Que ZunZuneo se haya convertido en un nuevo fiasco de quienes dirigen la política anticubana desde Washington, no quiere decir que podemos pasar la página fácilmente. Autor: Falco Publicado: 21/09/2017 | 05:47 pm
Me inscribí de forma rápida. Increíble lo fácil que fue conseguir noticias en mi móvil a cualquier hora. El sitio fue recomendado por un amigo que siempre estaba «al día», como me dijo esa vez.
Fue un proceso de registro simple, con un formulario similar al de otras redes sociales en las que ya tenía perfil. Solo había que agregar mi número de celular. Lo hice y al rato comencé a recibir titulares de noticias de todo tipo. Ya tenía mi ZunZuneo.
La fecha exacta de mi inscripción no la recuerdo. Fue entre 2011 y 2012. Me suscribí a todas las categorías posibles de noticias. Y el celular se me volvió un tormento. Recibía unos 25 mensajes de texto diarios llenos de titulares. Incluso, si añadía a «amigos» dentro de la página, podía mandar mensajes de texto a ellos de forma directa. Podía hacerlo con aquellos a los que tuviese como amigos. Todo de forma gratuita.
Entre otras cosas, el renaciente sector por cuenta propia utilizaba ZunZuneo para enviar sus ofertas en diferentes servicios. Un día, el teléfono no paró de sonar en toda la madrugada. Ingresé en la web de ZunZuneo desde la oficina a la mañana siguiente y me di de baja en casi todas las categorías de noticias. Me quedaron las deportivas. Amainaron los mensajes de texto, y un día del año 2012 que tampoco puedo recordar, desaparecieron. Pregunté a mi amigo si él ya no recibía nada. Respondió que no, que le parecía extraño. Días después me dijo que el sitio había cerrado.
«Otra web social fracasada», pensé. ¿Web social? ¡Qué equivocado estaba!
¿Quién dijo miedo?
La explosión social que supuso la segunda generación de Internet a inicios de este siglo le sirvió al mundo, entre otras cosas, para acortar las distancias de las relaciones sociales.
Si en un primer momento la red de redes se convirtió en un espacio de acceso a la información, la generalización del uso de las redes sociales desde 2007 con el fenómeno Facebook devino resquebrajamiento de muchos prejuicios sobre el anonimato digital en el mundo conectado.
Así, las personas comenzaron de forma masiva a identificarse con sus nombres y apellidos reales, millones de fotos pusieron cara a esos «perfiles sociales», y la creación de identidades digitales falsas pasó a un segundo plano.
Se iniciaron, casi al unísono, las «teorías de la conspiración» sobre la obtención de nuestros datos personales por grandes emporios publicitarios y agencias de inteligencia, las cuales no pocas veces fueron aplacadas por los grandes medios que dominan la opinión pública mundial.
Recientemente Edward Snowden, ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), probó que todas las teorías eran ciertas, y que desde Estados Unidos han creado gigantescas bases de datos con perfiles biométricos de todos los ciudadanos que han ofrecido datos personales en alguna red social.
De forma paralela, hemos conocido de las afirmaciones de estudiosos sobre el efecto de las redes sociales para convertirse en centros de agitación para la movilización y subvertir sociedades contra sus Gobiernos. Así lo hicieron en Egipto y Libia, con gobernantes hoy derrocados.
La teoría desestabilizadora, sin embargo, funcionó de manera distinta en España y el propio Estados Unidos. Tanto en el Viejo Continente y donde nuestros vecinos del Norte, las «rebeliones virtuales» desaparecieron de forma misteriosa entre los temas más candentes, por ejemplo, en la red de microblogging Twitter. Hablo, por supuesto, de los movimientos de Indignados y Ocupa Wall Street.
Las manipulaciones de estos temas suman ahora la revelación hecha por la agencia de noticias AP sobre la «rebelión» que pretendió fomentar en Cuba la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (Usaid), a través de la creación de una red basada en mensajes de texto denominada ZunZuneo.
Esta red, de la cual fui usuario, aprovechó las limitantes tecnológicas y de acceso a Internet en el país —provocadas, entre tantas causas, por el bloqueo del propio EE.UU.— para ofrecerse como una fuente alternativa de obtención de «información». Me la recomendó un amigo, al cual se la había recomendado otro. Permitía recibir en el móvil las últimas noticias del fútbol internacional, así como otros titulares.
Así de simple —aparentemente— fue ZunZuneo. Simulaba que solo quería brindar un valor agregado a los teléfonos móviles. Siempre me hice la pregunta, aunque nunca con recelo, de por qué este sitio enviaba mensajes de texto a un público masivo de forma gratuita. Hoy tengo la respuesta.
La profecía de Rothkpof
En 1997, cuando Internet era todavía incipiente, el politólogo estadounidense David Rothkpof, editor en jefe de la revista Foreing Policy (Política Exterior), afirmó que Estados Unidos debía asegurarse, por sus intereses económicos y políticos, «que si el mundo se dirige hacia un idioma común, este sea el inglés; si el mundo se dirige hacia normas en materia de calidad, seguridad y telecomunicaciones comunes, estas sean americanas; si el mundo se está interconectando a través de la música, la radio y la televisión, su programación sea americana, y si se están desarrollando valores comunes, sean valores con los que los americanos estén cómodos».
A 17 años de esa «profecía», desde Estados Unidos se ha construido la mayor red de telecomunicaciones del mundo, y no es secreto que crearon un cibercomando militar para operaciones de espionaje y ataques con medios digitales avanzados.
Para quienes estén al tanto de ello, ZunZuneo no les causará sorpresa. Eso sí, provoca indignación que hayan utilizado empresas como fachadas para enmascarar una operación que tenía como objetivo recoger datos, subvertir el orden en Cuba y crear descontento con teorías conspirativas una vez que la red se propagase a un número mayor de usuarios.
Zunzuneo falló, pero...
Que ZunZuneo se haya convertido en un nuevo fiasco de quienes dirigen la política anticubana desde Washington, no quiere decir que podemos pasar la página fácilmente.
Hay una alerta roja implícita en esta acción. Y no se trata precisamente de que desde Washington continúan buscando cómo acabar con la Revolución Cubana. Eso lo sabemos. Con una política genocida como el bloqueo económico y financiero contra el país por más de 50 años, sobran las palabras.
Empero, la nueva guerra contra Cuba tiene como objetivo principal a los jóvenes. Apuestan los tanques pensantes, con su visión globalizadora, a penetrar y resquebrajar la ideología del segmento etario más bisoño en este archipiélago.
Para esto, utilizan la maquinaria pesada de las industrias culturales, probadas como poderosas fuentes de atracción de masas, vendiendo entretenimiento barato, ofreciendo castillos de naipes con supuestos triunfos, fetiches y esnobismos al por mayor. No son pocos los que a ella sucumben de forma desmesurada.
En Cuba no estamos exentos de esa «penetración». Y tampoco podemos dar la espalda a los derroteros que plantea el uso de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Las redes sociales no son malas. Y ya lo dijo Fidel el 3 de febrero de 2012: «Internet es un instrumento revolucionario que permite recibir y transmitir ideas, en las dos direcciones, algo que debemos saber usar».
La lección implícita en esta frase hoy se muestra demoledora. En Internet, cualquier servicio que se vaya a usar, debe comprenderse. Pero muchas veces nos sumamos a algunos de ellos solo porque están de moda.
Cada uno de nosotros es el máximo responsable de la información personal o de terceros que comparta en las redes. Y toca a nosotros los jóvenes, de forma responsable, conducirnos por estos caminos. Para eso sería bueno, de vez en cuando, leernos los términos de uso. Al final, la mayoría de las redes sociales siempre te advierten algo que se resume en una frase: de tu vida personal no realizan devoluciones.