El coche bayamés con sus aires de quitrín y calesa. BAYAMO, Granma.— No lo hacen por chovinismo, pero lo dicen con pasión: «El carruaje auténtico es el de aquí». Mientras que los historiadores se ponen de acuerdo, los bayameses exigen para sí el patrimonio de una tradición que aún pervive en otros poblados de Cuba, pero que en este lado del país pretenden cuidar en sus más mínimos detalles.
Y parece que lo toman en serio. En Granma existe una Asociación de Cocheros, y el Gobierno ha convertido al coche en uno de sus símbolos, al punto de que a las personalidades que visitan el territorio le entrega una réplica en miniatura.
Aun así se marcan las discrepancias en medio del enjambre, que se pasea frente a la Terminal de Trenes o las calles seleccionadas para su paso. «¿Usted ve aquel? Pues ese no es el de nosotros», afirma José Manuel García, chofer de taxis.
El caso es que el coche de Bayamo es diferente. Mientras que los de otras partes de Cuba tienen una capota más alargada y son más bajos, el bayamés todavía guarda los rasgos de la calesa y los quitrines. Es alto, su techo es más esbelto y los salientes de su caja se unen en el estribo, a diferencia de sus parientes del resto de la Isla.
Aunque hay más. Para el centro y el occidente de Cuba, al vehículo se le llama por un solo nombre: coche. Pero aquí no. En Bayamo ese nombre, común en otras provincias, coexiste con otro de reminiscencias antiguas: carruaje. Por eso no resulta extraño que lo llamen así en plena calle, junto con el casco de los caballos y una afirmación repetida con vehemencia: «Este es el verdadero coche».
EL AVISO LLEGÓ EN COCHELa vehemencia con la que el bayamés defiende la paternidad del coche cubano tiene implicaciones profundas.
«Una expansión grande con el vehículo ocurrió en las primeras décadas del siglo XX», señala el historiador Aldo Daniel Naranjo Tamayo. «Por esa época se importaron dos modelos, el Duquesa y el Milord. Entonces deja de ser algo exclusivo de la aristocracia y se convierte en un medio más popular. Aunque la tradición venía de atrás».
Todo indica que ya para comienzos del XIX los coches, en sus distintas variantes, formaban parte del paisaje de la ciudad. En los protocolos notariales, los únicos documentos que se salvaron del incendio de 1869, pues se encontraban en Manzanillo, aparece este vehículo en la relación de bienes que se dejaban en herencia.
Unos años antes de que los bayameses incendiaran la ciudad en acto de rebeldía contra el poder colonial, el historiador Jacobo de la Pezuela hacía referencia en su Diccionario al Censo de 1862, que indicaba la existencia de alrededor de 20 quitrines en Bayamo.
En las romerías y paseos desde la ciudad hasta los pueblos cercanos, como El Dátil, este vehículo aparecía como un elemento inseparable en las crónicas y documentos recogidos en los archivos, al punto de que Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera eran famosos por sus viajes en coche.
Pero hay más: en 1868, al conocer la comunicación del Capitán General Franciso Lersundi para que se detuviera a los implicados en el alzamiento, el patriota Ismael de Céspedes Yero tomó su carruaje y avisó a Perucho Figueredo en el ingenio Las Mangas, a 20 kilómetros al oeste de la ciudad. La salvación de los conspiradores y con ella la llave que le abrió la puerta a la Guerra de Independencia, llegaron en un coche bayamés.
LA HERENCIASin embargo llama la atención que, al anunciar su paternidad sobre el coche, el bayamés la argumenta con una serie de elementos, que van desde formas y medidas muy específicas hasta el modo de entender su construcción.
William Escalona Hidalgo, herrero en la Fábrica de Coches de Bayamo, ha detallado los que circulan en otras calles del país y dictamina: «Qué va. No lo son». «¿Y por qué?». «La base y la caja, donde se sientan los pasajeros, están hechas a como quiera. Además, no tienen la estética».
Leonel García Castillo, por su parte, expresa que la autenticidad del coche bayamés está en haber mantenido las características del carruaje que llegó desde Francia.
«Yo trabajo aquí desde 1984 y quien me enseñó a construirlos y el oficio de herrería fue Eutorio Díaz, que ya trabajaba en la fábrica desde hacía mucho antes. Lo que él dijo fue lo que hacemos nosotros aquí», expresa.
«El coche de acá se arma por piezas, son 143, desde la misma base hasta el pescante, donde va el cochero. No la juntera esa, que uno ve por ahí; que le dicen coche, pero que es una chapucería».
José Manuel Pérez Escalante, director de la fábrica, vaticina que los coches semejantes a las miniaturas que sostiene en sus manos, son los que quedarán en Bayamo con el paso del tiempo. Juan Manuel Pérez Escalante, director de la entidad, expresa que el modelo Milord, que se caracteriza por no tener guardafangos y con aires de calesa, se encuentra en decadencia, al ser muy pesado para el tiro y que todo indica que el que hoy se aprecia por las calles, el Duquesa, es el que se impondrá con el paso del tiempo.
«Este es muy liviano», apunta Luis Rondón Mora, un hombre de gesto severo. Al igual que Leonel García acumula 20 años en la fábrica. Cuando se le pregunta por qué el coche de Bayamo es el auténtico y no el que se hace en Holguín o en Matanzas, frunce el ceño y da la misma repuesta: «Aquí se respeta el original».
Pone la mano sobre el pescante de uno, y explica: «Las medidas las han cambiado. Cualquiera hace un coche con cualquier tamaño, y mire, los carruajes tienen sus pautas. El ancho de la caja es de entre 50 y 52 pulgadas. Mire pa´ese que tengo aquí, lo trajeron para que lo reparáramos. Parece un andamio, la ruedita esa para mí que se la quitaron a una bicicleta.
«En el coche auténtico la rueda de atrás es de 40 pulgadas y media y la que va alante, 30; los arcos que forman la capota, tienen que tener 81 centímetros de alto, ¿ya entiende? La capota misma tiene que caer en la mitad de la caja. Lo otro, ahora se inventan cada material para hacerlos... Mire para el “andamio”. Tubo, hierros, mal soldado... La caja del coche se hace con maderas preciosas, cedro, majagua o azulejo, que son livianas y así la bestia puede halar.
«¡Ah!, y las cosas de los jovencitos: los guardafangos están separados. Y en el verdadero, se unen en el estribo. Ese es el coche de verdad. Lo otro, es un cuento».