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Yo despedí al Señor de la Vanguardia

Testimonio exclusivo para Juventud Rebelde del piloto cubano Julio Francisco Sánchez Balanza, el hombre que despidió a Camilo Cienfuegos Gorriarán aquel fatídico 28 de octubre

 

Autor:

Luis Hernández Serrano

Él fue una de las últimas personas que conversó con Camilo al pie de la avioneta antes de que partiera rumbo a La Habana en la fatídica tarde del 28 de octubre de 1959, hace ya 60 años. El capitán de aviación jubilado Julio Francisco Sánchez Balanza tiene ahora 81 años de edad, está ciego, pero absolutamente lúcido, y en su propio apartamento de La Habana.

Acumula cerca de 20 000 horas de vuelo durante 46 años en la aviación. De ellos 39 como piloto por Cuba y el extranjero, en diferentes tipos de aviones.

Recuerda que, «aquel día, algunos oficiales leales a la Revolución estuvieron allí unos minutos cuando el Señor de la Vanguardia impartía algunas orientaciones y se disponía a partir. Lo despidieron y se fueron enseguida. Me quedé con Camilo y sus dos acompañantes.

«Aquella tarde a partir de Ciego de Ávila reinaba un mal tiempo proveniente del sur, caracterizado por turbonadas y vientos peligrosos sobre todo para una avioneta liviana y lenta como la Cessa 310-C No. 53, en la que viajaba Camilo y sus acompañantes».

Por qué estaba en Camagüey 

«Fui uno de los ayudantes del Comandante Juan Almeida Bosque en la Comandancia de la Fuerza Aérea Rebelde durante algún tiempo. Quería ser piloto, se lo dije varias veces a él, hasta que un día lo convencí de que en esa provincia podría lograrlo. Aceptó y me dio dos tareas a cumplir en suelo agramontino: ser jefe de operaciones de esa base en Camagüey y ver si los mecánicos de aviones del ejército de Batista que se quedaron allí fraguaban alguna conspiración.

«El 27 de octubre, a las 11:00 p.m., en función de mi nuevo cargo, recibí una llamada desde el Puesto de Mando de Ciudad Libertad para atender un vuelo que llegaría sobre las tres de la madrugada del 28. Ya a las dos yo estaba en la Oficina de Operaciones y cerca de las tres llegó el primer C-47 timoneado por el capitán del Ejército Rebelde Evans Rosales, quien fuera el primer jefe de la Fuerza Aérea Rebelde en el II Frente Oriental Frank País.

«En ese vuelo venía parte de la tropa del Comandante Cristino Naranjo en la Sierra Maestra. Después llegaron dos vuelos más con un intervalo de 20 a 30 minutos: otro C-47 y un C-46. Este último conducido por el capitán Aldo Lozano con el resto de los rebeldes del referido guerrillero, con todas sus armas largas en ristre. De inmediato se montaron en los camiones y partieron a rodear el Segundo Distrito Militar Ignacio Agramonte de Camagüey, hasta ese momento al mando del traidor Hubert Matos.

«A las ocho de la mañana de aquel día fatal llegó el Cessna 310-C No. 53, blanco y rojo, de cinco plazas, con el Comandante de la sonrisa pura y el sombrero alón. Lo estaban esperando el también expedicionario del Granma y Comandante del Ejército Rebelde Arsenio García Dávila, en compañía de otros altos y fieles oficiales de Camagüey.

«Se montaron en varios carros Camilo y toda la comitiva, y fueron hacia el Segundo Distrito a detener a Hubert Matos y a parar en seco la conjura contrarrevolucionaria. Después supe que el cabecilla del complot se rindió enseguida sin resistencia alguna y que sus cómplices fueron detenidos y degradados por “el más brillante de los guerrilleros”, como el Che lo había llamado.

«Alrededor de la una de la tarde comenzó el regreso de una parte de la tropa rebelde leal a Fidel que traía a los complotados, unos 15 oficiales o un poco más. Fueron montados en los mismos aviones que habían traído a los rebeldes y partieron rumbo a Ciudad Libertad».

La despedida

Luego de una intensa búsqueda, Fidel confirma por televisión la pérdida irreparable del Comandante Camilo Cienfuegos. Foto: Archivo de JR.

«Un rato más tarde fui a despedir al Comandante Camilo al lugar donde Fariñas tenía situada la avioneta. El reloj marcaba las cinco o cinco y cuarto de la tarde. Por supuesto que acudieron otros oficiales también leales. Se despidieron del Héroe de Yaguajay y se fueron enseguida a cumplir las misiones que les dio. Solo quedamos allí a esa última hora Camilo, Fariñas, Félix y yo. Poco después merendamos emparedados y maltas y conversamos unos minutos más.

«Recuerdo que el piloto Luciano le dijo a Camilo: “Comandante, toda la ruta desde Camagüey hacia el oeste está declarada con formaciones de cúmulos (nubes altas) y cúmulos-nimbos en desarrollo vertical, con descargas eléctricas”. Y Camilo (que entendía esos términos) le dijo que estaba informado al respecto. Fariñas le propuso pernoctar en Camagüey, y no aceptó. “Yo tengo que estar sin falta a más tardar a las ocho y media de la noche en La Habana para comunicarle en detalle a Fidel lo que ha pasado aquí y la situación actual”.

«Entonces el piloto, entre otras cosas, le dijo a Camilo que iba a “bordear tales cúmulos por el norte”. A las seis de la tarde en mi reloj despegó el Cessna. Me fui y me dediqué a ejecutar lo mío como Jefe de Operaciones. ¡Jamás sospeché lo que vendría después! En la noche empezaron a preguntarme desde el Puesto de Mando de la Fuerza Aérea de Ciudad Libertad todos los pormenores de la partida.

«Era lógica la preocupación en momentos de mal tiempo. Se trataba, según el Che, del más intrépido jefe de guerrillas de esta Revolución y sus dos compañeros. Por eso a las 8:05 p.m. me volvieron a llamar para decirme que el vuelo que debía aterrizar allí a esa hora, no había llegado.

«Se sabe que el Comandante en Jefe se trasladó al aeropuerto de Las Villas y desde allí dirigió personalmente la intensa búsqueda por aire, tierra y mar. Después fue para Camagüey, donde montó el Puesto de Mando y siguió encabezando la emergencia. Integré el grupo que lo acompañaba. ¡El pueblo estaba consternado! Fidel preguntaba a todo el mundo. Y el 11 de noviembre, con sumo dolor, declaró oficialmente que se daban por perdidos el querido Comandante, sus dos compañeros y la avioneta. Eso es lo que con tristeza y lágrimas viví hace 60 años». 

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