Camilo Cienfuegos, El Señor de la Vanguardia. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
El 8 de septiembre pasado falleció Olga Felipa Llera Fernández, «Cuquita», quien fuera secretaria del Comandante Camilo Cienfuegos desde el triunfo de enero de 1959 hasta su desaparición física, el 28 de octubre de ese mismo año.
La sobrina de Cuquita, Aracelys Llera, encontró guardados bajo llave unos apuntes manuscritos con bolígrafo bajo el título: Mis recuerdos de Camilo.
Cuquita siempre se refirió al Héroe de Yaguajay sin jactarse de haber tenido el privilegio de ser su secretaria.
He aquí las notas encontradas: «Camilo era un hombre excepcional desde todos los puntos de vista —empieza diciendo el texto de Olga, en el que respetamos su sintaxis y su ortografía—. No era solo lo que todos conocen, valentía, alegría, jaranero, muy revolucionario, con un espíritu incorruptible y fiel a nuestro Comandante.
«Tenía muchas facetas más, muy maravillosas, que no son del dominio público, entre ellas el poder unificador de convencimiento donde había discrepancias, con su palabra locuaz y sus análisis profundos de la realidad existente, y lo que debíamos lograr uniéndonos todos por una forma de gobierno diferente, por la patria que estaba por encima de todos y de todo. Lograba disolver y solucionar graves problemas (...).
«Camilo era un elemento unificador profundo en aquellos momentos (…) Hoy con Uds. me voy a referir a la disciplina que él añoraba, y puso en práctica dentro de las nacientes Fuerzas Armadas Revolucionarias».
Aquí Olga, con letra más pequeña, escribió lo que evidentemente había olvidado decir, y por considerarlo importante lo introdujo donde apenas cabía, para que no faltara en su exposición: «Inculcar en las fuerzas armadas el sentido de mutuo respeto en el humano concepto de que la autoridad se ejerce mediante el entendimiento y la razón, y no por la fuerza bruta».
Y continúa:
«1ro-Introducción general, mucho estudio (...) (Discursos a la tropa en el polígono de Ciudad Libertad, febrero 9 y 11/59).
«Desde los primeros días de enero se comenzó a evaluar el grado de escolaridad de la tropa, y había más de 500 que no sabían leer ni escribir.
«Pidió maestros voluntarios a través de los periódicos, porque no había con qué pagar, ya que se habían llevado todo de las arcas del Estado en maletas.
«El 9 de febrero habló en el polígono a la tropa, instándolos a estudiar y convenciéndolos del porqué. El 11 de febrero volvió a hablar diciéndoles que ya estaban listas las aulas, instándoles a asistir, o de lo contrario los licenciaría; y a partir de aquí se comenzó la alfabetización y las diferentes escuelas para los escolarizados.
«Pero en el teatro de Ciudad Libertad, por la noche, se daban clases especiales, y Camilo recibía e impartía clases también. ¿Saben de qué? De expresión oral, de relaciones humanas y de relaciones públicas (subrayado por ella).
«Camilo decía que lo más importante cuando uno se dirigía a un ciudadano era la expresión oral, con buenos modales, buen porte, una correcta información; que era imprescindible hacerle comprender su falta, instruirlo, ganarlo, captarlo y no disociarlo, molestarlo, envenenarlo.
«Para Camilo, llevar y mantener con orgullo el uniforme era su batalla principal. Decía que uno solo que se comportara mal, que uno solo que denigrara ese uniforme, repercutiría en los demás.
En este sentido, Olga consigna que el Señor de la Vanguardia dictó leyes militares prohibiendo cosas que no se debían hacer con el uniforme, como correr carros de Recuperación de Valores, beber en cantinas y bares, y usar las armas inadecuadamente.
«En resumen —dice finalmente la secretaria de Camilo—, la forma de comportarse con el uniforme puesto debe ser inmaculada. Debe llevarse con honor, porque ese uniforme representa la hidalguía de nuestro Estado. No debe ni puede usarse en detrimento de él, ni para uso particular».