Lícide Fraga Úrsula Karina Velázquez Yisel Tames Barbán Lisnay Pérez Barroso
GUANTÁNAMO.— Las charreteras con el primer grado de oficial de las FAR sobre sus hombros, hacían recordar el apotegma martiano de que «las campañas de los pueblos son débiles cuando no se alista en ellas el corazón de la mujer».
Como otras muchas cubanas virtuosas que en todo el país se incorporaron al Servicio Militar Voluntario Femenino (SMVF), las siete guantanameras, cuadros de la UJC, ganaron el ascenso en grado, después de seis meses doblando cargo como instructoras políticas en unidades de combate, adonde llegaron con las experiencias forjadas en el liderazgo juvenil.
En reciprocidad las chicas incorporaron conocimientos del arte militar, imprescindibles en una nación bajo asedio constante, mientras sepultaban con su ejemplo los prejuicios que, en ocasiones, coartan el aporte de la mujer en este escenario.
El soldado cubano sabe de todoLisandra Caboverde Soa no puso reparos a la misión asignada, aunque debió superar traumas personales. «Me resultó fácil insertarme en una unidad de tropas especiales; tal vez porque conocía de la vida en campaña, tras pasar un curso de preparación para la defensa», explica la joven de 27 años, residente en La Yaya, municipio de Niceto Pérez García.
«Vivir con los soldados su ritmo de adiestramiento, dormir en campaña, salir al teatro de operaciones bajo intensas lluvias, fueron experiencias inigualables; sobre todo para mí que padezco de un asma bronquial crónica que, por fortuna, no se dejó provocar», evoca esta licenciada en Defectología, que está también haciendo una maestría en Ciencias de la Educación.
«Una de las principales cualidades del soldado es su preparación en todos los terrenos, razona Lisandra; allí te encuentras a personas muy instruidas, poseedoras de cultura general integral, lo cual resulta favorable para el desempeño de la labor ideológica».
Una llega a sentirse grandeMairobisMatos Yanelis Ramiréz Lisandra Caboverde Soa
Cuando Ike castigaba a la primada de Cuba, Lídice Fraga Úrsula, con sus vivencias en una agrupación de tropas ingenieras, aprendió a conocer mejor a los soldados del pueblo cubano: «Su entrega a las tareas de recuperación de los daños del huracán fue admirable; prácticamente no había horas para el descanso entre las labores de escombreo en el malecón baracoense y las labores cotidianas de la unidad militar que nunca se abandonaron», recuerda.
De extraordinaria califica Lídice la experiencia y afirma que el trabajo político es más sencillo cuando se cuenta «con jóvenes tan consagrados, de un espíritu solidario que, a todas luces, les inculcan en su formación militar; cualquier persona se sentiría inmensa, grande como ser humano con ese contacto», remarca.
Sensibilidad y apoyoSaberse embarazadas, antes del cumplimiento del SMVF implicó para Lídice y Yisel Tames Barbán, en primera instancia, un motivo de preocupación que pronto vino a despejarse por el trato humano y sensible de los oficiales y el personal de sus respectivas unidades.
Resultó muy estimulante para Yisel observar que aun en complejas situaciones la complacían en los caprichos propios de la gravidez: «Pese a esto cumplí con todas las tareas que se me asignaron; entre ellas la recogida de café en la emergencia que vivió la provincia luego del huracán», apostilla la muchacha.
De la misma forma piensa Lisandra Caboverde, para quien el percance de su madre hospitalizada, junto a la coyuntura de recaer sobre ella toda la atención familiar, la hizo comprobar el humanismo de sus compañeros militares: «Hubo comprensión, se interesaban por la salud de mi madre, y me ayudaron en todo lo que estuvo a su alcance; hubo gestos muy encomiables», rememora.
Piroperos y pícaros, pero muy respetuososA casi todas alguna vez las rondó el fantasma de los celos de su pareja al conocer su decisión de alistarse en el SMVF, además de los prejuicios sobre las presuntas incomodidades de su dama entre tantos hombres uniformados de verde olivo. Pero pronto Yanelis Ramírez evidenció que eran solo eso: «Prejuicios, pues la caballerosidad es un atributo de moda en las unidades de las FAR; claro que a veces se escapa un beso al aire y un piropo cuando pasas, pero siempre con mucho respeto y cortesía.
«Algunas personas en la calle, familia incluso, asumen que la convivencia con tantos hombres, la rudeza propia de algunas tareas de la vida militar va contra el espíritu femenino, la belleza o la amabilidad. Y nada más erróneo que tal percepción. Dichosas las mujeres que este 8 de Marzo vivirán su Día Internacional en las trincheras de la patria.