Los paneles son una bendición para las comunidades rurales. La cuestión es cómo mantenerlos. MANUEL TAMES, Guantánamo.— Francisco Ramírez Rojas, el cacique de La Ranchería, observa al cielo como si el Sol, iracundo y recio, pudiera ayudarlo. Clava la vista en la celda fotovoltaica sobre su tejado, mientras escucha desde una radiograbadora cercana el estribillo del Talismán: «...no dejes que se apague, no dejes que se apague la lucecita».
El cacique Panchito conserva el optimismo, pese al retorno del apagón permanente. Líder de aquellos descendientes de indígenas, en las cercanías del Consejo Popular Caridad de los Indios, a más de 30 kilómetros de la cabecera municipal de Manuel Tames, Panchito se lamenta de que ya no tienen corriente las 11 viviendas de La Ranchería, electrificadas con paneles solares en 1999.
«Desde hace más de cinco años las baterías se descargaron; algunas apenas duraron 12 meses, y las lámparas tampoco funcionan; las pocas grabadoras que sirven aún, se escuchan con pilas», se lamenta.
La Ranchería fue una de las primeras poblaciones del lomerío guantanamero en energizarse con esta alternativa, tras la materialización de un proyecto patrocinado por la ONG Cubasolar.
En los últimos ocho años la tecnología llegó a más de 300 viviendas en otras 13 comunidades intramontanas, lo cual significó mejoras en las condiciones de vida de alrededor de 1 500 montañeses. A ello se suman los paneles dispuestos en 79 consultorios del médico de la familia y tres hospitales rurales, escuelas, salas de video, de televisión y caneyes para el esparcimiento y la recreación, entre otros.
Aunque La Ranchería es el caso más crítico de todas las comunidades electrificadas, en varios de los consultorios del médico de la familia también se extinguió la energía y permanecen a la espera del imprescindible mantenimiento o reposición de alguno de los accesorios de la celda fotovoltaica.
Problemas técnicosLos técnicos de CATEDES recorren varios kilómetros por caminos prácticamente inaccesibles. El ingeniero Rolando Figueroa, del departamento de Fuentes Renovables de Energía en el Centro de Aplicaciones Tecnológicas para el Desarrollo Sostenible (CATEDES), explicó a JR que los paneles disponen de tres aditamentos claves, tan sensibles como deficitarios: baterías, regulador e inversor.
«La durabilidad de las baterías depende del cuidado que le dispense el usuario, y en el caso del inversor cuenta con un ventilador pequeño que suele atascarse por el exceso de polvo y humedad.
«Las lámparas de 12 volts —añade— son difíciles de adquirir; de manera que en la comunidad de El Güiral, municipio de El Salvador, aplicamos una experiencia nuestra con el montaje de un sistema híbrido que asimila también bombillos ahorradores de 110 v, más baratos y fáciles de conseguir».
Según el ingeniero Figueroa, la mayoría de los paneles que están fuera de servicio pertenecen a una generación de equipos capaces de suministrar de 20 a 80 watts, muy inferiores a los que actualmente se instalan, cuya potencia alcanza los 200 watts.
FinanciamientoLa batería es un sensible componente de la celda fotovoltaica. Cómo hacerla sostenible y duradera en el tiempo. Ese es el gran problema de la electrificación mediante las celdas, sobre todo las situadas en las casas. La mayoría de estos proyectos fueron impulsados como respuesta a la perentoria necesidad de llevar el servicio a sitios de compleja geografía, donde instalar la red del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) requeriría cuantiosas inversiones.
«No concibieron, en principio, el financiamiento para posteriores mantenimientos y reposiciones de los equipos, sus aditamentos y medios de esos paquetes tecnológicos, alguno de los cuales llegaron como donativos», opinó José Álvarez Rico, director administrativo de CATEDES.
«En el caso de los consultorios, hace tres años practicamos algunos mantenimientos y ahora estamos haciendo un levantamiento con Salud Pública, de manera que busquemos financiamiento para cumplir con un plan de mantenimiento y reposición de piezas», asevera Álvarez.
El ingeniero José Antonio Sotolongo, director general de CATEDES, opina que esta es la solución más viable para las alrededor de 20 000 viviendas identificadas en el territorio —100 000 en el país— como técnicamente no electrificables por el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), debido a su dispersión y a la complejidad geográfica.
«Esta tecnología, u otro sistema de energía renovable como la eólica, por ejemplo, parecen la solución más apropiada para alrededor de medio millón de cubanos a los que el SEN no podría llegarles», explica Sotolongo.
«Por supuesto —añade—, esta únicamente garantiza energía para un televisor, una radiograbadora y cinco puntos de iluminación. No tienen potencia para asumir la cocción de los alimentos y la refrigeración.
«La cuestión es que su sostenibilidad en estos momentos está en terreno de nadie. Hemos instalado en las serranías guantanameras más de 1 500 sistemas fotovoltaicos, muchos atendidos por Copextel, Salud Pública y nuestro centro, en la medida de las posibilidades.
«Pero para que esos proyectos sean realmente sostenibles deben contar con un esquema de financiamiento dentro del plan de la economía, que permita asumir la planificación de mantenimiento y reposición. Además, es necesario definir qué entidad estaría a cargo de la tarea; nosotros contamos con la fuerza técnica y los medios para asumirla», remarca Sotolongo.