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MERCOSUR ¿más cerca del ALBA?

El primero de los esquemas integracionistas nacidos en el área parece ahora preocupado por la necesidad de una mejor redistribución de las riquezas, y la superación de las miradas nacionalistas estrechas para poner la vista más allá, en las estrategias regionales En el colimador, políticas económicas de Estados Unidos Diversificar las fuentes renovables y no contaminantes es vital

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Después de echar a andar el ALBA, si algún logro adicional puede anotarse a los esfuerzos latinoamericanos por la integración real, es el énfasis en lo social que se advierte ahora en el MERCOSUR. Primero de los esquemas integracionistas nacidos en la región, el Mercado Común del Sur ha tenido uno de los principales valladares hasta hoy, precisamente, en su cerrada visión centrada en la búsqueda del libre comercio.

Para quienes contemplamos desde lejos las sucesivas cumbres del entramado subregional y sus también infructuosos intentos de hallar aranceles comunes y otras conciliaciones con la Comunidad Andina, resultaron por tanto muy buenas nuevas las que trajeron al Encuentro de Economistas de La Habana, Carlos Álvarez, presidente del Comité de Representantes Permanentes del MERCOSUR, y Hugo Varsky, encargado en esa instancia de la integración y la participación social, y su manifiesta convicción de que «si no están los actores sociales involucrados, tendremos integraciones clásicas, basadas solo en lo comercial».

La cercanía de tales concepciones a los planteamientos avanzados con que Venezuela, Cuba y Bolivia jalonan la unidad regional desde el ALBA, hace pensar que finalmente el MERCOSUR comenzará a permearse de los conceptos solidarios sobre los que se erige la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, y su percepción de la integración como «unidad».

Encabezado en este lapso de su presidencia rotativa por Argentina, el MERCOSUR parece preocupado ahora no únicamente por el acompañamiento de los actores sociales, entre los que incluye tanto a los movimientos, como a la pequeña y mediana empresas, en sus esfuerzos. Además, se defiende la necesidad de una mejor redistribución de las riquezas, y la superación de las miradas nacionalistas estrechas para poner la vista más allá, en las estrategias regionales.

De tal suerte, otros ejes del MERCOSUR fueron situados por Álvarez en la integración energética, el desarrollo endógeno más que la infraestructura para la mera exportación, y vernos como región, y no como una suma de naciones.

Alentadoras fueron también, en tal sentido, las noticias traídas al plenario por Roberto Feletti, responsable de integración financiera en UNASUR (la muy joven Unión Sudamericana de Naciones), y los pasos presurosos que se dan ya en ese conglomerado por consolidar lo que llamó la actual holgura financiera interna de nuestras naciones; la conciencia que hay sobre la necesidad de una moneda común, para alejar la posibilidad de que golpeen a la región los embates externos. Pasos trascendentes, sobre todo, cuando la crisis económica y financiera que se advierte en EE.UU., amenaza a todos. Con consenso a pesar de las reticencias de algunas naciones, también se asume en UNASUR, con muchas expectativas, el nacimiento reciente del Banco del ALBA y el del Sur.

Álvarez, como muchos, piensa que las condiciones para la integración real son hoy más favorables que nunca antes: hay mayoritaria voluntad política, presidentes con legitimidad social y, en general, más denominadores comunes que diferencias. Además, muchos de nuestros países se han liberado de los organismos financieros internacionales; fracasó el ALCA y el grueso de las naciones latinoamericanas son más independientes de la principal potencia.

A diez años del primer Encuentro sobre Globalización, los llamados de entonces a buscar alternativas al neoliberalismo son reemplazados hoy por esfuerzos emprendidos, precisamente, por los gobiernos que emergieron como bumerán, en respuesta a la inequidad de aquel modelo.

Quedan muchos retos. Pero se avanza.

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