El despilfarro es un fenómeno que no debe encontrar acomodo en las circunstancias de nuestra economía. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— No hace falta averiguar cuánto representa el despilfarro que ocasionan cerca de cien bombillos y lámparas de luz fluorescente encendidos en medio de un sol radiante, porque al margen de que sea mucho o demasiado, lo más dañino de esa imagen, en sí misma, es su tremenda irreverencia.
Admitamos, incluso, que el gasto resulta ínfimo, que nada representa, pero lo que sí deviene demoledor es el mensaje que difunde, ni más ni menos, una burla contra el programa de ahorro de electricidad.
Ocurre este despilfarro a la vista pública en el bulevar de esta ciudad, y en otras zonas comerciales de la urbe y, por indagaciones, el fenómeno está bastante generalizado en la red de venta minorista del país.
Resulta que al cerrar las tiendas, a las cinco de la tarde, dejan encendidas luces de adentro y de afuera del establecimiento, a pesar de que oscurece, en estos momentos, cerca de las ocho de la noche. Los domingos, con terminación de los servicios a las 12 meridiano, quedan encendidas a partir de esa hora. Y, como si fuera poco, los comercios que no abren los sábados mantienen la iluminación artificial activada desde ese día hasta el lunes.
¿Cómo es posible tal desliz de entidades estatales en circunstancias tan apremiantes de combustible, que determinan hasta solicitar a la población apagar aunque sea un bombillo o que solo mantenga encendidos los imprescindibles?
¿Cuál es el mensaje que están enviando a la vista pública? ¿Qué se puede derrochar, que realmente no hace falta ahorrar?
De qué manera pueden mantener encendidas las luces a pleno sol, si se supone que deben tener planificado el gasto mensualmente. ¿Habrán incluido el despilfarro en el programa de consumo?
Y esta historia, valga decirlo, es añeja. En un comentario de hace dos años en estas páginas, analizamos esta situación. En honor a la verdad hubo una respuesta positiva, se contuvo el derroche, pero se ha vuelto a lo mismito, lo que vienen a confirmar, otra vez, lo difícil que resulta mantener perennemente la eficiencia.
Escribí acerca de cien bombillos y lámparas de luz fluorescente alumbrando en pleno día solo para fijar una referencia numérica. En realidad si se fuera a contar todos los que acá y en otros lugares dejan encendidos con los establecimientos cerrados en horario diurno, la cifra nos dejaría, a no dudarlo, sin resuello.