La Habana momentos después del asalto al Palacio Presidencial. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
Han transcurrido ya 56 años desde que aquel grupo de jóvenes decidiera ajusticiar al tirano «en su propia madriguera». La acción ha quedado en la memoria de los cubanos como uno de los días en que se estremeció el país.
Aquellos estudiantes tenían entonces la edad de los que hoy están en las aulas universitarias… la deuda de los jóvenes de hoy con la historia es recordarla, sentirla. De ellos deberán tomar el ejemplo y su entereza revolucionaria.
El grupo que asaltó el Palacio Presidencial estaba formado por 50 hombres. Desde el día diez permanecían acuartelados clandestinamente en dos apartamentos del Vedado, ubicados en la intercepción de las calles 21 y 24.
El plan se basaba en la sorpresa. Te-nían conocimiento del escenario, pues habían conseguido algunos planos del lugar. Salieron cerca de las tres de la tarde rumbo a Palacio y se usaron dos carros y un camión rojo que había sido de una tintorería.
Mientras, otro grupo de compañeros, encabezados por José Antonio, se encaminó a Radio Reloj. Él quería ir a Palacio, porque pensaba que allí había más peligro, pero sus compañeros lo convencieron de que la alocución al pueblo debía ser escuchada en su voz, pues era el más conocido.
Al llegar al Palacio, el primer carro entró rápido y sus ocupantes comenzaron a disparar; y aunque la guardia también contestó inmediatamente, funcionó la sorpresa. Pero al camión se le atravesó un ómnibus de la ruta 14, y por ello ese grupo tuvo más dificultades para entrar en acción.
El regimiento de Palacio era de unos 300 soldados, y los lugares más difíciles eran la planta baja y la azotea. Un grupo debía subir por la escalera lateral hasta la oficina del tirano. Otro entraría hacia la escalinata central y allí unos tomarían a la derecha y otros a la izquierda.
El objetivo era tomar Palacio y luego salir a las calles y lograr un levantamiento popular. Y por supuesto, ajusticiar al tirano en su madriguera. Mientras, José Antonio, en su alocución a través de Radio Reloj, debía conminar al pueblo a ir a la Universidad, donde tenían más armas.
En la acción y durante la cacería que ocurrió en los días siguientes cayeron 30 combatientes, entre ellos algunos de los principales líderes, como José Antonio Echeverría, Menelao Mora y Carlos Gutiérrez Menoyo.
La dictadura nunca celebró juicio por los sucesos del 13 de Marzo. No tenían prisioneros y además temían repetir la experiencia del juicio por el ataque al Moncada, que se convirtió en tribuna que estremeció la conciencia nacional.
En su testamento político el Presidente de Honor de la FEU expresó: «Hoy, 13 de marzo de 1957, día en que se honra a los que han consagrado sus vidas a la digna profesión de Arquitecto para la que me preparo, a las tres y veinte minutos de la tarde participaré en una acción en la que el Directorio Revolucionario ha empeñado todo su esfuerzo junto con otros grupos que también luchan por la libertad.
«Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehúyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.
«Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una actuación. Pero las circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso. Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos atraiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra Patria.
«Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad, porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo.
«Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo; por eso este manifiesto, que pudiera llegar a ser un testamento, exhorta al pueblo de Cuba a la resistencia cívica, al retraimiento de cuanto pueda significar un apoyo a la dictadura que nos oprime, y a la ayuda eficaz de los que están sobre las armas por libertarlo. Para ello es preciso mantener viva la fe en la lucha revolucionaria aunque perezcamos todos sus líderes, ya que nunca faltarán hombres decididos y capaces que ocupen nuestros puestos, pues, como dijera el Apóstol, cuando no hubiera hombres se levantarían las piedras para luchar por la libertad de nuestra Patria.
«A nuestros compañeros los estudiantes de toda Cuba, les pedimos que se organicen, ya que ellos constituyen la vanguardia de nuestra lucha, y a las Fuerzas Armadas que recuerden que su misión es defender a la Patria, no someter hermanos, y que su puesto es el del Ejército Mambí, que peleaba “Por la Libertad de Cuba”, como terminan todos sus escritos: ¡Viva Cuba Libre!».