Una foto, una historia
La tragedia continúa y en esta ocasión un asesinato la completa. La pasada semana escribí «Elefantes al rescate, pero… quien los salva a ellos». Pues sí, hay personas, instituciones estatales, entes de investigación académicas, organizaciones no gubernamentales de protección de nuestro entorno terrestre, que luchan contra los depredadores humanos del mundo animal…
Un día después de la publicación de ese capítulo de Una foto, una historia se conocía que Wayne Lotter, a quien se denominaba el mayor defensor de los elefantes del mundo, caía abatido por disparos asesinos en la noche del 16 de agosto. Aún se desconoce quiénes fueron los ejecutores, pero no hace falta una gran pesquisa para apuntar como autores del crimen a las mafias que negocian con el multimillonario tráfico del marfil.
Lotter iba del aeropuerto a su hotel cuando el taxi que lo conducía fue detenido por otro vehículo y dos hombres armados abrieron la puerta del carro y le dispararon.
Junto con otros conservacionistas, Wayne Derek Lotter, sudafricano de nacimiento (4-12-1965 en Mbombela, antigua Nelspruit), fundó en 2009 la PAMS Foundation (Protected Area Management Solutions), para trabajar incansablemente por la protección de la vida silvestre y contra la caza furtiva en Tanzania y en el continente. Eso le valió constantes amenazas de muerte…
En un declaración en facebook, PAMS Foundation revelaba el 17 de agosto el crimen cometido en el Distrito Masaki de Dar es Salaam, la capital de Tanzania, y señalaba:
«Wayne creía que las comunidades eran los mejores protectores de los animales del continente. A través de su trabajo con PAMS ayudó a entrenar a miles de exploradores de la aldea en cada rincón del país», en la lucha contra la caza furtiva y ayudó a revertir las tasas de ese delito en el país africano.
«Murió valientemente luchando por la causa que más le apasionaba», apuntaba el doloroso comunicado.
PAMS, según su página en Internet, y en coordinación con la Unidad de Investigación de Crímenes Graves Nacionales e Internacionales de Tanzania (NTSCIU), ha protegido desde el inicio de sus actividades a más de 32 000 elefantes y ha arrestado a más de 2 000 cazadores y traficantes. Lotter consideraba que ese trabajo conjunto había ayudado a reducir la caza ilegal en por lo menos un 50 por ciento.
Ha sido segado un oído atento al barrito o grito de los elefantes. Otros deben escuchar.
Un negocio lucrativo y execrable
En los últimos años, la caza furtiva de los elefantes africanos ha reducido en un 20 por ciento su población, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Estos índices fueron corroborados durante el décimo séptimo encuentro de la «Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas» (CITES), que tuvo lugar en Johannesburgo, Sudáfrica, en octubre de 2016, donde se dijo que el comercio ilegal de marfil «se ha mantenido constante en niveles inaceptablemente altos» desde 2010.
Es tal la amenaza ecológica que de 1,2 millones de elefantes que poblaban las sabanas africanas en los años sesenta, apenas quedan unos 400 000, informaba la agencia EFE, la que sostenía que peor aún era la situación de los rinocerontes, cuyos cuernos también son de marfil, y de los cuales quedan apenas 30 000.
EFE precisaba que son tan altos los precios del llamado oro blanco que un cazador ilegal de rinocerontes puede vender los cuernos de un solo animal por más de 50 000 dólares…
CITES destacó en su reunión en Sudáfrica que mientras varios países abogan por poner fin a la venta de marfil, otros mantienen su permisividad, y está claro que mientras se mantenga legalizado el comercio del marfil no se detendrá la persecución y matanza de esta preciosa fauna que, como todo ser viviente, contribuye a mantener el equilibrio de la naturaleza.
Así, el pasado año, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, tomó una determinación considerada histórica para el país, cuando decidió la quema de 105 toneladas de marfil incautadas —los colmillos de 8 000 elefantes—, como golpe a los traficantes porque «estamos demostrando que para nosotros el marfil no tiene valor, a menos que esté en nuestros elefantes», declaró a la agencia Reuters.
Kenia es uno de los 29 países africanos donde habitan los elefantes, que luchan por la prohibición a nivel mundial de la venta y el tráfico del marfil, un negocio que dice Reuters mueve cada año cerca de 200 millones de dólares en ese continente.
También se ha considerado histórica la decisión anunciada en diciembre pasado por China —uno de los principales importadores de marfil—, de prohibir el comercio y todas las actividades de procesamiento, medida que se implementará a finales de 2017 y que según expertos, grupos conservacionistas y activistas medioambientales, puede salvar a los elefantes.
La información noticiosa apunta que un kilo de marfil en el país asiático puede alcanzar los 1 100 dólares.
Sin embargo, algo bien diferente ha ocurrido en otras latitudes, y en nada contribuyen a que se detenga la nefasta práctica de que cada 15 minutos un cazador ilegal mate un elefante.
El sitio web Salva Selva decía en junio de este año que la Unión Europea ha rechazado la prohibición total del comercio del marfil, por lo cual mantiene su complicidad con la caza furtiva y, además, pretende que los países que tienen la mayor población de paquidermos las manejen «sosteniblemente» y con ello se refieren a Sudáfrica, Botswana, Zimbabwe y Namibia. Por supuesto, esta posición es criticada por los defensores de la naturaleza.
El 1 de julio la Comisión Europea aprobó una recomendación para prohibir el comercio con marfil bruto, sin embargo, según los conservacionistas, «el gran problema es el marfil tallado», que hace «aumentar el valor económico de las piezas», además de que en la Unión Europea también posible comerciar con marfil previo al convenio CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), que establece una red mundial de controles del comercio internacional de especies silvestres amenazadas y de sus productos, exigiendo la utilización de permisos oficiales para autorizar su comercio, publicaba Econoticias.com.
Marfil y terrorismo
No son pocas las acusaciones de que la matanza de elefantes y rinocerontes y la venta del marfil de sus colmillos y cuernos sirven para financiar las actividades de grupos terroristas que operan en África, aunque también se afirma que no hay pruebas de ello.
Quizás la denuncia más clara la realizó en 2014 la reconocida cineasta Kathryn Bigelow en el cortometraje Last Days, donde con imágenes reales y animaciones expone la relación entre el tráfico de marfil y la financiación del terrorismo, que también obtiene sus fondos de la piratería en el mar, el trafico de drogas y de armas, entre otros canales de dinero.
Investigaciones en Kenya, Tanzania, Uganda aseguran que un pequeño grupo de mafias controlan la cazas furtiva y el, tráfico de marfil que, además, tiene vínculos también con el narcotráfico. Asi lo exponía un reciente reportaje del diario The Guardian publicado el sábado 19 de agosto de 2017.
Ahora, las autoridades de Tanzania investigan el asesinato de Wayne Lotter, quien ha sido calificado por muchas personalidades del mundo como un héroe de la lucha por la conservación de las especies.
Africa ha perdido un gran amigo y un campeón de la vida silvestre, decía Kaddu Sebunya, quien preside la African Wildlife Foundation; mientras que la destacada investigadora de los primates, Jane Goodall, escribia: «Wayne fue uno de mis héroes, un héroe para muchos, alguien que dedicó su vida a proteger la vida silvestre de Africa».
Un criterio se extendió en publicaciones, redes sociales, declaraciones oficiales de autoridades y de grupos ecologistas: el mejor tributo a Wayne Lotter es continuar su buen trabajo en la protección de la herencia africana…