La Habana. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 15/06/2019 | 08:29 pm
De un tiempo a estas horas han dejado de ser vistos los portentosos cruceros que tenían como destino la bahía de La Habana. Quienes viven en el Centro Histórico de la ciudad afirman que por las estrechas y empedradas calles ya no fluyen, como hace meses, los visitantes extranjeros. Se habla de un cambio que fue como del día a la noche.
El impacto de tal ausencia, resultado de las recientes medidas dictadas por la administración de Trump en su política crecientemente agresiva contra Cuba —las cuales fueron dadas a conocer por el Departamento de Estado del país norteño a inicios de junio—, afecta diversos espacios de la sociedad y resulta especialmente notable en quienes ejercen el trabajo por cuenta propia.
Tal como ha recordado hace unos días nuestro periódico, el Gobierno estadounidense eliminó la autorización de las visitas educativas grupales de las que llaman pueblo a pueblo; y prohíbe a los buques de pasajeros y recreativos —los cruceros— tocar los puertos cubanos, descartando las licencias que los amparaban, al igual que los aviones privados y corporativos.
La reducción de los viajes de los norteamericanos a la Isla asestó un indudable golpe a los ingresos del sector del trabajo por cuenta propia en Cuba. Y aún se desconoce el impacto total de las restricciones de viajes adicionales. La tesis de quienes piensan que el nuevo ataque contra la Isla es asunto de simple discurso, puede deshacerse si se dialoga con jóvenes que han echado su suerte, brindando servicios desde negocios particulares, en la parte más antigua de la capital.
Es lo que demuestra Raúl Espinosa Zambrana, de 31 años, quien instaló desde hace unos meses un bar en la calle Empedrado, a pocos metros del emblemático restaurante La Bodeguita del Medio. Con sus ganancias es el sostén económico de su familia, en especial de su esposa y de sus hijos Abraham, Isaac, Anthony y Angelina.
Este joven ha visto disminuir sus ganancias en cerca de la mitad. «Antes, rememoró, los cruceros arribaban al puerto, había mucho movimiento. Mi negocio siempre estaba lleno de clientes. El Gobierno estadounidense impone esas medidas para asfixiar al pueblo cubano, para que nos veamos apretados y cometamos errores. A pesar de eso, debemos mantener la calma, seguir adelante y permanecer como hasta hoy. No podemos desanimarnos. Los cubanos somos, a pesar de cualquier situación, muy optimistas. Ahora mismo yo me siento tranquilo».
Raúl encontró en el trabajo, gracias a proyectos comunitarios de su Consejo Popular, la oportunidad de rehacer su vida. En tiempos pasados, dejó los estudios muy temprano y extravió el camino, tanto que sus seres queridos dejaron de confiar en él.
La situación de Raulito, como le conocen en el barrio, cambió para bien. Desde la gratitud no olvida a los que están «atrás» o «abajo». Ayuda a muchos que son como fue él. «Le quiero poner La Niña a mi negocio, por lo de Cristóbal Colón», dijo Feliz. Y habló de La Pinta y de La Santa María como establecimientos del futuro, como si nunca el enemigo hubiera ideado contra su Isla medidas que nos niegan la sal y el agua.
En su mejor momento
Para muchos cubanos que lo ven desde afuera, desde la prisa, el inmueble cerrado no resulta interesante. Dispersos por La Habana Vieja hay disímiles patrimonios, pero la casa de Yunielsi Fandiño Céspedes, de 40 años, no se parece a ninguno de ellos. Con paredes desteñidas, víctimas del paso del tiempo, con ventanas añejas, una puerta colonial y sin señalización alguna que referencie lo que el lugar en verdad es, el sitio parece no tener mucho que ofrecer.
¿Qué será, entonces, lo que sacude a los visitantes extranjeros cuando recorren la calle Cuba? ¿Qué los cautiva y obliga a entrar? El encanto del arte, ese misterio, fue lo que impulsó a Yunielsi a trasladarse desde su provincia natal, Holguín, al municipio más antiguo de la capital cubana. Tras muchas dificultades y esfuerzos, hoy, a 12 años de vivir allí, el joven, padre de un niño de cinco años, es el dueño de la librería particular La vida bohemia, una suerte de guía para que los visitantes foráneos se encuentren con la cultura cubana.
Junto a Yunielsi trabaja su esposa, una muchacha holguinera que también se aventuró a probar fortuna en el Centro Histórico. Ambos dedican mucho tiempo a hacer prosperar la librería, la cual piensan convertir, en un futuro no lejano, en un bar literario.
La clientela que concurre al sitio ha disminuido notablemente desde que en puerto habanero dejaron de atracar los cruceros: «Las nuevas medidas dañaron mucho nuestro trabajo. Si antes vendíamos cuatro libros al día, ahora solo vendemos uno». Pero Yunielsi no ha perdido la calma. Nos contó que mientras pasa la «mala racha» dedica el tiempo a su otra gran pasión: «Desde pequeño soy escultor. Me formé como tal de manera autodidacta y ahora estoy en mi mejor momento».
Lo dijo porque le permitieron esculpir el San Cristóbal de La Habana para obsequiárselo a la ciudad en su aniversario 500: «Es un sueño hecho realidad. Algunos me sugirieron que cobrara por la obra para reponerme un poco, pero el dinero no lo es todo en la vida».
El «cocinero del mundo» no perdona
En la calle San Ignacio número 68-B, donde se venden obras de la plástica y otros artículos artesanales, Lázaro Alejandro Hernández Pérez, de 33 años, reconoce que las medidas recientemente anunciadas por el Gobierno norteamericano impactan «no solo a nosotros, sino también a todo el entorno del Centro Histórico».
Nació en La Habana y ha recordado que el negocio, fue iniciado por sus padres «allá por los años 90» del siglo XX, cuando él era muy pequeño. Graduado de Diseño Gráfico en el Instituto Superior de Diseño (ISDi), contó que ayuda a su familia, que su padre es pintor autodidacta y aprendió de él muchas técnicas que más tarde pudo perfeccionar con los estudios universitarios.
En un local ocupado por prendas de vestir y pinturas con temas de vivos colores, alusivos a la ciudad y a nuestras raíces, laboran los padres y hermanos de Lázaro. Junto a ellos nuestro entrevistado, con naturalidad, compartió sus apreciaciones desde sus vivencias como trabajador por cuenta propia.
—¿Las recientes medidas anunciadas por Estados Unidos se han hecho sentir en los ingresos del negocio familiar?
—Aquí hay una temporada alta del turismo que es bastante movida; es aproximadamente hasta abril; y luego decae porque es verano en los países desde los cuales llegan más visitantes a Cuba. Entonces…, súmele a eso que no entran los cruceros.
—¿Te gustaría que la calle donde está enclavado el local de tus ventas estuviera llena de transeúntes?
—Claro…, porque esa es la vida de La Habana Vieja. Yo nací y crecí en ella. Y es triste ver que ahora hay menos movimiento.
Cuando en un giro inevitable Lázaro Alejandro empezó a hablar sobre Cuba, dijo que «lo más grande que tenemos son los logros sociales», y que en la economía estamos incursionando con «buenos pasos». Enfatizó en que a veces él comenta en broma que a la Isla le ha tocado «estar en controversia con el cocinero del mundo», un cocinero «que ni deja comer, ni define nada».
Lázaro, quien ha estado en otras latitudes, confesó ser feliz en su tierra, y aseguró que cuando no está en Cuba extraña mucho la libertad que siente aquí: «Para mí eso es vida. Como dijo Fidel, quienes nos castigan no nos van a perdonar nunca y nos están pasando factura por ser como somos. Así es la vida…».
Este joven no pide caerle en gracia a los hostiles vecinos del norte, pero expresó que si hubiera un «poco de respeto y un sentido del trabajo», y ese fuera el tono de las relaciones entre los dos países, «la realidad sería “otra cosa”».
El golpe se siente
A la altura de sus 31 años William Frómeta Tamayo se ha preguntado qué hacía él, hace algún tiempo, estudiando Veterinaria. La cocina, aseguró, es el lugar donde se siente realizado. Ahora es chef principal del café bar-restaurante Barroco, establecimiento particular ubicado en la calle Mercaderes en La Habana Vieja.
El joven comenzó a trabajar allí en 2016, momento en que nació el lugar que oferta, fundamentalmente, comida tradicional cubana adaptada a los estándares internacionales. «Siempre nos fue muy bien —afirmó—, sobre todo después de que comenzara el arribo de cruceros a puertos cubanos».
En los últimos tiempos, desde que esas embarcaciones dejaron de atracar en la bahía capitalina, el negocio se ha visto muy afectado. Antes, subrayó William, la instalación estaba llena de visitantes durante todo el día.
A su entender, las nuevas medidas restrictivas implicaron «un giro de 180 grados para la vida del Centro Histórico. El golpe se sintió desde el primer día en que no llegaron más barcos. La mayoría de los cuentapropistas de la zona fuimos perjudicados, pues el turismo es la principal fuente de ingresos de la comunidad. El Gobierno estadounidense quiere apretar al pueblo para provocar el caos».
—¿Qué sucedería con el Barroco si dentro de un año la situación no cambia?
—Tendríamos que cerrar. No puedes trabajar mientras haya pérdidas. Sería duro decir a los empleados que tienen que irse si no podemos seguir. Ellos son muchachos muy preparados que ganan su dinero honestamente, y la mayoría es el sostén de su familia. Veremos qué sucede; por ahora estamos sobreviviendo.
Perseverancia, la clave del triunfo
A sus 45 años de edad, Miguel Ángel Morales Menéndez puede considerarse un cubano cuya existencia está marcada por el éxito. Su filosofía es solucionar, sin paralizarse, los problemas que le salen al paso y que nunca han sido pocos.
Estudió Hotelería y Turismo y nació en la casa donde actualmente se encuentra su restaurante La moneda cubana. El espacio, amplio, era de su familia, y en la primera planta de esa propiedad, en 1924, su abuelo Ramón Menéndez Fernández fundó lo que fue el primer negocio de la zona de la Catedral.
Miguel Ángel tiene a su favor los múltiples secretos de un universo que se levanta a golpe de detalles y de un esfuerzo incesante. Reconoció al conversar con nosotros, que su negocio es próspero, aun cuando actualmente la temporada, hablando de turistas, es baja, aunque también concurren muchos cubanos.
La ausencia de cruceros, aseguró, ha impactado al comercio de la zona, sobre todo a los pequeños negocios, porque dependían, mayormente, de los que venían a visitar el Centro Histórico.
Cuando le preguntamos sobre las premisas que en su opinión llevan al triunfo, Miguel Ángel mencionó la perseverancia. Y añadió categóricamente: «Mi filosofía para el éxito es satisfacer a los clientes».
Un propósito esencial de este joven emprendedor es salir adelante dentro de su país. Cuba, enfatizó, puede dar un salto hacia la belleza, hacia el orden, la prosperidad y el bienestar, pero es muy importante dar oportunidades y confianza a quienes se esfuerzan, especialmente a los más jóvenes.
No seguirle el juego a la maldad
«Desde que era estudiante recorro los rincones de La Habana Vieja. Recibí clases en el Museo de Bellas Artes, en el Convento de Santa Clara y, de una manera u otra, formo parte de la dinámica de este lugar», se presentó, apasionado como es, Jaime Abel Ramón Morales, de 37 años, y guía turístico.
«Trabajar entre palacios antiguos y adoquines resulta inspirador —resaltó—; esta comunidad es un coctel de atractivos en el cual no se logra caminar una cuadra sin encontrar cinco historias de vida interesantes». ¿Quién mejor que un guía turístico para saberlo?
La conversación se extendió porque Jaime tiene un mundo interior muy rico: se licenció en Historia del Arte en La Universidad de La Habana, y al poco tiempo de graduarse se enroló en el proyecto sociocultural Habana DKY, del cual es actualmente su coordinador.
Habana DKY es una estrategia de comunicación social enfocada en promover y divulgar valores de identidad mediante recorridos turísticos guiados para todo tipo de públicos, en el área del casco histórico y en otros sitios de la capital.
«Los recorridos son perfectos para el turismo internacional, explicó Jaime Abel. Utilizamos la ciudad como escenario para contar nuestra historia; mostramos los barrios, cómo viven aquí las personas. Eso es lo que buscan los visitantes extranjeros: el contacto directo con el pueblo».
El joven sostuvo que a sus viajes, cuyo punto de partida es la Plaza del Ángel de La Habana Vieja, también asisten cubanos procedentes de diversas partes de la Isla y, últimamente, son solo ellos quienes lo acompañan en los trayectos: «Antes recibíamos, cada día, unas 200 personas de otros países, pero eso cambió de manera radical.
«Desde que no entraron más los cruceros a la bahía, hemos dejado de dar muchos recorridos a la semana».
De todos modos, Jaime es un emprendedor que apuesta por enfrentar adversidades y salir adelante: «Al Gobierno de los Estados Unidos no podemos seguirle su juego. Nos toca buscar alternativas y ayudar a que nuestro país continúe andando».
Seguir creciendo
Fue Ángel Aguilera Castillo, más conocido en el barrio como Angelito, de 39 años y graduado como periodista en la Universidad de La Habana, quien nos condujo por las calles que él podría recorrer con los ojos cerrados en el Consejo Popular Catedral, del cual es presidente hace cuatro mandatos.
«Soy nacido en Holguín, pero prácticamente desarrollé mi infancia y mi juventud aquí en La Habana», nos dijo, desde la pasión de quien siente apego por cada rincón de su patria pequeña.
Angelito es un convencido de que la sociedad cubana tiene grandes potencialidades, estructuras que pueden funcionar muy bien, como el Poder Popular: «Justamente uno de los análisis que estamos haciendo ahora tiene que ver con el perfeccionamiento de esas estructuras, a partir de siete objetivos de trabajo que fueron muy bien definidos en los Lineamientos del Partido y la Revolución, y en ese camino vamos».
Para este joven que no tiene oficina y que «despacha» con sus compatriotas en cualquier esquina y momento, es vital el cambio de mentalidad y de todo aquello que necesite ser transformado. «Yo creo, nos dijo, que la base de Cuba tiene que estar en el pensamiento de Fidel, en entender sus ideas y el modo en que concibió la Revolución. De ese humanismo, de la solidaridad, de los valores más elevados, tiene que nacer la vida del cubano».
Angelito reverencia a todos los que sostienen a Cuba y lo hacen con esfuerzo y desde el corazón, con verdadero sentido de pertenencia. Reconoce con orgullo que ha visto cómo el Consejo Popular Catedral ha ido creciendo y cómo en ese escenario, en el cual él trabaja intensamente desde 2005, todos los protagonistas se han ido interconectando, cómo han surgido los nuevos emprendedores, cómo ha nacido un encadenamiento productivo, cómo ha nacido una economía solidaria que no olvida el entorno desde el cual despega.
«Todas las historias que hemos visto —nos comentó al final de un viaje muy provechoso que nos permitió pulsar estados de ánimo— hablan de buenos valores espirituales, de querer salir adelante; de que, con cruceros o no, seguiremos creciendo, porque no es primera vez que nos hemos visto con trabas o con situaciones difíciles».
Angelito, quien se declaró enamorado de su trabajo cotidiano, nos recordó que la verdad es cardinal en toda comunicación con las personas, sobre todo cuando uno tiene responsabilidades como dirigente; y que quienes hacen por muchos deben estarse preparando sin cesar, pues la contrarrevolución se prepara para destruirnos.
«Nosotros, expresó, tenemos todos los días el deber de inventarnos cosas para sobrevivir y para salir adelante, y para demostrarle cada vez más al mundo lo que es Cuba y todo lo que ella es capaz de hacer».
Lea además: En fotos: ¿Cómo afecta al sector privado las nuevas medidas de EE.UU. contra Cuba?