Era el 8 de febrero de 1952; el capitán Salvador Díaz Versón, de la Inteligencia del presidente Carlos Prío Socarrás, informó en detalle al mandatario que se preparaba un complot contra él. Ese fue el último informe que se le hizo llegar al respecto.
Le dijo que el sábado 26 de enero, en la Oficina del Partido Acción Unitaria (PAU), en la calle 17 no. 306, en el Vedado, se reunió el ex presidente Batista con un grupo de militares retirados, entre ellos Francisco Tabernilla, Manuel Larrubia, Ugalde Carrillo, Cruz Vidal y Pilar García.
Le recalcaba que esos antiguos militares conocieron por boca del mismo Batista sus intenciones de darle un golpe de Estado. Planteaba el documento «secreto», además, que tales militares lo apoyarían.
Precisaba que luego Batista convocó a los directores de la propaganda a su favor y les orientó ceñirse a tres puntos: 1) Crear un clima de agitación nacional para demostrar que Prío carece de fuerza para controlar el orden, mantener la paz pública y garantizar los derechos de propiedad y de libre empresa. 2) Que solo Batista puede restablecer el equilibrio. 3) No decir solo «¡Batista Presidente!», sino enfatizar: «¡Batista irá a donde el pueblo lo lleve!». «¡Batista hará lo que el pueblo reclame!».
Añadía que el 7 de febrero, en una reunión en su finca Kuquine con militares retirados, propuso acelerar los contactos con oficiales activos para un «cuartelazo» y empujar a los jóvenes del PAU a que promovieran alteraciones del orden público, con atentados personales, y colocar al país en estado de inquietud y alarma que justifiquen la toma ilegal y anticonstitucional del poder.
Díaz Versón aclaraba que el periodista Mario Kuchilán conoció de todo esto y redactó una nota del 30 de enero en la Sección del diario Prensa Libre.
Resumía que reinaba ya un estado latente de confabulación conspirativa entre Batista y los militares retirados, con oficiales activos del Ejército, la Marina y la Policía.
Agregó que se evidenciaba la necesidad urgente de, por lo menos, ordenar a los regimientos 5, 6 y 7 vigilar la entrada a sus predios de los retirados, así como las visitas de civiles a los campamentos y zonas militares.
Prío mandó un informe al general Ruperto Cabrera, jefe del Ejército, y este lo mandó inmediatamente al Jefe del Departamento Jurídico, Comandante Arístide Sosa de Quesada, quien lo devolvió enseguida a Cabrera con la rotunda afirmación: «Son infundados los planteamientos del capitán del SIM Díaz Versón». ¡Sosa Quesada era uno de los complotados!
La Embajada yanqui informó también todo lo anterior a Prío y este le contestó que eran rumores infundados. No tomó medida alguna y comentó: «Si detengo a Batista ahora, los ortodoxos van a decir que quiero crear un clima de violencia para imponer a Carlos Hevia».
Según Mario Mencía en sus libros, en los que recoge estos hechos, a Prío le preocupaba mucho más el triunfo del partido ortodoxo que la conspiración, porque subestimaba a Batista.
Bibliografía: El Grito del Moncada, Mario Mencía, p.p. 41,42,43 y 44. Tomo I, Editora Política, La Habana, 1986.