Los que soñamos por la oreja
La canción en Cuba registra ya una larga historia, que llevó al establecimiento de determinados parámetros o rasgos distintivos del género en nuestro contexto. Sin embargo, creo que va siendo hora de formular una revisión de lo que pudiera definirse como el canon valorativo en ese orden. No se trata de desvirtuar el rico devenir de la cancionística nacional y de los modos tradicionales de asumirla, pero cualquier estudioso de nuestra música, y en particular de su más reciente producción, concordará conmigo en que las mutaciones que se han ido produciendo en los elementos morfológicos empleados al componer están originando un modo distinto en el discurso de una hornada de talentosos compositores.
La anterior es una de las razones que ha motivado a que varias de las personas que nos dedicamos a estos menesteres relacionados con la música, utilicemos el término de Canción Cubana Contemporánea. Si una figura resulta representativa para visualizar la aludida categoría operativa, ella sería Yusa, quien ha heredado un poder de sincretismo y mestizaje que le posibilita que su creación sea, a la vez, heterogénea, ecléctica, cosmopolita y profundamente transida de cubanía, a pesar de que no cesa de experimentar, actualizar y renovar su estilo creativo. Ello vuelve a comprobarse en su más reciente producción fonográfica, el disco titulado Haiku, el cual ve la luz a través del sello británico Tumi Music, compañía con la que la artista ha publicado todos sus trabajos previos.
Cuando escuché por primera vez de forma íntegra el álbum, confieso que me sentí feliz ante lo alcanzado en el material, entre otras cosas porque a Yusa la tengo entre las buenas amistades que me ha reportado mi vinculación con el hecho musical, y uno se alegra cuando las cosas les salen bien a nuestros afectos. Como le he expresado a ella misma, su anterior CD, Breathe, en lo personal no me satisfizo completamente, en virtud de aspectos relacionados con la producción de aquel disco.
Justo lo contrario me sucede ahora con Haiku donde, junto al valor per se del repertorio aquí compilado, uno de los aspectos que más sobresale es el desempeño del brasileño Alê Siqueira como productor de la grabación. Él resulta una figura muy experimentada en estas lides y con un sobresaliente quehacer en fonogramas acreditados a compatriotas suyos como Bebel Gilberto, Marisa Monte y Carlinhos Brown. En su vinculación con la obra autoral e interpretativa de Yusa, Siqueira ha sabido comprender las esencias de una propuesta como la de esta cantautora y multiinstrumentista, capaz de recorrer un espectro sonoro que por momentos puede ser muy expansivo y en otros extremadamente íntimo.
Como su nombre nos sugiere, estamos frente a un álbum que aspira a la mayor transparencia posible y a evitar caer en cualquier forma de atiborramiento sonoro. El principio minimalista de que menos es más constituye, pues, la línea rectora que vertebra los diez temas registrados en la grabación. Desde el primer corte, Haiku de paz —con la intervención de los integrantes de Síntesis en los coros de la pieza—, hasta Gente simple, una rumba de nuestros días y en la que participa como invitado el vocalista Francis del Río, se percibe que el disco responde a un concepto definido antes de entrar a los estudios, y que todo el tiempo ha sido respetado, algo que no siempre suele ocurrir.
Desde el punto de vista de los arreglos, los cuales sobre todo persiguen generar atmósferas, estos ponen énfasis en el empleo de guitarras, el tres, diversos tipos de bajos, algunos teclados y un riquísimo set de percusión, complementados por cuerdas o metales cuando se requiere. De los cortes que están entre mis favoritos, debo mencionar el ya aludido Haiku de paz, Walking heads, No tengo otro lugar —con destacado trabajo pianístico de Roberto Carcassés en el tema—; París, muy bien y Tanto de mí, canción poseedora de una preciosa línea melódica.
Con colaboraciones de una sobresaliente nómina de instrumentistas, en su mayoría procedentes del taller creativo que es Interactivo, Haiku es un disco hermoso en su sencillez y que corrobora a Yusa como una artista abierta a reinventarse de manera permanente.