El amor de Orlando González (a la derecha con gorra) y Nayadis Coro está más a prueba ahoraque quedaron sin vivienda. Joe Majín Hernández, jefe del Programa en la provincia (a la izquierda),y su homólogo en Baracoa departen con ellos. BARACOA, Guantánamo.— Varias de las más excelsas virtudes las desgranó el novelista Alejo Carpentier en El reino de este mundo: ser capaces de superarnos a nosotros mismos y a los obstáculos; amar en medio de las plagas...
Historias nacidas de la agonía de haberlo perdido todo de un mazazo, excepto lo más preciado, la vida, le darían trigo suficiente al célebre escritor para legarnos otras enseñanzas. Estas se aprecian en la gran cantidad de personas en la Ciudad Primada que miran las calamidades ajenas con la pasión de las suyas propias.
Entre los más de 7 000 núcleos familiares lacerados por las olas furiosas, se cuentan a 53 jóvenes trabajadores sociales, para quienes ayudar al vecino a reponerse es tan importante como hacerlo ellos mismos.
El amor de Orlando González y Nayadis Coro está más a prueba ahora que quedaron sin vivienda. Mientras ambos recuperan las pertenencias arrebatadas en pugilato con el mar, no se sienten desligados de su rol como trabajadores sociales. «Tanto aliento como a nosotros mismos les damos al vecino y a quienes nos enteramos que también perdieron sus casas», dice el joven.
Nayadis, más melancólica, evoca el susto que pasó, y su rostro denota confianza en sus propias fuerzas para no llorar ante sus compañeros que la visitan constantemente. «Todos, y hablo de Cuba entera, saldremos adelante», acota.
Aquellas frases, arropadas con mayores argumentos e información de los estragos del huracán en toda la nación azotada, circulan en voz de más de 300 de sus colegas en Baracoa, casa por casa, familia por familia, calle a calle, consejo popular adentro.
«Esa fue la tarea que nos dio el Partido tras el golpe. Porque las personas, al no tener corriente eléctrica, no sabían qué pasaba en el resto del país, y como es lógico en ese instante se piensa solo en los problemas propios; por eso nos fuimos al contacto humano, que determina en estos casos», explica Joe Majín Hernández, jefe del trabajo social en la provincia.
«El ciclón arremetió cuando nos disponíamos a celebrar el octavo cumpleaños del Programa con actividades diversas, y fue unánime la decisión de que la única celebración posible era estar al lado de la gente, acompañándola en sus desgracias y problemas, como una de las esencias por las que surgimos.
«Dialogamos con los evacuados —prosigue—, evaluando dónde se presentarán las dificultades operativas de tener a decenas de miles de personas albergadas, esclareciendo dudas, organizando actividades con los niños y las familias...
«En principio se hacía habitual —relata— encontrar a personas algo irritadas, con su visión personal del problema, pero la explicación oportuna y la confianza que los cubanos tenemos en la Revolución, Fidel, Raúl y el resto de los cuadros, está latente y rápidamente el estado de ánimo cambia».
Majín destaca la respuesta de los trabajadores sociales afectados, quienes no repararon en sus problemas; algunos están ya trabajando junto a sus compañeros, otros que estaban de vacaciones se incorporaron, lo cual, sostiene, es una muestra de la madurez con que asumen su labor. No solo aquí, también los más de 2 000 que están incorporados a la recuperación en toda la provincia.
«Hoy es habitual tener largos debates con los evacuados sobre el estado del país, la ayuda que llega de los amigos, especialmente Venezuela, y cómo los baracoenses aprecian la necesidad de apoyar a Haití, ese pueblo hermano terriblemente golpeado con cuantiosas pérdidas de vidas humanas», expone Majín Hernández.
Por eso las imágenes del desastre en el pueblo haitiano y el cubano, y el drama social vivido son las dos caras de una moneda; alientan a quienes apostamos por los valores que se fertilizan en este espacio físico del planeta, denominado Cuba, donde seguramente Carpentier encontraría el reino perpetuo de la especie humana.