CUBA no está investigando la desaparición de las abejas, simplemente porque no tiene ese problema, aunque el fenómeno se sigue de cerca a nivel mundial para evitar que suceda en la mayor de las Antillas.
Así aseguró a JR el máster en Ciencias y director del Centro de Investigaciones Apícolas, Adolfo Pérez Piñeiro, quien asegura que la Isla está a la expectativa de las noticias de lo que pasa en el mundo, viendo qué sucede.
«Las abejas nuestras se ven muy saludables, aunque por supuesto, nos afecta el clima también. Hay sequía fuerte en algunos lugares y las flores aparecen fuera de época —lo que perjudica la producción de miel y a las colmenas—; a ello hay que añadir que aún hay apicultores que tienen deficiencias en el manejo de las abejas, y eso genera estrés en los animales. Pero si alguien dice que hay colmenas débiles, no podemos afirmar que tenemos el síndrome del colapso de las colonias en Cuba, sin haberlo verificado.
«Además, no ocurre de ahora para ahorita. En EE.UU. se ha producido la alarma al cabo de un proceso acumulativo de varios años en el que han estado perdiendo abejas, y que ya llegó a medio millón de colmenas en falta. Pero ya desde el año antepasado había noticias de que estaban teniendo bajas de panales y de que había problemas con la polinización».
COLMENAS DESAPARECIDAS
La noticia se ha regado como la pólvora y los medios de prensa se han hecho eco: millones de abejas han desaparecido en más de 30 estados de EE.UU., lo que ha disparado la alarma entre los apicultores del país.
Hasta el momento, no se ha encontrado el motivo ni mucho menos la solución al problema.
Para el director del Centro de Investigaciones Apícolas, el fenómeno de las colmenas desaparecidas es más viejo de lo que muchos creen.
«El asunto estalla ahora —explica— porque los norteamericanos son los dueños de los grandes medios masivos de comunicación, pero este problema comenzó alrededor de los años 2002, 2003 y 2004, afectando colmenas en Europa, principalmente en Francia y España».
—¿Cuál podría ser la causa?
—Al parecer, el problema es multifactorial. Pienso que está relacionado con la hibernación de las abejas. Ellas pasan el invierno dentro de la colmena, comiendo la miel que fabrican. Pero no defecan allí. Acumulan sus heces en el intestino durante todo el invierno, y al subir las temperaturas entre 13 y 15 grados, salen a hacer los llamados vuelos de limpieza, que no es más que defecar fuera de la colmena.
«En esa situación está presente un parásito denominado nosema apis, que cuando se encuentra en altas concentraciones en el intestino, en los climas fríos provoca diarreas masivas y las abejas mueren.
«A partir de la introducción de las abejas europeas en Asia en los años 50 —fueron llevadas por los soviéticos al extremo oriente para producir miel de tilo en los grandes bosques que allí existían— las abejas europeas se encontraron con las asiáticas, y aquellas adquirieron un parásito: la Varroa, que desde 1996 lo padecen también las cubanas.
«Este parásito se expandió muy rápidamente, y hoy lo tienen prácticamente todos los países del mundo. La Varroa causó muertes masivas de colmenas, sobre todo en países de clima templado, pero además provocó la introducción de nuevas sustancias químicas para los tratamientos en las colmenas.
«Sin embargo, al parecer, si macroscópicamente los soviéticos introdujeron la Varroa, microscópicamente trajeron un primo suyo: el nosema ceranae, que es un parásito de la abeja asiática. Este ha avanzado más lentamente, pero también está, y se halló en abejas que perecieron en Europa. Hoy se busca, porque posiblemente esté en aquellas que están muriendo en los Estados Unidos.
«A eso sumémosle el hecho de que las abejas norteamericanas se explotan muy intensivamente, porque se emplean en la polinización, para lo cual tienen las colmenas montadas en pallets o plataformas, a razón de cuatro colmenas en un pallet. Estos se cargan en rastras y son transportados por miles de kilómetros, y se van poniendo en plantaciones agrícolas donde se aplican muchos productos químicos.
«Por tanto, esas abejas están sometidas tanto al estrés de un posible agente patógeno, como al de la transportación, sin olvidar la tensión que provoca el cambio del clima, porque los inviernos han sido muy irregulares y los parásitos que te mencioné se reproducen con más facilidad entre 25 y 30 grados.
«Por ello, ante tantos factores agresivos, es lógico que a las abejas les pase algo. Como es un problema complejo, los especialistas e investigadores están buscando respuestas, porque no se le puede atribuir totalmente al parásito, al clima o a un producto químico. Pero todo está por ahí, es como un fly no entre dos, sino entre tres o cuatro, hablando en términos beisboleros».
—Una pregunta que se hacen muchos es por qué no se encuentran los cuerpos de las abejas muertas...
—La abeja no siente dolor. Por eso es posible que tenga un parásito que esté acabando con sus intestinos, y así mismo salga a volar, a hacer su vuelo de limpieza. Pero como está deteriorada por la enfermedad, es probable que no tenga energía para regresar a su colmena.
«La abeja débil cae en medio del campo, y claro, es muy difícil, en los hierbazales —donde además puede haber depredadores que se alimenten de los insectos que caen—, encontrar cadáveres de abejas, porque estas no se amontonan para morirse en un lugar, se dispersan por todo el campo.
«En eso quizá la nanotecnología pueda ayudar, porque tú pones sobre el tórax de la abejita un dispositivo electrónico que envía una señal, y ella sale, y donde se muere, el dispositivo va a seguir emitiendo la señal. Supongo que los científicos norteamericanos estén pensando cómo hacer eso para determinar qué está ocurriendo».
—¿Qué daños puede causar la pérdida de más abejas a la agricultura?
—La súbita muerte de colmenas puede llegar a ser una catástrofe económica para apicultores y agricultores en general, que a partir de flores producen una gran cantidad de frutos.
«Todos los cultivos necesitan abejas en el campo que aseguren la fecundación de las flores. Si no es así, la producción de momento se pierde, y sin dudas se afecta la cadena de producción de frutas».
—¿Por qué se le llama Síndrome del Colapso de las Colonias?
—Colapsan porque se quedan sin abejas, pierden la población. Cuando la colmena sale del invierno tiene una población muy pequeña, pero si por alguna razón las abejas que pasaron el invierno están desnutridas, debilitadas, se mueren en el campo. ¿Cómo se va a reconstruir esa población?
—¿Los parásitos que usted mencionó están presentes en Cuba?
—El nosema ceranae, que es el asiático, no ha sido reportado en nuestro país. El nosema apis sí circula en la población de abejas en Cuba y no provoca síntomas clínicos.
—¿El ejemplo de lo sucedido en Francia confirma el hecho de que las abejas necesitan un manejo ecológico?
—Hay autores que plantean que la peor desgracia que sufrió la apicultura es la aviación, porque el hombre ha movido a las abejas de los lugares donde ellas han vivido históricamente. «Ellas existen en la Tierra hace cien millones de años; quiere decir que han pasado por todos los cambios climáticos que ha habido en el planeta. Pero el que generó el hombre es tan violento y rápido, que parece que están choqueadas con esto.
«Desafortunadamente, la relación de la humanidad con ellas casi siempre les ha generado afectaciones. Son insectos muy sensibles a los pesticidas, y constituyen indicadores de calidad ambiental. Donde pueden vivir las abejas, puede hacerlo el hombre. Einstein predijo que el día que desaparecieran, al siguiente desaparecería el hombre».