Cuatro meses después del paso de los huracanes Gustav y Ike, con toda su estela de destrozos e incertidumbres, la provincia apuesta a su recuperación desde una democracia muy peculiar. A su medida
Eugenia Gladys Ortega Cardoso sueña con un hogar para siempre, recostada a la tozuda armazón de tablas, un rancho que levantó de entre las ruinas absolutas de su propio hogar: eso que en los informes oficiales denominan «facilidad temporal», y que en verdad no es tan expedita ni tan breve como ella quisiera.
Ya desbordando la cincuentena, y con tantos golpes de los vientos fieros, esta mujer prefiere enrumbar sus impaciencias hacia adelante, mientras da brillo de plata a los calderos y acomoda a diario lo que pudo salvar de la trágica dupla pinareña en septiembre del año 2008.
Entonces, cuando Gladys lloraba sin lágrimas y todo era gris y caído en la comunidad Sierra Maestra, del municipio de Los Palacios, prometimos volver para seguir la trama de unas cuantas vidas, entre los miles de damnificados de Gustav y Ike en Vueltabajo.
Y ahora la vemos igual de pesarosa, pero con un hilillo de ilusión, tratando de recomponer su vida junto a sus dos hijos. Al menos allí y en todos los sitios pinareños vapuleados por los huracanes, ha aparecido un orden inviolable de la esperanza: el escalafón para la recuperación de la casa, definido entre los propios vecinos, de acuerdo con la gravedad del drama de cada quien.
Gladys desespera, pero sabe que tiene el número 28 en Sierra Maestra, y los primeros 22 casos son damnificados de huracanes anteriores al año 2008: la vieja deuda acumulada que debe cortarse de raíz, si las cosas se hacen bien y con calidad, para no seguir cargando fardos en tema tan sensible como la vivienda.
La esperanza tiene un ordenLo que se está viviendo en las zonas damnificadas por los huracanes en Pinar del Río, es una verdadera subversión de los tradicionales métodos y estilos centralizados —proclives al descontrol y la transgresión—, en cuanto a la asignación de recursos y prioridades para el mejoramiento de la vivienda.
Según explicaciones de varios primeros secretarios del Partido y presidentes de consejos de defensa que lideran la recuperación en los municipios, este proceso no se ha decidido en oficinas ni despachos, mucho menos levantando dedos irrevocables a puertas cerradas. Ha sido democracia pura y control popular, bien pegado a la tierra.
Lo primero tras los destrozos fue la labor de diagnóstico o certificación de las afectaciones en cada circunscripción, realizada por las «02», comisiones integradas por el delegado y representantes de las organizaciones, con los técnicos de Vivienda. Esa labor de terreno se hizo casa por casa; más bien familia por familia, pues hubo muchas que lo perdieron todo.
Posteriormente se confeccionó lo más delicado entre tantas desgracias: el orden de prioridad en los trabajos, que se expresa en un escalafón. Esa compleja potestad la asumieron de conjunto las «02» y las comisiones de distribución de materiales de cada circunscripción, elegidas estas por los mismos vecinos.
Julio César Rodríguez, primer secretario del Partido en La Palma y el hombre que sin esperar autorización de nadie evacuó a toda la población de Manuel Sanguily en menos de dos horas por los días del Ike, ha seguido de cerca, a la intemperie y junto a la gente, el proceso de restañar tanta herida. Y nos revela el criterio de prioridad que se ha adoptado entre tantas familias afectadas:
Primero que todo, los damnificados de huracanes anteriores al Gustav y el Ike. Y posteriormente, en este orden: enfermos en estado terminal, discapacitados, ancianos solos, familias disfuncionales y casos sociales, hacinados, y así sucesivamente... en proporción directa al drama y la vulnerabilidad. Un ejemplo fehaciente de cómo en tareas y programas masivos debe respetarse el enfoque individual, algo que se soslaya con frecuencia desde las estadísticas y las macrovisiones de las oficinas.
El ciclo de la democracia no concluye: cuando ya se confeccionan los escalafones, se someten a la consideración de los afectados en los barrios. De la implicación de todos, sale más fortalecida la verdad. Y es cuando entonces las listas no se esconden en gavetas de despachos, sino que se ventilan a la constante observación popular en los murales de los CDR, cafeterías, bodegas, farmacias... En estas, Juan sabe detrás de quién le toca, y quién le sucede, y así sucesivamente. Julio César lo dice en buen cubano: «Que la gritería se forme allá abajo».
El ecumenismo del programa de recuperación se expresa en la variedad de técnicas constructivas: desde las hermosas petrocasas que transforman el paisaje de Los Palacios, hasta el proyecto Mambí, que aprovecha en paredes las palmas caídas, en conjunción con techos seguros y baños con placa; o los que incorporan la poliespuma con el hormigón en las cubiertas.
Pero lo más llamativo es el protagonismo de la comunidad en el programa constructivo, en distintas variantes: brigadas locales y también especializadas, integradas por los afectados, trabajadores de empresas, desvinculados laboralmente que despiertan al trabajo acuciados por las propias necesidades, y cuentapropistas del barrio.
TransparenciaEn Los Palacios, con 11 400 viviendas afectadas en distintas proporciones, hay mucha ansiedad de revertir esa situación. Aun cuando fluyen los recursos, no se podrá resolver todo de inmediato, pues hay que atender muchos otros destrozos en el país.
Aun así, en ese municipio durante 2009 se solucionarán todas las afectaciones totales y parciales de techo, pero solo la mitad de los derrumbes parciales, pues la otra se terminará en el año 2010. Y en cuanto a los derrumbes totales, en 2009 se concluirá el 18 por ciento de las viviendas que deben levantarse, aunque el resto se hará gradualmente, en un plazo de cinco o seis años.
La recuperación es larga, pero no hay nada como la sinceridad, la transparencia y la información permanente para ganar el consenso de los afectados, sin temores ni sobresaltos. Es elocuente que una verificación realizada por una comisión provincial, barrio por barrio, mostrara un 98 por ciento de aceptación entre los afectados, de los escalafones hechos. Solo en 52 casos hubo insatisfacción.
Recuperar viviendas y personasEmilio Triana se autodenomina «guajiro natural», y lo revela con su versátil estilo y ocurrente verbo. Tiene para todo el mundo, pero la jarana y la alegría en él son la gracia de macizas convicciones. Es el Primer Secretario del Partido y presidente del Consejo de Defensa de Los Palacios, y confiesa que toda esta rebambaramba ha obligado a los dirigentes y funcionarios del territorio a transformar estilos y métodos, y a pegarse al drama de cada cual todos los días, en permanente «nomadismo» político y administrativo.
Triana vivió también un proceso interior de enriquecimiento: la fuerza de la vida, esa que no cabe en organigramas, le hizo ver que el asunto no solo era recuperar lo perdido entre los destrozos y techar, sino una manera más plena de convivir pegados a la belleza y la autenticidad.
De una charla móvil con estos reporteros, matizada por bromas, encuentros y seguimientos visuales en el terreno, entresacamos toda una antología de máximas, sentencias, sueños y desvelos, nacidos al calor de estos meses fragorosos de la recuperación. Casi un sistema filosófico de la eficacia política en las labores de dirección:
«Si usted quiere que una visita salga bien, no la prepare»... «Siempre hay que estar haciendo algo nuevo»... «Es más fácil lidiar con las personas difíciles; siempre te dicen lo que piensan»... «La planificación es esencial, pero todo lo que usted oriente, hay que chequearlo»... «Recuperar las viviendas, pero mucho más a las personas»... «Hay que tener paciencia para atender a cada cual»... «Hay que alimentarle la esperanza a la gente».
El resplandor de la audaciaEn el momento más difícil, cuando se pusieron sobre la mesa las prioridades de la recuperación en Los Palacios, la improvisada comunidad Resplandor no quedó en el olvido. Porque salvar tanto no puede ser a costa de relegar y descartar a seres humanos.
Resplandor, más bien la sombra que negaba el nombre de ese sitio, era un «llega y pon» de inmigrantes, sin orden ni concierto. Las viejas naves estaban inundadas de familias, apenas separadas por sacos de yute, sin las condiciones elementales para vivir. Sin registro de dirección. Ilegales.
Antes de los huracanes algo se había hecho, pero insuficiente. El flujo de recursos permitió la remodelación a fondo de las estructuras de las naves, y hasta de los mismos habitantes que, con sus manos y algún sueño, ya están rozando una forma digna de vivir. Lo más fácil hubiera sido desterrarlos de allí, echarlos a su suerte.
Aquellas galeras del abandono van convirtiéndose en viviendas de dos y tres cuartos, con baños decorosos. Verdaderos hogares, que tendrán sus jardines y viales donde hoy lo inunda todo el polvo del camino y de la obra.
RenacimientoEn septiembre de 2008, el trayecto de Los Palacios a La Palma, incluyendo los dos poblados, era la traza de la destrucción y el desconcierto. Desandando la misma ruta, uno tiene la sensación de que, de entre todas aquellas troneras con tonos grises y sepia, han ido naciendo el color y las estructuras de la salvación.
Remiendo a remiendo, alzando vigas y techos rojos, levantando paredes, el pinareño se está protegiendo contra la frustración y el desabrigo. Con puntales inmovibles.
Los montes calcinados han reverdecido. Y el hombre no podía quedarse atrás de esa sempiterna capacidad de resurrección que tiene la Naturaleza.
Nunca el huracán del olvidoOlga Lidia Tapia, Olguita para los pinareños, lleva casi cinco meses lidiando con el dolor de tanta gente agredida por los vientos, y también contra su propia pena.
Cuando conversamos ya había guardado su uniforme verde olivo y las botas con que recorrió todos los trillos de la devastación, compartiendo el dolor ajeno y revirtiéndolo con la terapia del trabajo y la creación.
La Primera Secretaria del Partido en la provincia nos confiesa que creció como mujer y madre, como ser humano, en estos duros meses: «Han sido muchas emociones y vivencias, muy cerca de la gente y de sus problemas, involucrando a todos, descentralizando tareas, dándole a cada cual la posibilidad de crecerse».
Hay quienes solo perciben los aires triunfales y los toques a degüello para el combate, como si una batalla tan larga y enrevesada no se ganara hora a hora, entre mucha incertidumbre e insatisfacción de los que sufren, incluso al borde del desespero. Gustav y Ike, con sus iras, le abrieron los ojos a Olguita para ver cuánto falta de lo humano y lo divino, a veces, en el trabajo del Partido.
«Si algo hemos logrado, es reforzar la confianza de las personas. Por eso es que desde arriba no tomamos unilateralmente las decisiones, sino que las hemos llevado hasta allá abajo».
—¿Y eso no tiene peligros?
—Siempre hay peligro, pero cuando fortaleces el control popular, cuando todo el mundo le tiene puesto el ojo al escalafón, cuando se escuchan verdaderamente las denuncias y se toman las medidas, no hay por qué temer.
Del total de viviendas afectadas en la provincia, en distintos rangos (113 009), hay ya aproximadamente un 20 por ciento con solución. La recuperación es larga y tendida. Y Olguita ve más allá, cuando se siente desafiada por un asunto estratégico: el necesario mantenimiento de la vivienda, la calidad y solidez para no seguir a remolque de los caprichos de los vientos.
Su máxima es no olvidar nunca las prioridades de la gente. Mira hacia atrás en esos meses, y apenas ha tenido tiempo para sedimentar las emociones, yendo de aquí para allá, prometiéndose no volver a hacer una reunión en el teatro del Partido provincial, sino allí donde están los problemas.
Recuerda aquellos días como en tropel: la gente sacando sus colchones, extrayéndoles la guata para secarla al sol, sin pedir nada y ofreciendo un sorbo de café al visitante. «Podrán venir muchos ciclones, pero nunca el huracán del olvido», susurra apenas.
—Quien tenía que consolar a tantos, ¿alguna vez lloró?
—Fue muy duro. Lloré mucho en mi casa, mucho después, cuando vi por televisión todo lo que habíamos vivido y enfrentado.
EpílogoQuizá sin proponérselo, los pinareños en su recuperación están dejando lecciones en cuanto a métodos, estilos y creatividad que bien pudieran traspolarse al diseño de muchos procesos sociales y económicos de la sociedad cubana. Levantando a Pinar del Río, podrían estar elevando el techo de las potencialidades del socialismo cubano.