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Encuentro Nacional de la Crónica: Entre el asombro y el azar

Entre el 18 y el 21 de noviembre la ciudad de Cienfuegos acogerá la cuarta edición del evento, iniciativa de la Unión de Periodistas de Cuba

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Una fina estocada contra la planicie y la rutina periodísticas será el IV Encuentro Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, del 18 al 21 de noviembre en la ciudad de Cienfuegos.

La ya habitual cita de quienes reportan la vida con los filtros de la belleza y el asombro, lleva el nombre del ilustre cienfueguero, un gran cronista de principios del siglo XX, cuyo cumpleaños 125 se celebra este 2009.

El género periodístico más súbito e insólito, para muchos el más difícil, tiene tradición en Cuba, de la mano de José Martí, Julián del Casal, De la Torre, Pablo de la Torriente Brau, Eladio Secades, Jorge Mañach, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y muchos otros insignes.

El encuentro, perseverante iniciativa de la UPEC en Cienfuegos, abrirá con una conferencia del buen cronista que es Julio García Luis, hoy decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Martí, siempre presente, inspirará el taller: La crónica, ese híbrido; y otro panel abordará maridajes y litigios entre la crónica y la literatura. Se presentarán libros escritos por periodistas; y los cronistas desgranarán algunas de sus creaciones, en una suerte de juegos florales de la sensible palabra a tiempo.

Asimismo se hará la premiación del III Concurso Nacional de Crónicas Miguel Ángel de la Torre. Este año, los lauros en televisión fueron para Secuencia, de Ismary Barcia (Perlavisión); y Desde el silencio de las tablas (Anybis Labarta, Tunasvisión). Radio resultó desierto. En prensa escrita el oro fue para Óleo de la oreja y la grandeza, de Enrique Milanés (Periódico Adelante); y mención para Julito, el «Dequi», de Jesús Arencibia (Juventud Rebelde). También se premió al estudiante Carlos M. Álvarez por Tres ausencias de mi ciudad, igualmente publicada en JR.

Una cita de cronistas es impredecible. Esos rapsodas del periodismo, de tanto observar y sentir, son azarosos. Hay historias: Alguien que, sin percatarse, disparó el extintor de un microbús y blanqueó a todos, al retorno de la presentación de un libro de un gran cronista. Cierto Midas del género, en el clímax de una conferencia magistral, cuando andaba por las nubes, fue interrumpido a gritos por un anciano de la campaña contra el mosquito que inspeccionaba el local y le solicitaba su firma. Otro cayó al río Tajo, en España, abrazado a una antiquísima estatua, a la cual se había recostado… Una respetable señora hizo retornar un ómnibus bastantes kilómetros, tras un encuentro de periodistas: Había olvidado su dentadura postiza… Cosas veredes.

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