El aprovechamiento al máximo de la jornada laboral resulta la máxima prioridad para el colectivo jatiboniquense. Autor: Lisandra Gómez Guerra Publicado: 21/09/2017 | 06:25 pm
JATIBONICO, Sancti Spíritus.— Las dos torres que saludan a quienes cruzan de una dirección a otra por el centro de la Isla, delatan que el pulmón jatiboniquense no ha espirado con la fuerza característica su olor a azúcar. Desde lejos denuncian que el central Uruguay, considerado entre los de mayor capacidad en Cuba, ha detenido su ritmo, más de lo normal para esta época, y a regañadientes, porque el clima se ha empeñado en jugarle una mala pasada.
Los jóvenes son esenciales en el central Uruguay. Foto: Lisandra Gómez Guerra
Tal obstinación para con uno de los ingenios con mejores resultados a nivel de país durante varios años consecutivos, ha provocado que las horas de interrupción y las que aún se esperan, sean el centro de interés de especialistas y directivos de todos los frentes en Sancti Spíritus, quienes de tantos análisis se han convertido en especie de consagrados meteorólogos. Por ello, se buscan múltiples estrategias que, tanto desde los surcos como hasta el último paso industrial, intentan esquivar los «nocauts climatológicos».
Ningún miembro del colectivo del Uruguay ni el resto de la comunidad de Jatibonico se conforma con la quietud de la estera y el silencio de las cuchillas trituradoras y de las centrífugas. Suficiente resulta el tiempo inactivo, para que ahora también aspire a acomodarse en el gran coloso la calma.
Aunque la incidencia de constantes precipitaciones y la ausencia de temperaturas bajas han afectado la madurez de la caña y han frenado el total aprovechamiento industrial —situación que persiste en el resto del país—, el mayor central de Sancti Spíritus figura aún entre los de mejor comportamiento a nivel nacional. ¿La clave? «El trabajo en unión», asegura, sin titubeos, Gioanny González Roche, Gio, como todos conocen al Secretario del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas del central del viejo ingenio, donde los menos experimentados resultan imprescindibles para afrontar las complejas y atípicas jornadas que vive la zafra cubana.
A la orden del día
Para nadie es un secreto que contra la naturaleza no puede ni el más fuerte de los gurú. Lo que resta, entonces, es aplicar los conocimientos y aprovechar la mayor cantidad de potencialidades con que se cuenta. Una estrategia que ha demostrado resultados favorables en tierra espirituana, pese a los males que rondan al sector azucarero.
De acuerdo con González Roche, especialista B en Ciencias Informáticas, la primera meta que se trazó fue concientizar al colectivo, tanto del campo como de la industria, de la necesidad de rendir al máximo en las jornadas laborales, con caña o sin ella, para minimizar los tiempos perdidos.
Por eso, cuando el pito del central no se siente, agrega, todos los puestos de trabajo están con el personal requerido, a fin de alistar las máquinas para cuando el clima permita volver a moler.
En el campo, afirma Gioanny —quien labora desde hace cinco años en el Uruguay—, se ha explotado el corte mecanizado en las llamadas zonas altas, donde menos se alberga la humedad. Sin embargo, ya prácticamente esos parajes se han agotado, por lo que resta esperar que el sol caliente bien el suelo, acota.
Afortunadamente, la caña con las precipitaciones no detiene su evolución.
Por ello, en la industria —explica el graduado de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI)— se exige tener el equipamiento listo para no parar cuando exista caña para moler, porque la humedad no solo ha provocado la baja concentración de sacarosa en la materia prima, sino que esta llega acompañada de elementos que afectan también el rendimiento industrial. Por eso, asegura, la lluvia la consideramos un cáncer para la zafra.
Bien lo sabe el veinteañero Yoan García Castillo, ingeniero mecánico y especialista del área de molino, quien exige constantemente al resto de sus compañeros velar por que las materias extrañas (hasta estos momentos, en alrededor de un 15 por ciento) dañen lo menos posible esa fase del proceso productivo.
El fango, la maleza y todo lo que acompaña a la caña que «desembarcan» en el coloso, como resultado del tiempo, acelera el desgaste de las cuchillas, las propias masas del molino, los filtros y las bombas, reconoce quien cursa una maestría vinculada con su profesión.
Resulta complejo, añade «el Ingeniero», como lo llaman los más experimentados, mantener la molida así y que los jugos tengan la calidad necesaria. Por eso, cuando paramos no podemos perder ni un segundo, concluye.
Como resultado de esa filosofía de trabajo asumida por el colectivo del Uruguay, en la visita de JR al mismo corazón del ingenio, Gusniel Cervantes Rodríguez, operador mecánico de los turbo-generadores, se encontraba «faja’o» con una pieza que parecía resistírsele a toda fuerza humana.
«La hierba incrustada con fango dificulta el trabajo del molino. Sabemos que el central tiene que estar listo para tirar toda la caña que nos permita el clima y después moler porque la zafra tiene que salir a como dé lugar», responde sin dejar de intimidar a su «enemigo» con una llave de tuerca en mano.
Unos metros más alejados estaba Keiner Pérez Pino, graduado desde hace tres años como técnico en soldadura en el Centro Mixto Raúl Galán, de Jatibonico, quien utiliza como carta de presentación sus dotes de innovador.
«Si me preguntas qué he arreglado, mejor digo lo que no. Desde que llegué aquí me superé y ya soy soldador y pailero. Pero lo que más me gusta es inventar. Priorizo las piezas de mayor importancia y luego, con lo que muchos han desechado, las compongo», y apenas se le escuchan las últimas palabras, ahogadas con los golpes del martillo.
Afortunadamente, por los pasillos del enorme organismo sacarífero se encuentran varios hombres ingeniosos que innovan, a fin de evitar paros por la ausencia de piezas y, de esa forma, no se afecta tampoco el valor agregado, parámetro que incide en el pago salarial.
Con esas acciones se logra contrarrestar uno de los problemas que más afectan a los jóvenes, según los análisis de sus reuniones, y es la calidad de las piezas, que por ende repercute en su tiempo de vida útil, reconoce Gio, secretario del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas del central.
Más allá de las toneladas de la gramínea
El espíritu de unidad y confianza en lograr cumplir con el plan de azúcar pactado no borra del todo una preocupación que ya es realidad para quienes laboran en el grupo Azcuba. Los salarios han disminuido considerablemente.
Según Mario Santos, especialista B en gestión de Recursos Humanos en el Uruguay, la zafra atípica ha conspirado contra el sistema de pago, que se basa en el de tasa salarial por toneladas métricas de azúcar física producida en el día, vinculada a la disciplina tecnológica de cada área.
El experimentado especialista destaca que aún los pagos quincenales rondan los más de 400 pesos. Pero sí se nota la diferencia con la pasada zafra, en la que se cobraba una cifra superior a los mil pesos.
La producción en las jornadas de molienda ha permitido acumular los montos cercanos a los de un salario medio.
Pero, el clima no parece abandonar la guerra hecha a la zafra y no pocos se preocupan al conocer los montos acumulados al finalizar cada jornada. Como reconocen Gioanny González y Gusniel Cervantes, aunque se ha explicado al dedillo, ello puede provocar desmotivación. No obstante, hasta este momento ese sector mantiene una fuerza estable de trabajo.
Incluso, según se constató en el activo juvenil del coloso, como estrategia se priorizan en tiempo muerto a las fuerzas jóvenes, ya que han demostrado interés y ganas de superarse para «domar» la tecnología no solo de la industria, sino del surco.
Y en esa búsqueda constante para elevar la calidad de la producción, distintiva a nivel de país, cientos de hombres y mujeres no solo cruzan los dedos para que San Pedro cese su obstinación, sino que laboran incansablemente para que las centrífugas del pulmón de Jatibonico «den a luz» las miles de toneladas de gramínea pactadas. Esa es la única clave que permitirá esquivar los «nocauts climatológicos» a la zafra cubana.