Raúl al entrar a la cabina de su combinada durante los mantenimientos. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
BARAGUÁ, Ciego de Ávila.— Parece un animal dormido. Una bestia que devora millones de arrobas de caña en un ronroneo de siglos, fuerte y en tono bajo, y que ahora permanece en silencio con sus vísceras de metal al aire. Aun así ella es traicionera con los intrusos, con esos aficionados al campo que no la conocen.
«Cuidado, que la puerta se abre», dice el mecánico, un hombre de estatura mediana, de bigotes anchos y manos macizas. Llama al operador: «Raulito, mira..., apúrate». Raúl Delgado Borges aparece, sale de un salto de debajo de la combinada y de un manotazo asegura el pestillo: «Ya puedes caminar», indica.
Bajo los pies está el borde de unas puertas que protegen el motor. Al abrirse, el visitante se hubiera ido de espaldas contra los hierros y las cuchillas de la estera. Sin embargo, Raúl Delgado Borges la mira con cariño.
Se limpia las manos con un paño gordo y ennegrecido por la grasa, y comenta: «Esa máquina sí es un hierro. Hasta te dice cómo está el aceite. Hay que quererla, así es como responde de verdad».
Y con esas palabras uno comienza a entender por qué este joven de 30 años exhibe en su cabina un paño de rojo intenso. Es la bandera de operador millonario. Un galardón anhelado por muchos, pero conquistado por pocos.
Una más en la familia
De los jóvenes avileños que participan en el corte de caña en la actual zafra, Raúl Delgado Borges es el primero en llegar al millón de arrobas cortadas con una combinada. Cuando lo entrevistamos ya ha dado los primeros pasos camino al segundo millón.
Él conduce una CASE, una cortadora brasileña totalmente automatizada, y que integra un pelotón de la Unidad de Servicios Técnicos Agrícolas de la Empresa Azucarera Ecuador. Lleva 14 años cortando caña y de ellos, diez con la condición de millonario. En 2009 se alzó con los tres millones de arrobas cortadas y hasta implantó el récord nacional de 1 041 toneladas derribadas en un día de trabajo.
«La máquina vale por lo que tú eres capaz de darle —asegura Raúl—. Es como un ser querido o como la verdadera familia. Si no le das cariño o te fajas por ella en los momentos difíciles, al final te quedas sin nada. Con ella es igual. Por eso el 4 de abril, en el aniversario de la UJC, vamos a estar en los dos millones de arrobas de caña cortadas.
«El otro compañero que corta conmigo, Yurisley García Sifonte, es muy celoso. De seguro que, cuando aparezca eso que ustedes están escribiendo, él ya sobrepasó el millón. Un verdadero operador es quien termina de trabajar, a la hora que sea, y revisa la combinada y la limpia, no importa si está cansado. Lo mismo es por la mañana antes de empezar el corte. Ella tiene que estar afinada y uno con el oído atento.
«Todo eso lo hace Yurisley. Es verdad que con las CASE se humaniza el trabajo. Ella es una computadora: te dice cómo andan los balancines, por dónde está el nivel de aceite, qué hace la manguera que anda por debajo del motor y, además, el confort en la cabina.
«Pero cuando cae la noche y hay que limpiarla te cae la verdad del campo. Al remover los cogollos que se quedaron en las esteras y las cuchillas, las santanicas brincan y caen hasta en las “verijas” más escondidas del cuerpo. Tú das manotazos como un toro y ellas siguen picando con más roña que los mosquitos de la costa. Lo hacen sin descanso. Incluso hasta después de la medianoche, cuando tratas de llamar al sueño para descansar».
Las lecciones de Rolando
A los 17 años empezó a trabajar como mecánico después de graduarse como técnico medio en Mecanización. Entonces se subía a las combinadas KTP, aunque nunca imaginó que llegaría a conducirlas y conocerle los entresijos para convertirse en un millonario.
«Yo me hice operador de combinada por un llamado de la Juventud —cuenta—. Hubo una zafra en la que faltaba personal para manejar las cortadoras y me ofrecí. La suerte fue que tuve buenos maestros y siempre escuché a la gente con experiencia. Porque lo importante es conocer el equipo».
Raúl explica que el plan de consumo de la CASE es 1,29 litros de combustible por tonelada y su equipo cumple con las faenas con un promedio 1,1 litros. Ese comportamiento ha permitido llegar al millón de arrobas cortadas con un ahorro de 1 413 litros.
«Eso se logra con el equipo en buen estado todo el tiempo —expresa—. Tampoco hace falta apurarlo. La gente piensa que llegar a millonario con una combinada es cuestión de apuros. Negativo: para tumbar mucha caña hace falta mantener el ritmo.
«Por eso a mí me gusta trabajar de noche. Verdad que se debe andar con más cuidado con el terreno y la conducción. Pero la temperatura es fresca, la máquina no se calienta, se mantiene más estable y hay más desahogo de caña en el central. No es como por el día, que todos los carros andan para el ingenio y se puede formar el cuello de botella, y uno en el campo tiene que parar hasta que se desahogue el nudo de caña.
«Al principio, cuando empecé, yo quería apurar la combinada. Sin embargo tuve suerte con el maestro. Quien me enseñó a manejar una combinada y sacarle las arrobas de caña por las cuchillas fue Rolando Rodríguez, un operador vanguardia nacional. Ya él no trabaja en el MINAZ, pero aún es mentado en toda esta zona como buen operador.
«Él me vio al comienzo y dijo: “No la corretees, a la máquina no hace falta corretearla”. Primera lección: deja que la combinada haga sola su trabajo. No haces nada con andar rápido para luego meterle materia extraña o dejar caña sin cortar y pasar la pena con el inspector de campo por las chapucerías que hiciste.
«Este es un oficio que se mete por la venas. No sé cómo, el caso es que le tomas el gusto. Hay una sensación de alegría cuando tú andas en la cabina y ves abajo cómo las cuchillas se llevan los mazos de caña sin que la máquina suelte un quejido. Así ves el campo cómo se queda limpio. Ves los camiones llenos de caña en una inmensidad gris y azul con el central a lo lejos. Y entonces te vuelves el hombre más seguro y feliz del mundo».