José Daniel Abreu ha reparado unos 60 tanques de bazucas, lo cual equivale a un ahorro económico superior a los 87 000 dólares. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 17/02/2021 | 12:40 pm
CAMAGÜEY.— Dicen que José Daniel Abreu «tomó agua de tinajón» y se quedó en Camagüey, por eso ha perdido su nombre y ahora lo conocen como el Pinareño en el Centro de Ingeniería Clínica y Electromedicina, de esta ciudad, donde ejerce como técnico desde hace cerca de tres años, de los 32 que tiene de vida.
Pero últimamente se ha ganado además el apelativo de «el hombre de las bazucas», porque encontró una muy original solución a los añejos aparatos de fumigación, junto a su colega Carlos Manuel Morales Nápoles, también vinculado a la campaña antivectorial en esa institución.
Abreu veía cómo las sobreexplotadas bazucas se amontonaban en su taller y aquello no le gustaba para nada: «Una mañana, al llegar al trabajo, me dije ¡Qué va, esto no puede ser…! Me puse a analizar cada detalle y compartí algunas ideas con Carlos, quien se sumó para poner de alta algunos de esos aparatos», comentó.
Cuenta, aún sorprendido ante la insistencia de JR por conocer de su aporte, que luego de de evaluar las roturas en el tanque de combustible del agente activo, ubicado en el pulverizador, tuvo el primer resultado en los hasta ese momento irreparables salideros que lo inhabilitaban para ejercer la fumigación y acabar con los vectores, en especial el indeseable patirrayado, como también se conoce al Aedes Aegyti.
Hoy tienen unos 60 tanques de bazucas reparados, provenientes de todos los municipios agramontinos. Además del valor utilitario de esa tarea, se vale apuntar que su impacto económico sobrepasa los 87 000 dólares.
La idea original, cuenta Abreu, viene de otros trabajos que él ha hecho en otros reservorios plásticos, sobre todo para agua. La invención no es muy compleja, pero requiere paciencia, tiempo y mucha precisión, pues primero se desmontan los tanques más deteriorados, los que ya no hay modo de reparar, que se procesan para convertirlos en materia prima con la cual «soldará» las zonas dañadas del resto de los depósitos.
A esos tanques reparados se les hacen varias pruebas para validar su efectividad. «Hay que dedicarle tiempo a cada soldadura, pues la hermeticidad es esencial para evitar salideros que terminen en pérdida de combustible y accidentes de trabajo», detalla el joven.
Este hijo adoptivo de Camagüey, vecino del reparto Garrido, cuenta que su iniciativa aún no se ha generalizado a otras provincias del país, pero «estamos listo para extenderlo, siempre y cuando se cumplan todas las normas de seguridad».
Por ahora su «mecánica» es única en Cuba, aunque otros técnicos en la capital del país apestan por la construcción total del tanque, propósito que está en fase de implementación.
Su mayor satisfacción es ayudar, con su modesta creación, al desarrollo del país, «que requiere del aporte de todos los trabajadores, por muy humilde que este sea», asegura.