Sentirse útil es lo más importante para Miguel. La esperanza, Lajas, Cienfuegos.— Hay que tramontar unos cuantos kilómetros de maleza para llegar a la finca del ganadero sureño Miguel Vázquez, quien fue reconocido este año como el productor individual de leche dueño de los más sobresalientes registros a nivel de país.
En sus tres caballerías, él tiene 200 cabezas de ganado mayor; de estas un tercio con posibilidad de ordeño. Con tal cifra, produce anualmente poco menos de 175 000 litros de leche.
Miguel no es esquivo a los muchos reconocimientos que suele recibir a cada rato por tales logros, pero me dice: «Periodista, lo mío es tener tiempo para trabajar».
No contarás con mucho —le replico— para llenar tantos litros. ¿Cómo lo haces; eres solo tú o tienes ayuda?, inquiero a mi interlocutor.
Vázquez lo explica todo en pocas palabras: «Mi casa está cerca de la finca. A veces me voy de aquí a las 12 de la noche, y a las dos de la mañana ya estoy de vuelta. Aunque tengo alguien que me cuida la vaquería, me gusta vigilar lo que con tanto trabajo me costó años conseguir».
A un ademán del entrevistador de procurar otras razones, explica: «Simplemente hay que querer trabajar, que a uno le guste mucho el oficio que realiza y que tenga conciencia de lo que significa».
Con dos trabajadores más, el propietario de la finca La Esperanza —perteneciente a la Cooperativa de Crédito y Servicio Abel Santamaría, de Lajas— alcanza las magnitudes referidas que, apelando con toda legitimidad al lenguaje sindical, bien a cuento aquí, constituyen una verdadera hazaña laboral.
Pero lo importante en las cifras de litros entregados es también su destino. El productor abastece a un grupo de bodegas del municipio, con la entrega diaria a estos centros de cerca de 500 litros.
«Para mí eso representa la mayor satisfacción. Uno se siente útil, ya que mis horas sin sueño y el sudor del día tienen una función social; sobre todo en un momento en que la Revolución nos pide un extra en la producción».
Beneficiada su finca con el sistema de microordeño (hasta ahora lo hacían a mano), es dable vaticinar que Miguel mejorará aún más sus resultados.
En La Esperanza él cuenta además con cerca de 250 chivos y carneros, cuya carne vende al Estado.
«Para mí estos animales lo son todo, pues he pasado mi vida entre ellos. Heredé esta vocación de mi papá y no me imagino haciendo otra cosa, por lo que a la antigua, o con microordeño, seguiré produciendo leche», asegura Miguel.