Junto a Hemingway (centro), aparecen los adolescentes Emma Montenegro Pérez (izquierda) y Roberto Fernández Retamar. El poeta Roberto Fernández Retamar fue el más joven entrevistador de Ernest Hemingway, con un formidable «palo periodístico» que cumple ahora 60 años y que, por primera vez, cuenta a un órgano de prensa, cuando él es también un escritor de fuste.
«Entrevisté a Hemingway en 1948, yo tenía 17 años, y se publicó en marzo de ese mismo año en la revista Alba, con el título Una visita a Ernesto Hemingway. La directora de la publicación era Emma Montenegro Pérez, la hija del escritor cubano Carlos Montenegro y de la poetisa Emma Pérez Téllez».
Esta última había sido su maestra en el primer año de Bachillerato, en el Instituto Edison, donde Retamar estudió desde el cuarto grado.
«Aquel encuentro fue posible gracias a las gestiones hechas por ella y su esposo, que era amigo de Hemingway».
Comenta el autor de Los sobrevivientes que, al momento de entrevistarlo, no era mucho lo que había leído de él: Adiós a las armas, Los asesinos y otros cuentos y novelas. «Algunas de sus narraciones habían sido llevadas al cine. Yo había visto Por quien doblan las campanas, protagonizada por Gary Cooper e Ingrid Bergman.
«Se sabe que el escritor estadounidense era ya una notabilidad en Cuba. Recuerdo lo amable que fue con nosotros en su propia finca. Pese a que yo, un muchacho, le hice preguntas bastante ligeras no se impacientó, y su acogida fue cordial.
«En esa época, para ser franco, no me interesaba mucho su obra, pues yo estaba influido por escritores oscuros, y leía, por ejemplo, Residencia en la Tierra, de Pablo Neruda, y las traducciones al español del poeta Rilke.
«La literatura de Hemingway entonces me parecía demasiado simple y banal. Sin embargo, estaba totalmente equivocado. Después leí casi toda su obra, sus excelentes cuentos, sus novelas, su libro de memorias París era una fiesta.
«No fue para nada un escritor banal. Lo que yo tomaba por simpleza, era madurez. Se había forjado un estilo muy personal, e influyó muchísimo en los escritores del mundo entero.
«Cuando se conmemoró el centenario del nacimiento de Hemingway, quise reescribir la entrevista, quitarle los aspectos más adolescentes, digamos, y enviarla a la revista Arena que Lisandro Otero —gran admirador del novelista— publicaba en México, pero no lo hice.
«Solo mencioné la existencia de la entrevista en las palabras introductorias de un libro que publiqué y que ha tenido dos ediciones ya, bajo el título: Recuerdo a...».
Retamar nos hizo notar que en el título españolizó el nombre, como solía hacer Miguel de Unamuno. Nos interesamos por lo que quiso saber de él, y Retamar nos dice:
«Le pregunté, por ejemplo, cuál era su opinión sobre André Malraux, el gran escritor francés. Me contestó con un juego de palabras que en aquel instante, por no dominar el francés, apenas entendí. Me dijo que Malraux era “de Gaulle”, mientras que él —Hemingway— era “de Gauche”, que quería decir “de izquierda”.
«También le pregunté qué sabía él de literatura cubana. Me mencionó tres nombres: Nicolás Guillén, con quien había estado en España durante la Guerra Civil, en 1936. Hay incluso una foto donde aparecen Guillén junto a Lagnston Hughes y un escritor soviético cuyo nombre no recuerdo ahora.
«Y me habló, además, de Carlos Montenegro, por supuesto. Este es autor de una formidable novela que se llama Hombres sin mujer, a propósito de su experiencia carcelaria, una de las más extraordinarias novelas que haya escrito nunca un cubano.
«Yo la había leído en una edición mexicana, porque se habló mucho tiempo de tener una edición cubana, y Hemingway me dijo que él tenía un libro que se llamaba justamente Mens without woman (Hombres sin mujer), con el mismo título».
Además Hemingway le habló de Enrique Serpa, quien publicó la novela Contrabando, en la que se alude al propio autor norteamericano. Seguramente por esa razón Ernest conoció tal obra.
«Esos fueron, en general, los escritores cubanos de que me habló el novelista de Finca Vigía, donde, como se conoce, él tenía una biblioteca muy grande».
Insiste Retamar en que le preguntó a Hemingway «algunas tonterías», como qué obra suya prefería, y él contestó que «las obras son como los hijos, que uno los quiere a todos» y argumentó, además, que «los libros no son como caballos de carrera, que unos van delante de otros».
Cree asimismo Retamar que fue tonta la interrogante de «por qué había escogido Cuba para vivir». Sin embargo, la supuesta ingenuidad dio lugar a una muy curiosa contestación del novelista. «Él me dijo que como la había escogido “para vivir y no para morir, no tenía una respuesta para esa pregunta”.
«Yo era un adolescente. Había empezado a escribir notas críticas, digamos así, sobre libros, primero en una revista del Instituto de la Víbora, que se llamaba Ideas y que dirigía Oscar Pino Santos. Me encargaba de la página poética. Eso fue en 1945. Después, a partir de mis 17 años, en la revista Alba donde atendía la sección de libros, con notas y reseñas, en un espacio fijo».
Con aparente simpleza en sus interrogaciones, el hoy Director de la Casa de las Américas logró que el estupendo narrador le confesara grandes cosas.
«Lo cierto es que varias de aquellas preguntas me las sugirió Emma Pérez y que otras surgieron del propio contexto de la interesante y excepcional conversación.
«Hemingway me causó una impresión magnífica, de hombre cálido y generoso. Me dijo, incluso, unas cuantas cosas muy bonitas que no mencioné en la entrevista: —“¿Tú escribes?” —“Sí”. —“¿Cuentos?” —“No, poesía.” —“¿Has publicado ya algo?” —“No, todavía no he publicado ningún libro”. —“Pues cuando vayas a publicar uno, ven a verme, que yo te voy a ayudar”».
Retamar aseguró que entonces él no tenía conciencia de la importancia de aquella entrevista, incluso, cuando la propia Emma Pérez Téllez le preguntó cómo se sentía al haber entrevistado a Ernest Hemingway, le contestó: «Bueno, el que debe sentirse feliz es él, porque un joven fue hasta su casa a entrevistarlo».