La calidad de los servicios de salud figura entre las conquistas del territorio. Autor: Yaciel Peña de la Peña Publicado: 21/09/2017 | 05:23 pm
LAS TUNAS.— «Se lo digo yo, periodista, ¡cualquier tiempo pasado fue peor!», parafrasea con ácido semblante Justino el limpiabotas, mientras el trapo negro vuela entre sus negras manos sobre la piel de un mocasín. Calla por unos instantes. Luego, de súbito, vuelve a las andadas.
«Aprendí a leer con la Revolución —asegura—. ¡Y leí cada cosa! Por ahí tengo un pedazo de periódico que dice lo que era Victoria de las Tunas antes de llegar Fidel. Déjeme buscarlo. A ver, a ver… Mire, aquí está… ¡Lea!».
Dice que, según el censo de 1953, el territorio de Victoria de Las Tunas contaba con 225 873 habitantes y… ¡solo seis hospitales! Las camas eran unas 200. Y ninguna en el sector rural, donde vivían 164 576 personas. Empero, 12 clínicas exclusivas ofertaban servicios a precios de vértigo.
Los médicos no pasaban de 60, y la mayoría practicaba la medicina privada. Para los pobres, la municipalidad dedicaba un presupuesto sanitario de 30 000 pesos…
Sigo pegado al recorte. En educación el panorama era igual de sombrío. Los analfabetos superaban los 35 000. En el campo la situación era más dramática, pues apenas existían escuelas ni maestros con preparación. A la Universidad llegaban solamente algunos hijos de colonos ricos.
Continúo. La comarca disponía de seis ingenios azucareros. Además, una fábrica de galletas, otra de fideos, una planta de acopio de leche, dos mataderos, una empacadora, varias panaderías artesanales… ¡y pare de contar!
El desempleo, la explotación, la miseria, la prostitución, la insalubridad, el juego, la ignorancia, la droga, la represión y otros males constituían el desesperanzador óleo de aquel funesto período pseudorrepublicano. Algo había que hacer en Cuba para instaurar un sistema de justicia social «de los humildes, por los humildes y para los humildes», como diría Fidel años después. Y se intentó: el 26 de julio de 1953 tuvo lugar el asalto al cuartel Moncada.
«Sin embargo, poco antes del ataque los tuneros habían comenzado a condenar el régimen golpista instaurado el 10 de marzo de 1952 —apunta Nelson Marrero, investigador de la historia local—. La alta dirigencia ortodoxa apenas impugnó aquel cuartelazo. Pero sus miembros más radicales sí.
«Varios de ellos se reunieron en enero de 1953 en los altos del bar La Cubana para romper con la politiquería que minaba el partido fundado por Eddy Chibás. Allí decidieron pasar a la acción mediante la distribución de materiales extraídos de publicaciones revolucionarias como Alma Máter y Aldabonazo, y captar nuevos miembros para el grupo».
En una investigación a propósito del asunto, Marrero consigna que los revolucionarios tuneros, además, hicieron abortar la parada escolar por el centenario de Martí —se trataba de una farsa organizada por el régimen batistiano—, para lo cual distribuyeron volantes con este texto: «Padre, no dejes ir a tus hijos a la parada escolar, porque habrá disturbios y sus vidas corren peligro».
También lanzaron cuartillas antibatistianas sobre los lunetarios de los teatros Rivera y Martí, el parque Vicente García y la estación policial de la ciudad. Algunos ejemplares se remitieron vía correo a las residencias de los principales personeros y esbirros del régimen en el territorio. Hubo detenciones, pero nadie claudicó.
En eso andaban los revolucionarios de Victoria de Las Tunas cuando el ataque al Moncada. La noticia provocó júbilo entre sus integrantes, quienes decidieron mantenerse alertas para pasar a la acción cuando fuera necesario.
Continuaron la captación de simpatizantes, los sabotajes —como la quema del Arco del Triunfo y de pasquines electorales— y la distribución de copias de La historia me absolverá, traída por el chaparrero Ángel Ameijeiras.
«Casi todos los asaltantes pasaron por nuestra ciudad en automóviles y en guaguas en los días previos al ataque al Moncada», apunta Laudelio Reyes, veterano luchador tunero. Se dice que Fidel se detuvo en la cafetería El Néctar, donde hoy radica el restaurante Don Juan. Y está confirmado que varios familiares de los atacantes se alojaron en el Hotel Casino, en tránsito hacia Santiago de Cuba.
Cuando en 1955, después de ser condenado y encarcelado, Fidel salió de la prisión, Juan Pérez González, uno de los revolucionarios tuneros, viajó a La Habana y se entrevistó con él para poner al grupo a sus órdenes. El líder le respondió que lo tendría en cuenta llegado el momento.
Los jóvenes contactaron luego con militantes camagüeyanos por medio de Jesús Suárez Gayol y Cándido González, dos tuneros que residían por allá —recuerda Nelson—. También se entrevistaron con Pedro Miret, a quien le manifestaron su deseo de integrarse al Movimiento 26 de Julio.
Poco después Fidel se exilió en México. Pero un enviado de la dirección nacional vino a Las Tunas y valoró el nivel de organización conseguido. Junto con una comisión local, el visitante recorrió los poblados de las regiones que integrarían luego la Séptima Zona del Movimiento.
Fueron visitados Jobabo, Manatí, Vázquez, San Manuel, Puerto Padre, Delicias y Chaparra. Desde el país azteca, el líder orientó pasar de la actividad política a la actividad revolucionaria. Comenzó a oírse ¡Revolución, Revolución!
«A fines de 1955 llegaron a Las Tunas, Frank País, Léster Rodríguez y otros combatientes, miembros de la dirección del Movimiento en Oriente», recuerda Marrero. Se reunieron con los revolucionarios tuneros en el depósito de ron Pinilla que existía entonces en Lucas Ortiz, esquina a Juan G. Gómez.
Después de escuchar el informe organizativo del grupo, Frank orientó crear células por sectores, con no menos de cinco miembros y no más de diez. Esa reunión fundacional aparece en los anales de la historia local como la que incorporó a la comarca al Movimiento 26 de Julio.
Luego las células tuneras entraron en acción y cumplieron las tareas asignadas por el alto mando. Varios de sus miembros tomaron rumbo a la Sierra Maestra, tras el desembarco del Granma por la costa sur de Oriente.
Muchos cerraron filas en las columnas rebeldes que hicieron efectiva la invasión a occidente al mando de Camilo y el Che. Algunos forman ya parte del martirologio de la Patria, por haber ofrendado sus vidas por ella.
El panorama tunero actual carece de nexos con el de la etapa del recorte del limpiabotas Justino. Nuestro contexto económico-social es cualitativamente superior. Vivimos en paz y estamos orgullosos de lo que somos. Las Tunas es hoy un óleo diferente. Aquel 26 de julio de 1953 hizo posibles estas realidades.