La institución atesora el patrimonio bibliográfico nacional y lo más representativo de la cultura universal. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí arriba este 18 de octubre al 110 aniversario de fundada, con unos cuatro millones de materiales y en medio de un proceso completo de remodelación de su edificio actual de 16 pisos y una responsable reorganización que la dejará prácticamente nueva cuando reabra sus puertas al público, que debe ser en los próximos meses.
Así lo informa la Máster en Bibliotecología y Ciencias de la Información Nancy Machado Lorenzo, subdirectora de la institución, quien se alegra mucho de que también se llegue al cumpleaños de su centro con un fundamento legal que rige su funcionamiento: el Decreto-Ley No. 271 De las Bibliotecas de la República de Cuba.
La disposición fue concebida para «salvaguardar y conservar para la posteridad el patrimonio bibliográfico de la nación cubana y contribuir a promover la cultura nacional y universal». Tal decreto fue publicado en la Gaceta Oficial el 10 de agosto de 2010.
Debido a los trabajos de remozamiento, «desde junio del pasado año hasta hoy, la Biblioteca no ha prestado servicio, pero nuestros bibliotecarios trabajan duro en la reorganización y conservación de nuestros fondos, en cada uno de los depósitos con que contamos, y las colecciones patrimoniales más antiguas están inventariadas y preparadas para su futura digitalización».
La nueva dirección del centro ha concebido su Manual de Identidad, que incluye un logotipo, así como la señalética interior y exterior que identificará las numerosas áreas, salas y departamentos.
«Este centro —dice la también investigadora agregada y profesora de la Universidad de La Habana— atesora el patrimonio bibliográfico nacional y lo más representativo de la cultura universal, que incluye gran parte de lo publicado sobre Cuba por los cubanos o extranjeros en cualquier lugar del planeta».
En los depósitos se conservan las diferentes colecciones del patrimonio cubano, como las de Fondos Raros y Valiosos, Materiales Cartográficos, Fotografías, Grabados y Manuscritos. Además, la colección de libros y publicaciones periódicas del siglo XIX cubano; Carteles muy valiosos —la colección mejor conservada en Cuba— y la colección de Música, impresa, manuscrita y en otros soportes, así como la de libros, revistas y publicaciones periódicas cubanas del siglo XX.
«La Biblioteca atesora un gran porcentaje del patrimonio nacional y nuestra misión primordial es su conservación y el uso apropiado de las colecciones».
La digitalización
Una de las tareas más arduas e importantes que realiza la Biblioteca Nacional de Cuba en los últimos tiempos es la digitalización de la Memoria Histórica, fundamentalmente de la prensa cubana de los años de 1962 a 1970.
Se han digitalizado ya algunos títulos de periódicos por la alta demanda del público, su valor patrimonial y su estado de deterioro, trabajo que constituye una de las más grandes tareas de este centro para los próximos años.
Se trata de un proceso en verdad complejo porque para digitalizarlo, el periódico debe pasar por varias etapas de restauración y conservación.
«La dirección del país y, por supuesto, la dirección de nuestra Biblioteca, quieren preservar el periódico original y que sea consultada su copia digitalizada. Por su antigüedad, la humedad y el calor reinantes en Cuba, y la falta que hemos tenido de las condiciones necesarias para conservarlos, los periódicos están deteriorados, y por eso no pueden ser consultados, no se prestan».
Se digitalizará sobre todo lo más valioso y único; lo más solicitado y lo que se encuentra en mayor grado de deterioro.
Dentro de esta política ya se ha iniciado la digitalización de algunas colecciones valiosas, raras, de manuscritos como por ejemplo, la colección de José Lezama Lima, del cual ya se sacó el primer volumen en 2010, lo que facilita de ese modo acceder a esa importante información.
Más de dos millones de pesos
Mariano Jorge Estrada, subdirector económico de la Biblioteca, nos dice que la inversión que se ejecuta está valorada en más de un millón de pesos en moneda libremente convertible, y en más un millón de pesos en moneda nacional.
Esto incluye un moderno sistema automático de detección y extinción de incendios; un sistema de montacargas o montalibros que comprende dos equipos nuevos y la recuperación de los dos tradicionales del centro; cinco ascensores nuevos y un sistema de red hidrosanitaria. Además, la restauración del mobiliario, sin alterar sus modelos originales.
Se impermebilizaron las cubiertas y se le da tratamiento de limpieza y pulido a 7 000 metros cuadrados del mármol de las paredes y pisos. Quitaron el falso techo en mal estado y se ha sustituido por uno nuevo.
Hay una dificultad: no están climatizados los fondos patrimoniales de los pisos del dos al seis, que atesoran documentos del siglo XVI hasta el XX, pues para lograrlo se necesitaría un sistema de climatización sumamente costoso.
Se piensa reanimar el patio y su área frondosa, para que funcione en determinados períodos como área pública a partir de la próxima Feria Internacional del Libro.
Igualmente, en febrero próximo se prevé efectuar en áreas de la Biblioteca sesiones del Encuentro Bibliotecario Internacional de la Asociación Cubana de Bibliotecarios (ASCUBI).
Los incunables
La licenciada Olga Vega García, investigadora auxiliar, especialista a cargo de los Fondos Raros y Valiosos, y profesora auxiliar de la Universidad de La Habana, nos habla de los títulos o libros incunables (impresos entre 1450 y 1500).
«El incunable más antiguo que posee la institución es un Catholicon, el cuarto libro que logró imprimirse en el mundo, realizado por Johannes Gutenberg —así, con «n»— en 1460, en la ciudad alemana de Maguncia».
Precisamente en estos días, como parte de la sección Tesoro, de la publicación quincenal digital Librínsula, de la Biblioteca, se habla del Fondo Antiguo de esta institución y de los incunables de un solo volumen.
«El folleto más antiguo que se conserva en Cuba es la Tarifa General de Precios de Medicina, de 1723, impreso en La Habana por el flamenco Carlos Habré.
Sin embargo, «explica, no se puede asegurar que tal libro, título, documento, disco o partitura musical, según el caso, es único de este centro. Por ejemplo, el musicólogo catalán José Raventós, anotó en un libro arcaico de su propiedad (en la frontera entre el incunable y el antiguo), un santoral impreso en Zaragoza en 1502, que ese texto era el único existente, pero se comprobó que eso no era cierto».
¿Valioso? «El primer libro de ciencia impreso en Cuba, el primer libro ilustrado cubano: Descripción de diferentes piezas de Historia Natural, del portugués Antonio Parra, de 1787, ilustrado por su hijo, Manuel Antonio Parra, en grabado de metal que se coloreaba a mano. Hay pocos ejemplares de él en Cuba y en el extranjero».
«¿Otro? La Gazeta de La Habana (con “z”), de 1782, la publicación periódica más antigua que se conserva en Cuba, pues El Papel Periódico de La Habana es de 1790».
«La Mapoteca nuestra posee una colección de mapas, atlas y planos del siglo XVI —manuscritos e impresos— y es una de las más ricas de toda América Latina».
«Tenemos fondos que están por descubrir, como la grabación que hizo, en un viaje por todo el país, el musicólogo cubano Alberto Muguercia, investigador de nuestro centro. Acopió información inédita de música popular cubana que está aún en cinta y es otro de nuestros tesoros. Y lo mismo decimos con respecto a la colección de manuscritos», dice finalmente Olga Vega.
Orígenes
En un reducido espacio más simbólico que real, el 18 de octubre de 1901, en una nave pequeña del Archivo General, en el Castillo de la Fuerza que había construido España en la capital de la Isla, y por la Orden Militar No. 234 del Gobierno Interventor norteamericano, se fundó lo que se pretendía entonces que fuera la biblioteca nacional cubana.
Era realmente una biblioteca sin libros, sin colecciones de ningún tipo, sin bibliotecarios, sin estantes, sin documentos, mapas, fotos, manuscritos, sin nada que mostrar y, por supuesto, sin lectores.
En ese momento, en un acto más sencillo de lo que podría suponerse, fue nombrado director de aquella especie de institución fantasma, un hombre casi desconocido para los criollos habaneros: Domingo Figarola Caneda, un cubano ilustrado que más tarde donó su colección personal de
3 152 volúmenes y después recibió la donación de los 600 libros de Francisco Sellén y los más de un centenar de Antonio Bachiller y Morales, para comenzar a tener material de lectura interesante.
Aquella rústica biblioteca, vacía en sus primeros tiempos, se mudó el 17 de julio de 1902 para un lugar un poco más amplio, en los altos de la denominada Maestranza de Artillería.
La actual Biblioteca Nacional se inauguró en 1958 en la antigua Plaza Cívica.