Los que soñamos por la oreja
Uno de mis hermanos en la pasión por el rock, el economista Carlos Lugo, me ha regalado el más reciente disco de los canadienses de Rush, el álbum Snakes and arrows (Atlantic), salido al mercado en el pasado mayo. Esta es una de las bandas de imprescindible conocimiento para comprender mucho de lo que ha sucedido en el género, sobre todo en la mixtura entre el metal y lo progresivo. Con una carrera por más de tres décadas, su amplia discografía tiene la virtud de no encasillarse, pues ellos han sabido hacer cambios en su propuesta, con lo cual han logrado mantener siempre un sello de inquietante actualidad, sin que implique renunciar al legado histórico que han dejado desde su fundación.
Para quienes han sido fanáticos de trabajos anteriores de Rush como 2112, Hemispheres o Permanent waves, quizá la nueva producción los saque algo de paso. En los 13 cortes que integran el CD, Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart renuncian un tanto a las dosis de virtuosismo a que han acostumbrado a sus audiencias y entregan un material que, sin perder la fuerza característica de la agrupación, resulta más fresco en su cálida sonoridad, en la que abundan pasajes acústicos y una buena dosis de calma al tocar, a diferencia de lo que pasaba en un trabajo como el Vapor trails, del 2001. Con temas cortos y directos en general, en los mismos sobresale el nivel de los arreglos, con énfasis en la composición y el desempeño colectivo antes que en el lucimiento personal.
Snakes and arrows se inicia con Far cry, tema de mucha potencia y poseedor de un estribillo muy pegajoso. Ya desde aquí se comprueba que el bajista y cantante Geddy Lee se mantiene en plena forma como vocalista. Sigue a continuación la pieza Armor and sword, la cual baja el ritmo en relación con la precedente y se estructura a partir de mezclar el timbre de las guitarras acústicas con el vigor característico del trío y algunos pasajes de cierto misticismo. Viene luego Workin them angels, corte en el que se explora nuevamente la unión de guitarras densas con fragmentos semiacústicos de mandolina. Clásica composición de estilo prog, sirve de muestra para que los jóvenes admiradores de muchas bandas surgidas de los 90 hacia acá sepan de dónde sale el metal prog.
The larger bowl es una balada cuya intro acústica me recuerda mucho a Led Zeppelin, traídos a la sonoridad de nuestros días. En la canción se destaca un breve solo guitarrístico, pero hermoso en su sencillez. Viene entonces uno de mis momentos favoritos, Spindrift, con fuerte influencia de la psicodelia y donde Lee deja claro que es un cantante extraordinario y que a pesar de los años registra agudos sorprendentes.
Algo que no puede faltar en un disco de Rush es un instrumental. En este incluyen tres. El primero es The main monkey business, impecable en su arreglo. Con uno de los riffs más potentes de todo el fonograma, en la pieza se suceden complejas melodías. Por su parte, The way the wind blows es un tema algo extraño, comienza como un blues, suena a Cream y termina como una balada. El corte posee gancho y potencia, con líneas de guitarras superpuestas por doquier.
Hope es el segundo instrumental de la grabación, breve composición de Lifeson en guitarra de 12 cuerdas y cuya belleza radica justo en su sencillez, realzada por la limpieza que Alex pone en la ejecución. Tras el instante de música ensoñadora, con Faithless volvemos a un entorno psicodélico y de toque setentero. De tempo suave, el protagonismo de la guitarra no impide que apreciemos el excelente soporte rítmico aportado por el bajo y la batería.
Uno de esos temas inclasificables en la carrera de la banda es Bravest face, que no permite que se le enmarque en tal o más cual estilo. Con un toque duro, donde hay hasta cierto aliento jazzístico, la forma de cantar por momentos trae los ecos del pop. Por su parte, Good news first nos devuelve a unos Rush de complicadas atmósferas y sirve para el destaque del baterista Neil Peart.
Malignant narcissism es otro instrumental, también de aire experimental y que da paso a la impactante We hold on, estupendo cierre de un CD muy elaborado, de esos que invitan a sentarse, escuchar y disfrutar.