la firma que asumió a partir de 1951 y que lo acompañó el resto de su vida.
Como hemos planteado, Fidel abandonó su segunda firma en el exilio mexicano. En junio de 1956 fue detenido por la policía mexicana y llevado a tomar declaraciones. Este documento es hasta el momento el último registro de su anterior firma y también el único donde aparecen sus dos autógrafos juntos.
Una firma necesaria y temporal
A finales de 1956 Fidel ya se encontraba en las lomas del oriente cubano al frente de la guerrilla. Los primeros meses estuvieron caracterizados por los constantes movimientos en el territorio de la Sierra Maestra, sin asentarse en un punto fijo; al decir del Che, la etapa «nómada» de la guerrilla.
En la medida en que las fuerzas revolucionarias se organizaron se crearon nuevos pelotones, columnas y frentes de combate, además de que se estableció una Comandancia General y cada frente contó con un teatro de operaciones propio. Este nivel de desarrollo constituyó un reto para garantizar las comunicaciones entre tropas que están distantes, lo que permitió que se generaran innumerables documentos entre los protagonistas de los hechos. La papelería del Comandante en Jefe es muy rica en esta etapa, en la que se destacan los mensajes, las cartas, las órdenes y los partes militares. En todos dejó su autógrafo como constancia.
Al observar su caligrafía en medio de la Sierra Maestra, en difíciles condiciones de iluminación, de tiempo, de clima, de riesgo, sus trazos son limpios y cuidados; no existen importantes variaciones en la caligrafía. No obstante, realizó cambios a la hora de reflejar su rúbrica, lo cual pudiera estar asociado a la celeridad con que tenía que transmitir un mensaje en medio de la campaña.
En esta etapa el Comandante en Jefe, además de emplear su firma oficial, con la cual autografió la mayoría de sus documentos, rubricó también solo con su nombre, elemento que es novedoso en su grafía. Llama la atención el empleo de ambas firmas, incluso en documentos con apenas horas de diferencia.
El empleo de esta última firma en el contexto de la guerra refleja inmediatez y sencillez, además de la confirmación de su autoridad formal y moral, la cual no necesita de otra presentación que su nombre. Una rúbrica de esta etapa sirvió de inspiración para desarrollar el logotipo del Centro Fidel Castro Ruz.
Posterior al triunfo de la Revolución el Comandante en Jefe se convirtió en uno de los líderes más populares de América Latina y el mundo. Su presencia en cualquier lugar era motivo de aglomeración de personas deseosas de escucharlo, estrecharle la mano, tomarse fotografías o simplemente solicitarle un autógrafo.
En varias ocasiones hizo alusión a las múltiples solicitudes de la que era objeto: «Me han hecho firmar más autógrafos que en ninguna otra parte. Voy a hacer una campaña contra la firma de autógrafos (Exclamaciones de: ¡No, no!), porque, además de todas las obligaciones que tengo, tengo que firmar como mil autógrafos todos los días».
Este breve recuento sobre la firma del Comandante en Jefe es una de las tantas aristas que se han tratado sobre su vida. Este trabajo no se habría escrito si no hubiese sido por la inmensa obra de justicia y bienestar social en la que elevó a su pueblo. Porque como diría nuestro Héroe Nacional: «El único autógrafo… digno, de un hombre, es el que deja escrito con sus obras». (Tomado del sitio web del Centro Fidel Castro Ruz)
Uno de los elementos más llamativos de la carta enviada al presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt,
fue la rúbrica de Fidel.
Documento que refleja cuando Fidel asume de forma definitiva la firma que lo distinguirá.
Hacia 1950, el Comandante en Jefe le incorpora las letras R y Z al fi nalizar su apellido Castro, haciendo evidente alusión a su linaje materno.
Este documento es hasta el momento el único donde aparecen sus dos autógrafos juntos.