Tras el paso del huracán Gustav, en 2008, jóvenes de todas partes de Cuba ayudaron a reconstruir la Isla de la Juventud, siguiendo el ejemplo de quienes en 1966 curaron las heridas del ciclón Alma. Autor: Gerardo Mayet Cruz Publicado: 21/09/2017 | 05:37 pm
Nueva Gerona.— Estaban tan alegres como siempre. Celebraban los 35 años de un sueño colectivo labrado con mucho sudor y se veían tan vitales como aquel 2 de agosto de 1978, cuando proclamaron por derecho propio el cambio de nombre de Isla de Pinos por el de Isla de la Juventud.
Entonces Abelino lucía su cabellera, Margarita caminaba con soltura y Migdalia no padecía artritis. Desandaban cada lugar de esta Isla para transformar el desastre dejado por el huracán Alma (1966) en campos de cítricos, escuelas, parques, el Coppelia y hasta la torre de televisión que se empinaba sobre una de las lomas de Sierra Caballos.
Este viernes las nuevas generaciones rindieron un cálido homenaje a esos fundadores, ocasión que devino intercambio de experiencias y espíritu y permitió corroborar que en cada joven pinero y cubano anida la misma chispa que encendió Fidel cuando en la década del 60 los llamó a ellos a estas tierras a recuperar lo perdido.
Más de cuatro décadas después, en 2008, otro huracán devastó en menos de cinco horas la obra construida. Las imágenes del paso de Gustav por la Isla de la Juventud, rodadas durante el encuentro, arrancaron más de una lágrima y suscitaron comentarios evocadores: nuevamente rostros juveniles vinieron de toda Cuba a levantar esta Isla.
En esa oportunidad se volvió a sentir la misma efervescencia y frescura, cuando jóvenes del siglo XXI superaron la distancia y la nostalgia para ayudar a quienes lo perdieron casi todo, patentizando con su ejemplo que no hay tarea imposible cuando la voluntad prevalece.
Con la certeza de que nuestra historia está marcada por esa impronta y el orgullo de pertenecer a una generación de vanguardia incorporada a la producción, que renunció a una parte de sí para cumplir con el deber, los jóvenes de antes convocaron a los de hoy a continuar la obra.
La jornada por el 2 de agosto terminó entre anécdotas, aplausos y saludos fraternos, además de un abrazo colectivo para promover el avance de la Isla de la Juventud, ahora en plena transformación económica que exige hoy, como ayer, el mayor esfuerzo de todos.